“LA DAMA DEL ALBA”, DE ALEJANDRO CASONA
Madrid, Cátedra, (21 2003), (Letras Hispánicas, 202)
ANABEL SÁIZ RIPOLL
Hace poco más de cinco años se celebró el centenario del nacimiento de Alejandro Rodríguez Álvarez, Alejandro Casona, uno de los dramaturgos más notables de las letras hispanas. Bueno es que recordemos aquí “La dama del alba”, que es acaso su obra más hermosa. Añadiremos que Alejandro Casona pasó buena parte de su vida en el exilio a raíz de la Guerra Civil.
“La dama del alba” es una pieza teatral dividida en cuatro actos que mantiene una lectura silenciosa sin perder un ápice de belleza. Por supuesto, el teatro se escribe para ser representado; pero hay obras que te dejan un poso tan hondo que es gratificante releerlas para recrearnos en ellas. Eso ocurre con “La dama del alba”.
La obra se centra en Asturias, la tierra del autor, y nos habla de una tragedia familiar. La Madre ha perdido a Angélica –supuestamente ahogada en el río- y no levanta cabeza ni permite que los demás lo hagan. A su alrededor, Telva, la vieja criada, mujer de una pieza, positiva, animosa, pese al fallecimiento de sus siete hijos en la mina; el Abuelo, un hombre de grandeza extraordinaria, los niños y Martín, el viudo de Angélica, aparentemente desconsolado. En torno a Angélica se ha tejido una leyenda que es falsa y que el lector o el público desvelará, pero que empieza a resolverse con la llegada de Adela quien, poco a poco, desplaza el recuerdo de Angélica. No obstante, y eso es lo más poético, lo que era una farsa, acaba siendo realidad y Angélica de verdad protagoniza su propia leyenda llena de grandeza.
La Peregrina es el personaje central de la obra. Se trata de la Muerte personificada; pero es una muerte bondadosa, que lamenta su trabajo. Una muerte que quisiera estar siempre lejos de los niños. Una muerte que envidia la vida, que desearía ser capaz de amar y que cuando ríe se sorprende a sí misma. Esta Peregrina se siente feliz cuando el abuelo la llama Mujer, que es lo que ella anhela ser.
“La dama del alba” es un texto lleno de poesía, de figuras retóricas (metáforas, sinestesias, metonimias…), con profusión de refranes (en boca de Telva) y con algunas referencias a leyendas asturianas. La Noche de San Juan, noche mágica donde las haya, preside el retorno de Angélica y el desenlace más esperado por la madre: la aparición de su cuerpo intacto, milagrosamente bello pese al tiempo que ha pasado.
Para acabar quisiera señalar que no he escogido esta obra de manera casual, sino para dejar bien claro que la muerte, a menudo, es mucho más clemente, más humana y más tierna y comprensiva que ciertas personas, que ni merecen este calificativo. Me refiero, es obvio, a los que han causado los execrables atentados terroristas en Madrid el pasado 11 de marzo. De alguna manera la literatura, que refleja la sociedad, no puede permanecer al margen. Por eso recomiendo “La dama del alba” que es sinónimo de paz, de poesía y de belleza. Transcribimos un fragmento del diálogo en el que la propia muerte, la Peregrina, lamenta lo que muchas veces sucede en su nombre:
“ABUELO: No me fío de ti. Si fueras leal no entrarías disfrazada en las casas, para meterte en las habitaciones tristes a la hora del alba.
PEREGRINA: ¿Y quién te ha dicho que necesito entrar? Yo estoy siempre dentro, mirándoos crecer día por día detrás de los espejos.
ABUELO: No puedes negar tus instintos. Eres traidora y cruel.
PEREGRINA: Cuando los hombres me empujáis unos contra otros, sí. Pero cuando me dejáis llegar por mi propio paso… ¡cuánta ternura al desatar los nudos últimos! ¡Y qué sonrisas de paz en el filo de la madrugada!”