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Publicado por Carmen Fernández Etreros para EL BLOG DE PIZCA DE PAPEL el 5/30/2010 12:29:00 PM
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Publicado por Carmen Fernández Etreros para EL BLOG DE PIZCA DE PAPEL el 5/30/2010 12:29:00 PM
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Publicado por Carmen Fernández Etreros para EL BLOG DE PIZCA DE PAPEL el 5/26/2010 02:33:00 AM
Mi hermano el genio, de Rodrigo Muñoz Avia (textos) e Jordi Sempere (ilustraciones). Premio Edebé de Literatura Infantil. Barcelona, Edebé, col.Tucán verde, 2010. Rústica, 186 pp., 19×15 cm., 7.95 €.
Por Anabel Sáiz Ripoll.
Lola es una niña a la que le gusta el fútbol y juega en el equipo masculino de su colegio, porque no hay otras niñas que quieran jugar; pero ésta no es su preocupación. A Lola le preocupa no estar a la altura de las expectativas de su madre porque entiende muy bien que en el mundo hay dos categorías de personas: los genios y los demás. Entre los genios está su hermano Gracián, que es un virtuoso del piano y, entre los demás, están Lola y varios millones de personas. Lola lo cuenta de una manera divertida y directa, pero entendemos que esas comparaciones le hacen daño porque cada persona tiene su propia trayectoria y hay que evitar decir que uno es mejor que el otro, sobre todo, entre hermanos. No obstante, Lola se lo toma con humor y no siente celos de su hermano, en absoluto.
Mi hermano el genio, cuyas líneas argumentativas acabamos de trazar, ha obtenido el último Premio Edebé de Literatura Infantil y es un buen alegato para padres y lectores mayores. A veces uno no se da cuenta de que sus palabras calan más hondo de lo que parece y es lo que le pasa a Lola.
Rodrigo Muñoz Avia se camufla tras la propia Lola, a la que cede la palabra, ya que la novela está escrita en primera persona, y permite que se establezca un contacto directo entre la narradora y los lectores. Gracián está ensayando todo el día y eso llega a ser molesto, para Lola y los vecinos, pero a su madre le resulta esencial. La madre de Lola es profesora de música y muy perfeccionista, su padre se lo toma todo con más ironía. Tanto es así que Lola toma clases de violín, instrumento para el cual, inicialmente, no está muy bien dotada, pero su madre así lo ha decidido.
La novela está llena de momentos tiernos, frescos, divertidos y realistas porque Lola, con la visión limpia que le da la edad, es la única que se da cuenta de que su hermano está agotándose de tanto ser genio. La bomba estalla cuando concursa para un premio muy importante y, a mitad de éste, decide retirarse y dejar de hablar. Sólo la intuición de la niña y su sensibilidad sacarán a Gracián del mutismo y darán una lección a sus padres. Por fin, de alguna manera, Gracián va a dejar de ser genio y empezará a ser una persona normal, como las demás.
Mi hermano el genio es una novela que habla de respeto hacia las propias características individuales de cada persona, sean hijos, hermanos o padres. No se puede obligar a nadie a que siga un camino que no le gusta, pues fracasará; en todo caso, hay que acompañarlo en ese proceso, que es lo que, al final, hacen los padres de Lola con ella y su hermano. Es más, la niña nota que igual con el tiempo el violín le puede gustar.
“Arma virumque cano, Troiae qui primus ab oris
Italiam, fato profugus, Laviniaque uenit
litora….”
Con esta vehemencia espectacular se inicia uno de los poemas más bellos de la antigüedad clásica, La Eneida, de Publio Virgilio Marón. La traducción al castellano de estos versos –y alguno más- es la siguiente:
“Canto las armas y a ese hombre que de las costas de Troya
llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas
lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia
de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno,
tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó la ciudad…”
¿Por qué volver a La Eneida? ¿Tal vez por qué es un relato de viajes? ¿De amor? ¿De guerra? ¿Tal vez por qué habla del ser humano? Por eso y por algunos ingredientes más, La Eneida, del poeta romano Virgilio, sigue plenamente vigente.
Tras la guerra de Troya, perdido todo, Eneas y un puñado más de troyanos son los únicos supervivientes y deciden buscar una nueva tierra que los acoja. Parten sin rumbo fijo y sufren mil contratiempos en un periplo que parece no tener fin. Eneas cuida de su anciano padre, Anquises, y de su hijo, Ascanio Iulo. Es la imagen más bella de la piedad filial. Su mujer ha quedado atrás en extrañas circunstancias.
Esta primera parte recuerda mucho a otro gran clásico de viajes, La Odisea, de Homero. Eneas llega a Cartago donde la reina Dido se enamora de él y, al no ser correspondida, se suicida. Después siguen hasta Sicilia, en donde la Sibila le hace descender a los infiernos donde Anquises, ya muerto, le vaticina el futuro glorioso de Roma. Parte hacia Italia y le recibe el rey Latino. En ese momento se inicia la segunda parte, más parecida a La Ilíada, también de Homero. Eneas ha de luchar con un rival fuerte, Turno y, tras vencerlo, se casa con la princesa Lavinia y reina sobre la región en donde surgirá Roma, la poderosa Roma. Eneas, pues, según la leyenda, inaugura la dinastía que llega hasta el Emperador Augusto que es quien le encarga a Virgilio que escriba la obra. El poeta latino pasa los últimos años de su vida trabajando en La Eneida aunque pide que se destruya el texto, quizá por estar inconcluso, voluntad que, por fortuna, no se le respetó.
La Eneida está publicada en distintas editoriales y es materia de estudio para quienes se dedican a las lenguas clásicas. No obstante, quizá para el lector que quiere introducirse en esta obra, podríamos recomendar una adaptación que, aunque pensada para los niños, puede servir para jóvenes y adultos. Hablamos de la versión de Rosa Navarro Durán, La Eneida contada a los niños, (Edebé). El texto recoge, en prosa, los versos de Virgilio y nos habla del dolor de Dido, de la fuerza del combate con el rey Turno; de los dioses conspirando a favor o en contra del héroe.
Otro de los personajes de la obra, el joven Iulo, es protagonista de una novela juvenil excelente: El hijo del héroe, de Loren Fernández (SM). El texto recoge acaso los elementos cotidianos que Virgilio obvió y dota de mayor humanidad si cabe a Eneas y a su pueblo. Iulo, en El hijo del héroe, es un joven de 15 años especial porque es el hijo de Eneas, el futuro fundador de Alba Longa. Se trata de un viaje iniciático. La peripecia que vive este muchacho es ardua y las experiencias son tan importantes que, en algún momento del relato, Iulo se siente tan solo, angustiado e ignorado, que, tal vez, habría deseado morir cuando tuvo la ocasión, aunque, y ése es su gran aprendizaje, “No sé si deseaba morir. Deseaba escapar, esfumarme de un mundo y de un Iulo que no me gustaban. El mundo no ha cambiado, pero ahora todo es distinto en él, porque lo miro con otros ojos y me acepto como soy. De todas formas, he estado muy ocupado estos días como para pensar en eso.” (pág. 177). Por fin, para orgullo de su padre, acepta su destino: “¿Sabes lo primero que comprendí cuando volví a la vida? Que mi gente me quiere aunque me equivoque, y que formo parte de ellos. ¿Y cuándo tú no estabas? Que me necesitan, porque sienten que seré su rey, aunque por ahora no sea ningún héroe. Así que no sé si alguna vez tocaremos las estrellas, pero yo iré con mi pueblo adonde mi pueblo vaya” (pág. 181).
PALABRAS ENVENENADAS,
Maite Carranza,
Barcelona, Edebé, 2010, (Periscopio, 78).
Anabel Sáiz Ripoll
Palabras envenenadas es el último Premio Edebé de Literatura Juvenil. Se trata de un libro valiente y comprometido que narra una historia estremecedora y arriesgada. Maite Carranza nos ofrece un relato de impecable factura en el que no sobra ningún detalle. Lejos de sus novelas más frescas e irónicas, más mordaces y divertidas, la escritora barcelonesa apuesta por un drama que nos remueve todos los cimientos.
Palabra envenenadas nos ofrece la crónica de un día, un día distinto y especial en el que, para algunos, el tiempo corría en su contra y, para otros, parecía hacerlo a su favor. Ofrece además un ejemplo de perspectivismo porque el relato, escrito en 3ª persona y 1ª persona, permite conocer el punto de vista de tres personajes más el de la propia protagonista.
Bárbara Molina lleva 4 años desaparecida, desde que tenía 15. Todos creen que ha muerto, menos el inspector que llevó su caso, Salvador Lozano, quien, a punto de jubilarse, se resiste a dar por pérdida a Bárbara. A estos dos personajes se suman, Núria Solís, la madre de Bárbara, y Eva, quizás la mejor amiga de la joven, al menos, hasta que las cosas se torcieron.
Gracias a estos personajes vamos atando cabos y llegando a una conclusión que nos parece monstruosa y que queremos desechar, pero que se acaba imponiendo sobre las demás hipótesis.
Bárbara era una chica hermosa, una chica con un buen porvenir, especial, sin embargo su propio padre se encargó de anularla, de vejarla y de torturarla porque Palabras envenenadas pone el dedo en la llaga al referirse a los abusos sexuales que sufren aún muchos niños y niñas, Bárbara es un ejemplo de ello.
Harta de esas prácticas, llena de miedo, pensó en huir, pero su padre fue más rápido y acabó sepultándola en vida en una especie de zulo al que acudía para darle de comer y saciar sus perversiones; no obstante, Bárbara aún tiene esperanzas, pero Él (al que conocemos al principio por el uso en mayúsculas del pronombre personal), se encarga de hacerla pasar por mala, por la causante de todas las desgracias.
El inspector Lozano, un hombre cabal y muy humano, aún sabe que hay algo en la historia que no casa y esa última pieza del puzzle se la da Eva, la joven a la que Bárbara pide ayuda. Ha conseguido el móvil del su padre y, con mil penurias, realiza esta llamada que le salva la vida y cambia el rumbo de la vida de todos los implicados en la trama, del inspector, de Eva, de Núria y, por supuesto, de Pepe Molina, el supuesto padre estupendo, entregado solo a la causa de recuperar a su hija, amante de su familia y un cínico por emplear un calificativo suave.
Interesa mucho destacar el personaje de Núria Solís, la madre, a la que Pepe se ha encargado de anular, a la que ha ninguneado toda la vida, ha desautorizado y ha sometido ha toda clase de presiones. Esta mujer que toma tranquilizantes, que es una sombra de lo que era, que se fía de su marido aún… cuando descubre la verdad empieza a entender muchas cosas y retoma, con esfuerzo, su propia personalidad, coge fuerzas de su propia hija y entiende que tiene que actuar. Ella y el inspector son los que corren más para parar el tiempo.
Palabra envenenadas ofrece el retrato de una sociedad que se nutre de las falsas apariencias, de vive de espaldas a la verdad, que, a menudo, no quiere saber la verdad y se escuda en tópicos y en mitos.
Maite Carranza escribe sin que le tiemble el pulso, pero es elegante en su prosa, no busca el sensacionalismo, sino la verdad y la denuncia, por eso no entra en escenas que podrían ser truculentas, solo la esboza y más bien se centra en la psicología de los personajes de los que hace unos retratos excelentes. Aprendemos a conocer a Bárbara, la acompañamos en su encierro y nos sentimos impotentes como ella misma; pero apreciamos de verdad al inspector Lozano y deseamos que solucione el caso antes de jubilarse; entendemos a Eva, sus dudas y vacilaciones y le damos coraje para sumar dos y dos y, por fin, levantamos a Núria, le soplamos al oído que tiene que ser ella y nadie más quien proteja a Bárbara.
Sin duda, es una novela que va a conmover a quien la lea y que merece ser difundida porque, a menudo, la verdad que más duele es la que está escondida. Palabras envenenadas se lee deprisa, con el aliento contenido y el alma en vilo. Es una novela realista, con un final inesperado, aunque mantiene, eso sí, la llama de la esperanza.
http://www.culturamas.es/2010/05/03/palabras-envenenadas-de-maite-carranza/
Las Montañas de la Luna,
Francisco M. Marín,
Barcelona, Alba, 2000
Anabel Sáiz Ripoll
Berta acaba de cumplir 13 años y siente unos deseos irremediables de ver a su madre, que está de cooperante en Uganda. Así, emprende un viaje, a espaldas de su abuela que es quien la cuida y llega al país de sus sueños, aunque nada va a ser fácil.
Las montañas de la Luna, de Francisco M. Marín está escrito en forma de diario; por lo tanto en primera persona. Berta escribe en su diario la prodigiosa aventura que vivió durante el verano de 1999.
Ya en Uganda, descubre que su madre no está, puesto que se encuentra prestando sus servicios como enfermera en algún lugar de la Selva cercano a las míticas Montañas de la Luna. A Berta la quieren hacer volver a casa, pero ella se escapa, junto a unos amigos ugandeses que la acompañan y emprenden juntos un viaje que podemos calificar de iniciático puesto que les cambiará la manera de pensar y todos su valores.
De la mano de Berta, y siguiendo la ruta de los antiguos exploradores, entramos en un lugar aún virgen, aprendemos contener el aliento y a entender la belleza de la selva y sus peligros.
Gracias a sus amigos Mulu, Leo y Sengar descubre que lo distinto no tiene por qué ser peor, aprende a ser respetuosa, tolerante y, sobre todo, a valorar la amistad.
El relato está lleno de hermosas descripciones que nos permiten entender mejor el paisaje de Uganda y disfrutarlo, a la vez que la propia Berta.
Interesa mucho los pasajes que dedican a los cazadores furtivos, verdaderas lacras de los animales del lugar. Hay, asimismo, alusiones a los gorilas y al trabajo magnífico que realizó con ellos Dian Fossey.
Por último, es constante la referencia de Berta a un príncipe kabaka que, de alguna manera, la acompaña, no sabemos si de forma real o imaginada, a lo largo de su peripecia. Es este príncipe quien le hacer ver que no hace falta llegar a los sitios para apreciarlos, que el anhelo interno y los sueños son siempre superiores. Es lo que le pasa a Berta quien encuentra a su madre a un paso de las Montañas de la Luna. Como le dice el joven príncipe, cuando Berta sugiere que quiere subirlas, “Yo creo que las estás subiendo por dentro. Ellas te han guiado; has atravesado toda Uganda buscándolas. ¿De verdad merece la pena romper esa visión planteada? Los exploradores soñaron con ellas; mi pueblo soñó con ellas. Déjalas así, no luches contra lo imposible”.
El relato está narrado con gracia y agilidad, cualidades propias de Berta quien no deja de sorprenderse de todo lo que ve, pero que trata de integrarse y aceptar las nuevas realidades.
Las montañas de la Luna es, en definitiva, un libro de viajes, de aventuras, pero también un canto a los sueños y a las propias experiencias personales que nos hacen crecer por dentro.