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La acera rota

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LA ACERA ROTA.

Mercedes Neuschäfer-Carlón,

Vigo, Ediciones Cardeñoso, 2011 

 

Desde hace mucho tiempo, a la escritora ovetense afincada a Alemania, Mercedes Neuschäfer-Carlón, sus lectores y lectoras le pedían poder leer una de sus obras clásicas La acera rota. Se trata de un libro que, desde su primera publicación en 1986, en Granica, la colección Moby Dick, ha vivido distintos avatares. Así, también apareció en Mondadori en 1990 y en Gea (Oviedo) en 1995. Ahora bien, era ya imposible poder adquirir un ejemplar del libro, puesto que sus ediciones estaban ya agotadas.

Por eso, recibimos con agrado la noticia de que, finalmente, la escritora se haya decidido a reeditar su libro en Ediciones Cardeñoso. El volumen, impreso de manera sobria y elegante, acaba de publicarse con el título La acera rota. Memoria de un comienzo. La escritora, además, ha querido incluir sola una ilustración, sacada de su primera edición y ha dejado para la contraportada la opinión de diversas autoridades en torno a este libro sin edad.

La acera rota  es un libro imprescindible para entender a los niños que vivieron la Guerra Civil española, ya que la protagonista, Elena, nos ofrece, de una manera pura e inocente, pero real y también crítica, todos los matices que la propia Mercedes vivió en Oviedo, en donde pasó la contienda con su familia.

            Elena era una niña feliz, que tenía una hermosa casa –acabada de estrenar- y que vivía rodeada de atenciones; pero que también sufría porque era una niña imaginativa que pensaba en el infierno y en la muerte y que, con 4 años, eso le suponía un tormento. Ella juega a no pisar las líneas que forman la acera (de ahí el título de la novela), pero esa acera se rompe con la Guerra Civil y Elena, con su familia, vive momentos angustiosos, aunque nos los explica de manera reposada, asombrada y, a veces, insegura, como lo haría una niña aún pequeña.

            La novela está contada en 3ª persona, pero se lee como si fuese la propia Elena quien nos explicara su infancia porque, como dice la autora: “Es la historia de Elena, que ya no soy yo, pero cuya memoria forma parte de mí”.

La novela se divide en diez partes subdivididas a su vez en diversos capítulos y en ellos se desgrana la vida diaria de Elena, una niña que se abre paso en la vida y que aprende a ver las diferencias,  que existen personas ricas y pobres,  que no se permiten todas las ideas,  que hay gente  mezquina e ignorante, que para ella la vida nunca volverá a ser igual.

 La peripecia se sitúa entre 1934 y 1939 en Oviedo y otros lugares de Asturias, entre los 4 y 10 años de Elenita. Elena escucha, observa y lo absorbe todo con la mirada abierta y curiosa de una niña. Es una niña que pertenece a la burguesía media y que ha de aprender a ceder, a perder, a cambiar. Con la guerra se rompe la primavera y se pierden las ilusiones.

            Mercedes Neuschäfer-Carlón no quiere que su recuerdo se tiña de nostalgia ni de tristeza; de ahí que acuda a la técnica narrativa de esconderse detrás de una niña, aunque, claro, no siempre la respeta y muchas veces es la propia Mercedes, ya madura, quien hace alguna observación; pero en ningún momento la novela pierde su frescura y su gracia. Son varios los aspectos que podríamos tratar de La acera rota, que, es por así decirlo una novela iniciática porque Elena, al acabar la novela, es mayor, no sólo en años, sino en experiencia vivida, en saber acumulado y, sin embargo, eso no impide que siga conservando su inocencia o, al menos, la parte más pura de su alma.

            La autora hace un análisis psicológico de los personajes realmente espléndido. Es una novela que tiene varias lecturas ya que, dependiendo de la edad del lector, se profundizará en unos aspectos o en otros. Con ello queremos decir, como ya lo hemos hecho en otras ocasiones, que solo existe una buena literatura, sin necesidad de añadir infantil o juvenil. Y La acera rota, aunque está protagonizada por una niña, es una lectura recomendable para todo tipo de lectores puesto que, por decirlo así, se trata de un clásico. Y los clásicos no tienen edad.

 

El caso del loro que hablaba demasiado

El caso del loro que hablaba demasiado,

Jordi Sierra i Fabra, Barcelona, Siruela, 2011

 

 

 

Jordi Sierra i Fabra aborda el segundo caso de Berta Mir, El caso del loro que hablaba demasiado, con la misma frescura e intensidad que imprimió en el primer libro, El caso del falso accidente; aunque con mayor dominio, si cabe, de la psicología de la joven narradora y protagonista de la aventura, Berta. A Sierra i Fabra a veces se le ha acusado de superficialidad en el tratamiento de sus personajes. Creemos que nunca ha sido así puesto que él siempre ha dado libertad a sus criaturas y les ha dejado mostrarse –y evolucionar- gracias a sus palabras y comportamientos. Si lo que buscamos son grandes descripciones físicas y psicológicas no las encontraremos, pero sí hallaremos la creación de personajes redondos que, como le ocurre a Berta, van madurando y creciendo ante los ojos de los lectores.

Berta Mir, de 18 años, a la fuerza ha debido de hacerse cargo de la agencia de detectives familiar puesto que es la única fuente de ingresos que tiene. Claro que no es lo mismo perseguir a maridos infieles que introducirse en los trapos sucios de los Dalmau, una familia adinerada de la burguesía catalana, lo cual la llevará a destapar la caja de los truenos y a introducirse, de paso, en una red ilegal de importación de animales exóticos. Y todo porque Berta ha aceptado el encargo de una encantadora ancianita, Claudia Dalmau, a quien han robado su loro, un guacamayo de Spix valiosísimo.

Sierra i Fabra tiene la habilidad de introducirnos en distintos ambientes ya que su novela presenta una extraordinaria estructura que no deja ningún fleco suelto. Por un lado, Claudia y su vida como detective en la agencia Mir, ya que su padre, impedido en la cama poco puede hacer, aunque, eso sí, la ayuda de una manera muy peculiar. Por otro lado, Claudia y su relación con el grupo de música en el que toca, las ilusiones y las decepciones que ello conlleva, los amores y las frustraciones. Por otro lado, la familia Dalmau y todos lo que esconden unos y otros y que Berta, de una manera entre ingenua e inconsciente descubrirá. Y, por supuesto, la relación de Berta con el policía Sanllehí, con quien tiene una especie de tira y afloja, aunque siempre por supuesto, Sanllehí es una especie de protector de la joven. Vemos trasvasadas al policía algunas de las cualidades de Sierra i Fabra y de las ideas que siempre ha defendido con vehemencia. Vehemencia que, por supuesto, no falta en la novela.

El caso del loro que hablaba demasiado, escrito en primera persona, atrapa en cinco intensos días, como indica el título, la aventura de un loro que no es que hablase demasiado, sino que provocó mucho qué hablar. El texto se lee con rapidez y combina distintos géneros, el de la novela negra y de detectives, con el del viaje iniciático y la novela realista y aún se podría apelar a otros registros como el sentimental y emotivo del que el libro no está exento.

La crítica de Sierra i Fabra más directa se centra en los traficantes de animales exóticos y no escatima palabras ni ejemplos para mostrar esa realidad que existe en nuestro mundo. Ahora bien, como acabamos de decir, no deja ningún fleco suelto y no descuida para nada el aspecto más personal y humano ni de Berta Mir ni de los personajes que la rodean, la arropan, de alguna manera.

El caso del loro que hablaba demasiado, en suma, se lee con creciente interés, con el aliento contenido, incluso, pero con el suficiente reposo y calma como para descubrir la personalidad de Berta, una joven que, poco a poco, va madurando y va creciendo. Berta acepta que las cosas no siempre son blancas o negras, empieza a comprender a su madre, a su abuela y ella misma se descubre actuando de una manera acaso impulsiva, pero siempre positiva. Y es que Berta va siempre en línea recta, sin pensar en las posibles consecuencias. Por eso cae simpática al lector y, por eso, sin duda, el policía Sanllehí acaba protegiéndola y haciendo la vista gorda en más de una ocasión. Y es que, repetimos, las apariencias pueden engañar –y de hecho engañan-.

Se trata, en suma, de una extraordinaria novela que gustará a los seguidores del escritor todoterreno barcelonés, pero puede causar adicción en lectores que nunca o poco se hayan acercado a Sierra i Fabra. Lo advertirmos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las aveturas de Tom Sawyer

Las aventuras de Tom Sawyer,

 un clásico lleno de humor, sin paternalismos

 

Anabel Sáiz Ripoll

 

 

 

El norteamericano Samuel Langhorne Clemens (1835-1910) fue una persona genial, humorista y vital. Vivió en los años de la guerra de Secesión de los Estados Unidos. A lo largo de su vida ejerció los más diversos oficios o roles, como el de conferenciante, periodista y piloto naval, pero también fue vagabundo. Su seudónimo “Mark Twain” (¡marca dos!) viene de su experiencia como piloto naval, ya que es la expresión que se empleaba al medir la profundidad del agua con la sonda.

Buen conocedor de la orilla del Mississipi, cuando todavía era la frontera del Oeste americano, escogió ese rudo ambiente aldeano como telón de fondo para sus dos novelas, Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.

Se trata de dos clásicos, en toda la extensión del término, ya que son dos novelas que han sido objeto de innumerables versiones, traducciones, así como adaptaciones al cine o al teatro. En la mente de todos está la figura de Tom, un niño travieso que prefiere vivir imaginativamente a hacer las cosas que se esperan de él. Así, en Las aventuras de Tom Sawyer se narran la vida y aventuras de Tom y Huck quienes realizan divertidas aventuras. Huckleberry Finn es la novela americana más larga de su tiempo. En ella Huck narra la aventura de su escapatoria por el río, en compañía de un esclavo fugitivo.

Tom vive con su tía Polly, una buena mujer que trata de enderezarlo, aunque él se pasa todo el día pensando qué travesura poder realizar. Y es que no hace falta irse a ningún punto extremo del planeta para vivir al límite, eso Tom lo sabe muy bien, puesto que él, sin moverse de su pequeño pueblo, es capaz de ser un bandolero o un indio e, incluso, un buscador de tesoros. Tom se enamora también de una niña, Becky, a quien idealiza en extremo y con quien vive más de una aventura. También tiene un hermanastro, Sid, quien se pasa el día espiándolo. Y, sobre todo, tiene un amigo, Huch Finn, que es un muchacho que vive solo, que no tiene casa ni familia, pero que se siente feliz. Juntos se lo pasan muy bien. No necesitan grandes cosas para disfrutar de la vida, con unas cuantas piedras, cuerdas o cosas de lo más insospechado organizan los escenarios de sus aventuras. Ahora bien, no todas las experiencias que viven son imaginarias, algunas resultan peligrosas y los ponen en situaciones realmente comprometidas. El indio Joe, el personaje siniestro de la obra, se encarga de ello.

Mark Twain escribe sin fórmulas paternalistas, dirigiéndose a todos los lectores, haciendo que lo que cuenta pueda leerse de forma fácil y resulte divertido, porque lo que le interesa al autor es conectar con el público y eso lo logra de sobras, a bese de su humor, de su ironía, de su crítica y de sus grandes dosis de imaginación. Mark Twain, no obstante, también describe un tiempo que ya se fue y una forma de vivir muy alejada de la nuestra, pero que, sin embargo, nos llega a resultar entrañable y, a la vez, fascinante.

Como ocurre con los grandes clásicos, estas nos novelas no fueron escritas inicialmente para los jóvenes, pero hoy son unas de las grandes novelas juveniles de todos los tiempos. Gracias a su lectura, jóvenes y adultos, se congraciarán con la buena literatura y disfrutarán de una de esas lecturas sin edad, que hermana a todos y que gusta por igual.

Hay muchas ediciones de Las aventuras de Tom Sawyer. En castellano, la editorial Anaya ofrece una buena traducción, en la colección “Tus libros”. No obstante, la muy reciente traducción al catalán (2010) a cargo de la también escritora Maria Antònia Oliver es una verdadera joya bibliográfica. Las dos novelas se presentan en un estuche, de manera sobria y rigurosa, ya que la traducción es impecable y logra recrear esos guiños que Mark Twain lanza al lector continuamente, en los que refleja su propia infancia. Aparte, las ilustraciones de Meritxell Ribas Puigamal, en blanco y negro, tratan de reproducir, no los aspectos más realistas, sino acaso aquellos más expresionistas y hacen que la edición, preparada por La Galera, sea doblemente valiosa.

La Galera también auspicia una adaptación de Las aventuras de Tom Sawyer, a cargo de Xosé A. Neira Cruz e ilustraciones de Javier Andrada, destinada a los lectores desde 8 años. Es, por así decirlo, una introducción infantil al clásico, en la colección Pequeños Universales (2008). No obstante, pese a la brevedad del texto, éste contiene todos los ingredientes de la historia y permite que los niños vayan entrando en la atmósfera del relato original y, sin duda, sientan ganas, con el tiempo, de leer toda la novela.

Sea como sea, Las aventuras de Tom Sawyer nunca pasarán de moda, porque no es posible que pasen de moda ni la imaginación ni la fantasía ni la lealtad ni la valentía ni otras cualidades que hacen que el ser humano pueda sentirse orgulloso de su condición, aunque, cierto es, el mundo adulto que describe Mark Twain es, a menudo, absurdo y poco razonable. No obstante, la infancia queda a salvo y es el espejo en el que todos los lectores nos miraremos.

El bosque de los árboles muertos

 

 

El bosque de los árboles muertos,

Ana Alcolea, Madrid, Anaya, 2010, (Espacio Abierto, 145)

 

Anabel Sáiz Ripoll

 

La autora que hoy nos ocupa está de actualidad puesto que acaba de ganar el VIII Premio Anaya de Literatura Infantil y juvenil con su obra La noche más oscura, destinada a lectores desde 12 años.

Ana Alcolea, en El bosque de los árboles muertos, retoma motivos que nos son familiares de sus anteriores obras como El medallón perdido y El relato de Carlota. La autora va creando, libro a libro,  su propio universo literario con un estilo personal y lleno de sugerencias.

En esta ocasión la joven protagonista, Beatriz, contra su voluntad, viaja a Escocia para pasar sus vacaciones de verano. Ha suspendido el inglés y su madre ha decidido enviarla a casa de una amiga para que practique el idioma. Beatriz se lo toma con bastante malhumor, aunque, ha de cambiar de idea a lo largo del relato y es que ese verano será tan especial que, al final, Beatriz acabará madurando y aprendiendo mucho acerca del alma humana y de su propio pasado.

Como ocurría en las dos novelas anteriores de Ana Alcolea, esta vez también se trata de un viaje iniciático, aunque mezclado con el misterio y la aventura.

Beatriz viaja con su familia de acogida, formada por los padres, un joven de su edad, Peter, y dos pequeños gemelos, hacia un antiguo castillo escocés, lejos del mundo y de la vida, para pasar el verano. Poco a poco, se va empapando del ambiente del lugar y a involucrarse en las historias del pasado. La esposa del capitán, dueño del castillo, Renata, murió hace años, aunque, de alguna manera, se aparece a Beatriz, a Peter y a los hermanos gemelos. El color amarillo de su traje, unas cartas que guardó y las fresas salvajes que tanto le gustaban se convierten en símbolos de su vuelta al mundo de los vivos. No obstante, esta aparición fantasmal no está descrita con aspavientos narrativos, sino de forma muy sencilla y realista. El mundo de los vivos y los muertos parece mezclarse en la novela y no solo en forma de recuerdos, sino de una manera más directa.

Cuando Beatriz, con la ayuda de Peter, averigua el enigma de Renata, a la vez, aprende mucho más de sí misma porque, y eso sí es el destino, el padre de Renata es el mismo idealista inglés, miembro de las brigadas españolas, que luchó en la guerra civil y conoció a la bisabuela de Beatriz con quien tuvo una hija, su abuela, aunque ésta no llegó a conocerlo. Renata y su abuela murieron el mismo día, un 10 de julio, y estaban unidas por algo más que el azar, ya que son hermanastras.

En El bosque de los árboles muertos, como acabamos de ver, se alude también a la Guerra Civil española y a un escritor muy importante, Georges Orwell, quien también luchó por la causa republicada y se retiró a una isla muy cercana al castillo en que veranean Beatriz y sus amigos.

La novela se lee de manera rápida y fluida. Uno de sus aciertos es que maneja distintos tiempos, el presente y el pasado; así, de manera paralela, el lector asiste a la historia de Renata y también a las pesquisas de Beatriz y Peter. Ana Alcolea impregna el relato con una atmósfera de suspense y eso hace que se lea con creciente interés.

Por otro lado, la evolución psicológica de Beatriz está bien trazada. El resto de personajes también cobran importancia, aunque, por supuesto, el más mágico de todos es la figura de Renata.

En definitiva, el lector que entre en el mundo de El bosque de los árboles muertos no quedará defraudado; es más, tendrá ganas de averiguar más acerca del resto de los personajes y se preguntará si entre Beatriz y Peter habrá algo más que la amistad. Eso, tal vez, lo averigüemos en otras entregas.

Queremos, por último, comentar las espléndidas descripciones que traza la autora. La Escocia profunda, más agreste y cercana a los orígenes, con su vegetación autótona –el brezo- y sus habitantes hechos al trabajo y a la sobriedad, quedan perfectamente retratados en la novela.

Platero y yo

En la Navidad de 1914, ediciones de La Lectura, de Madrid, publicó en la colección Juventud Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. No se trata de un libro estrictamente infantil, aunque los niños se lo han apropiado, como tantos otros clásicos. El propio autor afirmaba que los niños podían leer de todo, con las consabidas excepciones y añade, en la advertencia que incluye en su edición de Platero y yo, sabedor de que su lectura se orientaba hacia el público infantil: “… no le quito ni le pongo una coma”.

Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez

 

Juan Ramón Jiménez suele calificarse como un poeta difícil, pero de fina sensibilidad. Destinaba sus obras “a la inmensa minoría” y buscaba siempre la perfección. El poeta andaluz fue galardonado en 1954 con el Premio Nobel de Literatura, como escritor “soñador e idealista”.

Para Juan Ramón, que fue un aristócrata del verso, el arte es algo selecto que ha de orientarse a la perfección, la cual se logra, no con artificios, sino empleando palabras sencillas y naturales. El poeta fue un artista exigente consigo mismo y con los demás.

Este andaluz universal, tuvo una salud delicada, presidida por distintas crisis espirituales. Sus inicios pueden calificarse de modernistas, aunque no con un Modernismo rutilante, sino con ese otro Modernismo más íntimo y sobrio, muy en la línea de Bécquer. Precisamente a esta primera etapa corresponde el libro que hoy estamos recomendando

Platero y yo, subtitulado “Elegía andaluza”, puede calificarse de poema en prosa, ya que contiene un ritmo y una candencia que así lo atestiguan. Se trata de un libro traducido y publicado en varios idiomas. Es un texto que ha sido muy empleado en los colegios de este país para introducir a los niños en la lectura. Los que ya tenemos unos años, aprendimos, en las páginas de lecturas escolares, a amar a este borriquillo suave como el algodón.

La obra, organizada en 138 breves capítulos, mantiene un breve esquema argumental, la amistad del poeta con el borriquillo de Moguer. No obstante, es mucho más que eso, porque, gracias a estos cuadros poéticos, el poeta refleja sus propias vivencias, su mundo íntimo, tan delicado y profundo, sus anhelos, sus pesares. Juan Ramón llena de poesía cualquier elemento y nos ofrece un retablo poético lleno de ternura, melancolía y nostalgia. No es un libro alegre Platero y yo, sino que es un texto reflexivo, sobrio, cuajado de añoranza. No obstante, la presencia del borriquillo ha hecho que se destine a los más pequeños. No nos parece mal, no obstante, ha de haber un adulto cerca para orientarlo, para hacerle entender algunas escenas, para ayudarlo a adentrarse en el mundo en donde la vida y la muerte van de la mano, porque Platero muere y eso hace que el delicado entramado que ha tejido el poeta sufra un hondo revés.

 Cabe añadir una particularidad conocida de todos y es que Juan Ramón no empleaba la letra “g” cuando se refiere al sonido “j”. Conviene explicárselo a los niños antes de iniciar la lectura.

Hay muchas ediciones del texto. No obstante, la de la Editorial Juventud, publicada en este mismo año 2010, se muestra respetuosa con el original, no adapta el texto y no pone intermediarios entre Juan Ramón Jiménez y los lectores. Añade, eso sí, el matiz importante de las ilustraciones, a cargo de Jordi Solano, quien, en blanco y negro, con tonos grises, va reproduciendo ese clima evanescente que describe Juan Ramón Jiménez. Gracias a Platero y yo penetramos en el ambiente sereno de un pueblo marinero, lleno de luz, de colores. Por lo tanto, Jordi Solano hace bien en no cargar sus ilustraciones, ya que las palabras de Juan Ramón están suficientemente coloridas para que el lector imagine el escenario o lo intuya. Interesa destacar también la reproducción que hace el poeta del habla andaluza, con su especial cadencia.

Platero y yo, en suma, es un libro que contiene historias sencillas, historias cotidianas de Moguer. Juan Ramón, con una especial mirada, convierte los aspectos cotidianos en trascendentes. La metáfora y la poesía hacen de este texto un auténtico festín para la sensibilidad.

Lior

Lior de Núria Pradas. Cruïlla, SM, (14 2002), Vaixell de vapor, 67. 144 pp., 7.95€. En catalán.

Por Anabel Sáiz Ripoll.

Lior, de Núria Pradas, es una novela que continúa entusiasmando a sus lectores. Publicada en 1995, Lior se sigue editando porque su lectura cautiva a los niños y jóvenes y, por supuesto, a los adultos.

Se trata de una novela de ciencia-ficción que acaba trascendiéndose porque todo el relato no es otra cosa que una bella alegoría en torno a la libertad. Frente a un mundo gris y anónimo en que la impersonalidad es la nota dominante, en que las emociones han desaparecido por completo; frente a un mundo que supone que es más importante ser responsable que amar… se sitúan Lior y sus amigos, los resistentes, aquellos románticos que creen en un mundo mejor y que defienden a ultranza sus cualidades humanas.

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Publicado por Blogger para El Blog de Pizca de Papel el 12/06/2010 10:20:00 AM

 

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Abdel

Abdel

 

de Enrique Páez.

 

Madrid, SM, 1994, (34, 2010).

 

112 pp., 7.95€.

Por Anabel Sáiz Ripoll.

Abdel es un libro emocionante de esos que crean lectores. Su autor, Enrique Páez, logra imprimir al relato un tono tal de humanidad que lo acerca al lector desde el primer momento. Está recomendado para niños a partir de 12 años, aunque, como siempre se dice, la cuestión de la edad es más un trámite editorial que real. Pensamos que Abdel puede gustar –y mucho- a los adolescentes, dado la trama que maneja…

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Publicado por Blogger para
El Blog de Pizca de Papel el 11/15/2010 09:10:00 PM

Los Viajes de Gulliver

Por Anabel Sáiz Ripoll.

¿Quién dice qué han de leer los jóvenes o por qué? ¿Acaso se puede vetar la libertad lectora? Muchos de los considerados clásicos juveniles fueron escritos para los adultos, pero, por diversos motivos, han pasado a formar parte de la cultura juvenil. Es el caso de Los Viajes de Gulliver. Su autor, Jonathan Swift (Dublín, 1667), dado su carácter, no pensó en los lectores jóvenes al escribir su acerada obra, sino más bien pretendió fustigar la sociedad en la que vivió y poner en evidencia sus defectos. Swift publicaba bajo seudónimo para poder recrearse más en la crítica. Persona destacada en la literatura y política de su tiempo, de gran capacidad intelectual y pluma afilada, fue sacerdote anglicano y, a partir de 1713, ejerció como Deán de la catedral de St. Patrick, en Dublín. Sus capacidades mentales fueron mermando en sus últimos y se le incapacitó en 1742, pocos años antes de su muerte…

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Publicado por Blogger para El Blog de Pizca de Papel el 11/04/2010 12:48:00 PM

Proyecto Amanda

Invisible
de Melissa Kantor.
Madrid, SM, 2010 (Proyecto Amanda).
414 pp., 15.95 €.
A partir de 12 años.

Por Anabel Sáiz Ripoll.

Invisible es el primer título del “Proyecto Amanda”, una serie de ocho títulos, muy ambiciosa, que contempla elementos de narrativa colaborativa. Va destinada a jóvenes desde los 12 años y viene acompañada de todo un aparato digital, ya que hay una web, por la cual se puede participar en una red social, relacionada, con el relato. El lector puede acceder a los blogs y realizar, no sólo descargas digitales del texto, sino aportaciones a los siguientes relatos. Pensamos que es una manera de incentivar la lectura muy interesante, ya que se acerca a las herramientas que manejan nuestros jóvenes, nativos digitales.

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Más información en http://www.proyectoamanda.com/


Publicado por Carmen Fernández Etreros para EL BLOG DE PIZCA DE PAPEL el 9/30/2010 09:08:00 AM

Don Quijote de la Mancha

Por Anabel Sáiz Ripoll.

Don Quijote de la Mancha es uno de los libros sobre los que más se ha escrito. Se trata de la obra maestra de Cervantes y, en definitiva, es también la primera obra maestra de la literatura universal moderna. Cervantes tiene 57 años cuando apareció la primera parte en 1605. Llevaba 20 años sin publicar (desde La Galatea). Su publicación causa interés y envidia. El público acoge bien la obra. Así, en 1605 se sucedes 6 ediciones, impresas por Juan de la Cuesta y editadas por el librero Francisco de Robles. En 1612 se traduce al inglés y en 1614 al francés…

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Publicado por Carmen Fernández Etreros para EL BLOG DE PIZCA DE PAPEL el 9/26/2010 01:51:00 PM