Las nuevas corrientes migratorias
JOSEP PLAYÀ MASET – Barcelona – 03/12/2007 La Vanguardia
Pese a la globalización, a la mejora de los medios de transporte y a las guerras, el número de migrantes en el mundo es muy reducido, apenas un 3% de la población mundial. Los controles fronterizos, las restricciones legales y también el apego al territorio – un sentimiento que no se modifica- reducen el número de desplazamientos, pero aun así se va forjando lo que Gérard-François Dumont, demógrafo y director de la revista Population et Avenir,ha definido como “las nuevas lógicas migratorias”.
Las cifras oficiales de la ONU hablan de 200 a 220 millones de inmigrantes instalados por un largo periodo de tiempo. El último informe de la OCDE, International migration outlook,señala que en el 2005 hubo cuatro millones de inmigrantes en los 30 estados de esta organización, un 10% más que el año anterior. Los flujos más importantes se dirigieron a Estados Unidos, España, Gran Bretaña y Canadá. Pero con relación al 2004, los países con un aumento más significativo fueron Irlanda, Corea y Nueva Zelanda. Según los datos presentados la semana pasada en el Institut Europeu de la Mediterrània, por Jean-Pierre Garson, jefe de la división de migraciones internacionales de la OCDE, el reagrupamiento familiar constituye la principal causa, y descienden las demandas de asilo (sólo 300.000, la mitad que en el 2004). La entrada de estudiantes aumenta ligeramente. Actualmente hay 4,3 millones de estudiantes extranjeros en la OCDE, la mayoría en Estados Unidos (un 25%), seguido de Gran Bretaña, Alemania y Francia.
Pero estos datos no incluyen la mayoría de los inmigrantes temporales, como los colombianos que vienen a la recogida de la fruta en España, ni los directivos y técnicos de multinacionales que hacen estancias cortas en países como China. Dumont considera que deberían añadirse otros movimientos transnacionales, como el de los turistas, en clara expansión. Sólo a Francia llegan cada año 60 millones de turistas, cifra equivalente a la de su población. Y junto a ellos deben situarse los cada vez más numerosos ciudadanos con doble residencia. Son los jubilados que viven unos meses en Alemania y otros en la Costa del Sol y los teletrabajadores que se pueden permitir pasar unos días en Londres y el resto del mes en la Provenza. Y aún debería sumarse la emigración clandestina. En Estados Unidos son diez millones de sin papeles. Y sólo en España hay cerca de un millón. Italia es el otro gran refugio de situaciones ilegales en la Europa del sur.
¿Crecerá la inmigración? Dumont considera que sí, especialmente por las nuevas lógicas migratorias. Junto a los factores tradicionales, de tipo político-religioso, económico y demográfico, aparecen otros: la libre circulación en determinadas áreas (UE, América y ahora China). la internacionalización de las nuevas tecnologías, la expansión de las empresas y las migraciones climáticas. Este último factor lo empiezan a descubrir los europeos del norte que pasan parte de sus vacaciones o de su tiempo laboral en el sur de Europa.
Un reciente informe de la Comisión Europea estima que la UE recibirá 40 millones de inmigrantes antes del 2050, pero que aun así no serán suficiente para compensar el envejecimiento de la población. En España, el economista Josep Oliver cifra en cuatro millones ese déficit antes del 2020. De ahí también la iniciativa de Bruselas de crear una tarjeta azul que facilite la entrada de extranjeros con estudios superiores.
Joaquín Arango, de la Universidad Complutense de Madrid, ha recordado que “en términos relativos la magnitud de los flujos migratorios ha tendido a reducirse”. Y el más claro ejemplo es Estados Unidos, que en el 1907 recibió 1.700.000 nuevos inmigrantes, un número nunca superado. Otros países que en su día acogieron gran número de inmigrantes, como Argentina, Brasil, Canadá o Australia, tampoco han vuelto a igualar esas cifras. En cambio, ahora hay una cuarentena de países receptores, distribuidos en cuatro áreas: Norteamérica, la UE, la zona petrolera del golfo Pérsico y la parte occidental del Pacífico. Aunque los dos grandes pasos entre sur y norte siguen siendo el río Grande (entre México y Estados Unidos) y el Mediterráneo (con tres zonas de paso por el estrecho de Gibraltar, el sur de Italia y Grecia).
Hay también un grupo de países receptores, que responden a fenómenos aislados, como son Israel, Costa Rica o la República Sudafricana. Y finalmente está el caso de Rusia, Ucrania, India y Pakistán, con un elevado número de migrantes de su entorno. Otro cambio en el mapa de las migraciones, señalado por Arango, es el de los países llamados de tránsito, cada vez más numerosos. Los jóvenes que huyen de Cachemira viajan hasta Etiopía y, de allí, a Senegal a esperar la oportunidad para saltar a España. Miles de subsaharianos pasan por Marruecos, Argelia, Libia o Egipto para llegar un día a Europa. Otros países convertidos en zona de paso son Turquía, Tailandia, Malasia y Argentina, aunque a veces las estancias de esos emigrantes se alargan meses y años.
Otros cambios afectan a la tipología. El inmigrante del siglo XXI encuentra más facilidades para mantener relaciones con su país. Llega con el móvil – aunque lo haga en patera-, mantiene el contacto familiar gracias a internet y puede viajar a bajo coste. “Eso significa que mantiene su doble identidad o doble territorialidad, lo cual no debe ser un obstáculo para la integración y además puede facilitar el codesarrollo”, añade Dumont. Otro de los debates se centra en el papel que tienen las remesas en el desarrollo de los países de origen. En el 2006, sólo desde la UE se enviaron 26.000 millones de euros.
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