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Diario en un campo de barro

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DIARIO EN UN CAMPO DE BARRO,

Ricardo Gómez,

Zaragoza, Luis Vives, 2002

 Anabel Sáiz Ripoll 

Nushi es una adolescente que, tras haber pasado un año acogida por una familia española, vuelve a su país, la ex-Yugoslavia, diezmada por la guerra y empobrecida. Allá están la aguardan sus padres y un hermano. Viven en un campo de refugiados que lleva por nombre “Amanecer-4”. Nushi se da cuenta de que las cosas han cambiado, de que su padre ha envejecido y tiene miedo, de que su madre rehúye hablar del hermano mayor ausente y que su otro hermano se siente mal en su presencia. Hay muchos flecos emocionales que cerrar y Nushi, con paciencia, poco a poco, va entendiendo el puzzle de la vida de los suyos en ese año en el que ella no estuvo. Escribe en su diario todas sus experiencias, sus sensaciones, la vida cotidiana en el campo y, sobre todo, escribe acerca de las huellas de la guerra que, ha acabado, es cierto, pero que sigue en las pupilas de todas las personas, que no se atreven a empezar de nuevo, que lo han perdido todo o que, sencillamente, no saben qué hacer con sus vidas.

Nushi escribe el diario y también se cartea con su familia de acogida, a quienes agradece su cariño y a quienes recuerda en la distancia. Ese diario es, en definitiva, el propio libro, testigo de una época que, por desgracia, no ha pasado del todo.

Diario en un campo de barro es un relato hermoso, escrito con transparencia, que se sitúa en la retaguardia, allí donde todos sufren, allí donde todos son solidarios en lo poco que tienen. Reconstruye la vida cotidiana en un campo de refugiados, habla de las rutinas que se establecen, de las carencias, de los deseos de volver al pueblo, al hogar… aunque no quede nada de él.

Nushi, poco a poco, reconstruye qué fue de la vida de los suyos en ese año dramático, se acerca a su hermano, aprende a ponerse en su lugar y salen los dos fortalecidos y con nuevos recursos emocionales. Descubre, por último, qué ocurrió con su hermano mayor, muerto de una manera dramática, atroz. Entiende que sus padres sean sombras de lo que fueron y saca ánimos para animarles a empezar de nuevo. Todos deciden volver a su pueblo… y ésa ya será otra historia.

Ricardo Gómez desaparece como narrador y cede su lugar a Nushi quien, de manera muy realista, va componiendo ese diario, testigo mudo de la evolución de la chica quien va caminando hacia su madurez.

De alguna manera el libro es también el relato de un viaje iniciático puesto que la Nushi casi niña que empieza a escribir el diario no tiene mucho que ver con la Nushi casi adulta que lo termina. Se da cuenta de que ella, de alguna manera, ha de empujar a sus padres al cambio y lo hace con determinación y esperanza.

Diario en un campo de barro nos recuerda que en las guerras los que sufren con las personas anónimas, esas que sienten que su vida se tambalea y no entienden por qué y es que no hay ninguna explicación. Las guerras todos las pierden. Seguro.

Las montañas de la luna

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Las Montañas de la Luna,

Francisco M. Marín,

Barcelona, Alba, 2000

 

Anabel Sáiz Ripoll

 

 

Berta acaba de cumplir 13 años y siente unos deseos irremediables de ver a su madre, que está de cooperante en Uganda. Así, emprende un viaje, a espaldas de su abuela que es quien la cuida y llega al país de sus sueños, aunque nada va a ser fácil.

Las montañas de la Luna, de Francisco M. Marín está escrito en forma de diario; por lo tanto en primera persona. Berta escribe en su diario la prodigiosa aventura que vivió durante el verano de 1999.

Ya en Uganda, descubre que su madre no está, puesto que se encuentra prestando sus servicios como enfermera en algún lugar de la Selva cercano a las míticas Montañas de la Luna. A Berta la quieren hacer volver a casa, pero ella se escapa, junto a unos amigos ugandeses que la acompañan y emprenden juntos un viaje que podemos calificar de iniciático puesto que les cambiará la manera de pensar y todos su valores.

De la mano de Berta, y siguiendo la ruta de los antiguos exploradores, entramos en un lugar aún virgen, aprendemos contener el aliento y a entender la belleza de la selva y sus peligros.

Gracias a sus amigos Mulu, Leo y Sengar descubre que lo distinto no tiene por qué ser peor, aprende a ser respetuosa, tolerante y, sobre todo, a valorar la amistad.

El relato está lleno de hermosas descripciones que nos permiten entender mejor el paisaje de Uganda y disfrutarlo, a la vez que la propia Berta.

Interesa mucho los pasajes que dedican a los cazadores furtivos, verdaderas lacras de los animales del lugar. Hay, asimismo, alusiones a los gorilas y al trabajo magnífico que realizó con ellos Dian Fossey.

Por último, es constante la referencia de Berta a un príncipe kabaka que, de alguna manera, la acompaña, no sabemos si de forma real o imaginada, a lo largo de su peripecia. Es este príncipe quien le hacer ver que no hace falta llegar a los sitios para apreciarlos, que el anhelo interno y los sueños son siempre superiores. Es lo que le pasa a Berta quien encuentra a su madre a un paso de las Montañas de la Luna. Como le dice el joven príncipe, cuando Berta sugiere que quiere subirlas, “Yo creo que las estás subiendo por dentro. Ellas te han guiado; has atravesado toda Uganda buscándolas. ¿De verdad merece la pena romper esa visión planteada? Los exploradores soñaron con ellas; mi pueblo soñó con ellas. Déjalas así, no luches contra lo imposible”.

El relato está narrado con gracia y agilidad, cualidades propias de Berta quien no deja de sorprenderse de todo lo que ve, pero que trata de integrarse y aceptar las nuevas realidades.

Las montañas de la Luna es, en definitiva, un libro de viajes, de aventuras, pero también un canto a los sueños y a las propias experiencias personales que nos hacen crecer por dentro.

 

 

 

 

 

 

Mi hermano el genio

 

Mi hermano el genio,

Rodrigo Muñoz Avia,

Barcelona, Edebé, 2010, Tucán.

 

Lola es una niña a la que le gusta el fútbol y juega en el equipo masculino de su colegio, porque no hay otras niñas que quieran jugar; pero ésta no es su preocupación. A Lola le preocupa no estar a la altura de las expectativas de su madre porque entiende muy bien que en el mundo hay dos categorías de personas, los genios y los demás. Entre los genios está su hermano Gracián, que es un virtuoso del piano y, entre los demás, está Lola y varios millones de personas. Lola lo cuenta de una manera divertida y directa, pero entendemos que esas comparaciones le hacen daño porque cada persona tiene su propia trayectoria y hay que evitar decir que uno es mejor que el otro, sobre todo, entre hermanos. No obstante, Lola se lo toma con humor y no siente celos de su hermano, en absoluto.

Mi hermano el genio, cuyas líneas argumentativas acabamos de trazar, ha obtenido el último Premio Edebé de Literatura Infantil, aunque es un buen alegato para padres y lectores mayores. A veces uno no se da cuenta de que sus palabras calan más hondo de lo que parece y es lo que le pasa a Lola.

Rodrigo Muñoz Avia se camufla tras la propia Lola, a la que le cede la palabra, ya que la novela está escrita en primera persona, y permite que se establezca un contacto directo entre la narradora y los lectores.

Gracián está ensayando todo el día y eso llega a ser molesto, para Lola y los vecinos, pero a su madre le resulta esencial. La madre de Lola es profesora de música y muy perfeccionista, su padre se lo toma todo con más ironía. Tanto es así que Lola toma clases de violín, instrumento para que cual, inicialmente, no está muy bien dotada, pero su madre así lo ha decidido.

La novela está llena de momentos tiernos, frescos, divertidos y realistas porque Lola, con la visión limpia que le da la edad, es la única que se da cuenta de que su hermano está agotándose de tanto ser genio. La bomba estalla cuando concursa para un premio muy importante y, a mitad del concurso, decide retirarse y dejar de hablar. Solo la intuición de la niña y su sensibilidad sacarán a Gracián del mutismo y darán una lección a sus padres. Por fin, de alguna manera, Gracián va a dejar de ser genio y empezará a ser una persona normal, como las demás.

Mi hermano el genio es una novela que habla de respeto hacia las propias características individuales de cada persona, sean hijos, hermanos o padres. No se puede obligar a nadie a que siga un camino que no le gusta puesto que fracasará; en todo caso, hay que acompañarlo en ese proceso, que es lo que, al final, hacen los padres de Lola con ella y su hermano. Es más, la niña nota que igual con el tiempo el violín le puede gustar.

 

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Bicicletas blancas

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BICICLETAS BLANCAS, de Marisa López Soria,
Madrid, Espasa-Calpe, 2001, (Espasa Juvenil, 148)

Anabel Sáiz Ripoll

“Bicicletas blancas” es una novela hermosa y llena de vitalidad. Roberto, el protagonista, nos narra un verano distinto que empezó de una manera más bien aburrida y acabó siendo una experiencia especial.
Los padres de Roberto deciden que amplíe sus estudios de inglés en Amsterdam, pero en compañía puesto que lo acompaña su madre, primero y después, su padre. Y eso a Roberto le parece terrible, no obstante, se lo toma con humor y acepta el cuaderno que le regala su abuela –aunque piensa que es un regalo trasnochado- para ir escribiendo sus impresiones acerca del viaje. Las escribe en 1ª persona, por supuesto, pero dirigiéndose a un tú que es su propia abuela… aunque con tota probabilidad ella no vaya a leerlo.
Poco a poco Roberto descubre las posibilidades de una ciudad como Amsterdam y se deja seducir por ella. Le gusta mucho la profesora que tiene de inglés, Shanti, quien le habla por primera vez de Ana Frank. Esta joven al principio no le interesa lo más mínimo, pero, a raíz de un resfriado, ha de pasar unos días en cama y comienza a leer el “Diario”. De esta manera, varios fragmentos del mismo pasan a forman parte del cuaderno de Roberto y enriquecen su propia experiencia, al tiempo que la maduran. Gracias a Ana, Roberto inicia un proceso de crecimiento personal, ya que se aleja de su propia realidad y empieza a darse cuenta de algunas injusticias y paradojas que se dan en el mundo. El cuaderno de Roberto, el libro en sí, se convierte, de esta manera, en un homenaje a la joven judía quien, en su “Diario”, nos transmite una lección de vida.
“Bicicletas blancas” además contiene muchas nociones de geografía holandesa, de cocina, de costumbres, pero no se convierte en un libro aburrido ni trasnochado puesto que Marisa López Soria reproduce, con gran habilidad, el discurso de un joven adolescente como Roberto quien, entre bromas y veras, va narrando ese verano especial.
Por lo tanto, el texto está lleno de coloquialismos, de giros propios del habla oral, de espontaneidad y de frescura.
“Bicicletas blancas” se destina a lectores a partir de 12 años; pero los posibles lectores ya adolescentes no se sentirán defraudados, ni siquiera los adultos, porque Roberto desgrana, con claridad, con una palabra afilada e irónica, algunas de las contradicciones de nuestra sociedad.

La ruta del huracán

La ruta del huracán, Care Santos,
Barcelona, Alba Editorial, 2000.

“La ruta del huracán” puede definirse como un libro de crecimiento personal, ya que nos habla de Aida, una joven de 13 años quien, gracias a un viaje, cambia su manera de entender el mundo y, lo que es mejor, el propio conocimiento que tenía de ella misma.
En primera persona, a través de un cuaderno que hace las veces de diario, Aida nos cuenta el viaje que realiza con su padrastro Nacho a El Salvador. Ambos viven una situación personal triste puesto que acaba de fallecer la madre de Aida. Nacho le regala un cuaderno a Aida y le ofrece la posibilidad de cambiar de aires y trasladarse por una temporada a El Salvador. Aida, poco a poco, va saliendo de su ensimismamiento y contempla con ojos asombrados todo lo que ve a su alrededor, gentes, cultura, tradiciones, usos idiomáticos… nada escapa de la mirada de la joven quien, además, escribe algunos correos electrónicos a una buena amiga, Helena, gracias a los cuales vamos entendiendo mejor la historia.
El viaje de Aida coincide con el paso del huracán Mitch por Centroamérica, de ahí el título del libro. Nacho ha aceptado una invitación para dar un par de conferencias sobre primates, el tema que le apasiona, a Costa Rica. No obstante, las comunicaciones se cortan, por el huracán y Aide, junto con su amigo salvadoreño Roque, deciden emprender el viaje de sus vidas en busca del padre. Así, pasan por Honduras y llegan a Costa Rica y son testigos de la devastación que ha ocasionado el huracán, de la miseria en la que viven muchas personas y de las terribles desigualdades sociales que Care Santos no soslaya en ningún momento.
Aida y Roque conocen a otras personas, la mayoría de las cuales les ayudan a llegar a su destino y descubren qué es el hambre, qué es la sed, qué es la sociedad, qué es la tristeza… Cuando llegan ya no son los mismos, son infinitamente mejores. Por fin, reencuentran a Nacho y pueden regresar, cerrando así el círculo del viaje iniciático.
Hay una serie de personajes ricos en la novela como es el mismo Nacho, Roque, el joven amigo de Aida y quién sabe si algo más y Marcela, la madre de Roque; aparte de los personajes que se van encontrando por el camino (Irving, Ro…) y que les ayudan a entender un poco más la naturaleza humana. “La ruta del huracán” es un libro que nos habla de respeto, de tolerancia, de comprensión, de igualdad y, por qué no, de justicia social.
“La ruta del huracán” va destinado a lectores desde 12 años en adelante, aunque, como decimos muchas veces, puede gustar al público en general. Contiene una lección vital, aunque huye de didactismos y de monsergas. Aida escribe de manera fresca, directa, llena de humor, a veces de ternura y, así, la autora logra transmitirnos de manera mucho más directa la peripecia de una niña que ya se está despidiendo de su niñez.
Interesa mucho destacar el conocimiento de la autora de la geografía y sociedad centroamericana y cómo describe el paisaje destrozado por la fuerza de la naturaleza. Como dice la propia Care Santos en su web, http://www.caresantos.com/Propuestas%20La%20ruta%20del%20huracan.htm:
“Conozco una estupenda forma de viajar: a través de los amigos, de nuestra gente especial. Muchas veces aprendemos a amar algunos lugares en función al cariño que tenemos a quienes los habitan. Algo parecido a eso me pasó a mí con América Central, donde tengo algunos amigos inolvidables: Alejandra Castro, Rafael Francisco Góchez, Roberto Cortés, Javier Alas… de su mano, en más de una ocasión, he recorrido las tierras de ese istmo que es Centroamérica, y de su mano espero volver muchas otras veces. He escrito mucho sobre esas porciones de tierra que son los países que lo firman: Guatemala, Honduras, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, Panamá… Y espero seguir haciéndolo”
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Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot

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DEL INCIERTO ENCUENTRO ENTRE DON GIOVANNI Y TURANDOT
DE DIMAS MAS, Bilbao, Verbigracia, 2004 (Perspectivas)

Anabel Sáiz Ripoll

La novela de Dimas Mas “Del incierto encuentro entre Don Giovanni y Turandot” que, aunque protagonizada por un chico de 16 años, no sabríamos decir si es propiamente literatura juvenil ya que supone, por parte de su autor, un ejercicio de estilo arriesgado y un planteamiento difícil y novedoso.
El relato está escrito en primera persona aunque no se trata de un discurso retrospectivo, sino que el protagonista va reflexionando mientras le suceden los acontecimientos; esto es, no cuenta las cosas pasadas, sino las cosas presentes y paralelas a su pensamiento; de ahí que muchas veces sea un discurso complicado, muy cercano al fluir de la conciencia y complicado de seguir porque el pensamiento, casi siempre, va más deprisa que la mano y es imposible retenerlo en un puñado de hojas.
Onésimo Recio Bobadilla –Boba para los amigos y Nesi para su madre- es un chico que podríamos calificar de conflictivo. Suponemos que cursa 4º de ESO y que repite, porque así nos lo deja entrever. Es un muchacho expedientado en múltiples ocasiones y resabiado de la vida. Parece que esté de vuelta de todo, aunque, realidad, no tiene ni idea de la vida; esa es la paradoja de la adolescencia que retrata, tan descarnadamente en este libro, Dimas Mas.
Se inicia el libro en septiembre, con el principio de un nuevo curso y la desgana de Bobadilla que lo observa todo con displicencia. No le gustan los profesores, los cuestiona, los humilla, los veja continuamente; no le gustan sus padres, es incapaz de entenderse con ellos, sobre todo con su madre; no se lleva bien con sus compañeros y persigue un sueño: conquistar a Angélica, la chica más lista del instituto, la más hermosa y la más esquiva.
El relato llega hasta las Navidades que son las peores para Onésimo, ya que sus padres descubren que ha estado viendo videos porno –eso para su madre es una sacudida emocional que la conmociona- y porque descubren que ha tenido relaciones íntimas con su tía Amparo, la hermana de su madre. Todo eso es motivo de escándalo familiar, aparte de que ha sido acusado de robarle dinero a la profesora de matemáticas y ha agredido al padre de una antigua novia suya, que lo amenazó a la salida del instituto.
La novela es muy dura en algunos momentos, aunque Dimas Mas ha diseccionado el pensamiento de un chaval de 16 años, que no encaja en su mundo, que se siente solo, que no encuentra la paz y que lucha por entenderse a sí mismo, aunque no lo consigue. De ahí el título del libro, ya que a Onésimo le gustó (o al menos le interesó) la ópera de “Don Giovanni” de Mozart y él, a sí mismo, se ve como ese Don Juan conquistador y castigador (incluso en una fiesta de disfraces se disfraza del personaje), aunque topa con la realidad y no sabe muy bien a qué carta quedarse. Todo para él es incierto, menos lo que puede ser su tabla de salvación: Angélica, quien, como se lee en la solapa del libro, es la verdadera “dama de hielo” pucciana, la verdadera Turandot.
El libro está escrito con soltura, siguiendo la jerga juvenil, lleno de vulgarismos, de palabras malsonantes, de palabras soeces, incluso; aunque así nos deja entender mejor, o intentarlo, el alma de un adolescente atormentado.