La isla de Nuncameolvides

la-isla

La isla de Nuncameolvides,

De Ricardo Gómez,

Zaragoza, Edelvives, 2004, (Alandar, 58)

 

La isla de Nuncameolvides es un canto a la amistad y a los sueños. Ricardo Gómez, en 72 breves capítulos, nos ofrece una historia poética, en la que los personajes adquieren una dimensión humana extraordinaria. Fabio, un marinero que nació tierra adentro, estuvo a punto de morir de niño y salió de la enfermedad con la firme convicción de que vería el mar y no solo lo vio, sino que, como hemos dicho, se hizo marinero y viajó por todos los mares. Fabio acabó viviendo en una casa, enclavada en un pueblo de costa, porque de allí era su mujer, Luisa, quien murió, pero que, de alguna manera, sigue presente en todas las acciones y pensamientos de Fabio. Este hombre, de carácter algo huraño y reservado, siente una devoción inmensa por las plantas y a ellas dedica parte de su tiempo, cuidándolas y mimándolas. Su casa es un jardín botánico en donde crecen especies de todos sus viajes. Tanto es así, que dos niños, Mario y Nieves, vecinos suyos, acaban rompiendo con esa imagen de lobo de mar feroz que tiene Fabio y se convierten, si no en los hijos que él no tuvo, sí en una especie de nietos.

La lección que nos da Ricardo Gómez es que, a cualquier edad, florecen las ilusiones y surgen los proyectos, ya que, de una manera casual, por el naufragio de un barco, Fabio recibe el mapa de una isla, la isla de Nuncameolvides y, contra todo pronóstico, se embarca con Sirimavo, un marino extranjero que se comunica con gestos porque es mudo. Juntos realizan las proezas que nadie pensó, ya que casi dos “viejos”. Ambos viajan al otro lado del mundo, no una, sino tres veces, para descubrir que la isla, en donde viven los sueños, las esperanzas, lo que quisimos ser y no fuimos, está más cerca de lo que creíamos.

En el relato abundan los símbolos, así el mar, símbolo de lo eterno y a la vez cambiante; las ballenas que acompañan a Fabio en su periplo; el árbol que planta en la tumba de su mujer; las dos plantas que le regala la maestra, Aurora, con quien Fabio vive un amor otoñal, las palabras de Sirimavo no pronuncia, pero que todos entendemos; la relación con el pueblo “inuit” y un sinfín de detalles que hacen de La isla de Nuncameolvides un relato diríamos que iniciático, aunque Fabio ya es mayor, pero aún tiene mucho qué aprender y demuestra es capaz de ponerse metas y alcanzarlas.

Quisiéramos comentar el valor estilístico del relato. Los capítulos, ya hemos dicho, son breves y domina la tercera persona, con la inclusión de pequeñas reflexiones, al hilo de la historia, de los hermanos Mario y Nieves que, en cursiva, nos reproducen sus diálogos y la especial relación que tienen con Fabio, a quien le cuidan las plantas en su ausencia. El texto, por otro lado, está escrito de manera aparentemente sencilla, con frases breves, con un tono muy cercano y conmovedor, aunque, si lo leemos bien, veremos que Ricardo Gómez ha buscado la brevedad para llegar a la esencia, para extraer todo lo accesorio y dejarnos, solos, ante el relato. Las descripciones son básicas en el libro, pero sobre todo los detalles que tienen que ver con los sentimientos, con el paisaje anímico de los personajes.

En suma, un libro que habla de las relaciones entre personas de distinta edad, de que el amor puede llegar en cualquier momento, de que la muerte ha de ser vivida con entereza, de que los sueños existen y pueden marcar toda una vida. “La isla de Nuncameolvides” es una historia que gustará a todo tipo de lectores, puesto que enlaza directamente con el corazón de quien la lee.

 

 

Deixa un comentari