De Vicente Muñoz Puelles,
Algar, 2009 (Algar Joven, 39).
Anabel Sáiz Ripoll
En el año del centenario de Darwin, este libro resulta muy oportuno ya que nos ofrece una perspectiva distinta del sabio naturalista, autor de “El origen de las especies”, puesto que quien lo escribe es su ayudante, Syms Covington, quien, de alguna manera, desvela algunos misterios y pone en su sitio a Darwin puesto que, detrás de un gran trabajo, siempre hay unos grandes ayudantes.
Syms se siente decepcionado cuando compra un ejemplar de “El origen de las especies” y observa que no aparece citado por ningún sitio. Eso le lleva a escribir a Darwin una larga carta en donde le recuerda su papel, tan importante o más, en esa aventura fascinante que cambió la historia y que tuvo como medio de transporte al barco “Beagle”, del que el joven Syms, en 1831, era el grumete. Pronto Darwin, que tenía 22 años entonces, se fijó en él, por su pulcritud y su buena disposición y lo contrató como ayudante. Desde entonces, Syms siguió al naturalista y fue su sombra y también, según cuenta el libro, uno de los promotores de las teoría de Darwin. Syms lo ayudó a cazar, a disecar, a despellejar, a clasificar y a organizar todo el material inmenso que haría que cambiara, como hemos dicho, la historia, puesto que, gracias a estas especies, se originó la teoría de la evolución, tan alejada de las ideas religiosas, imperantes entonces.
“El ayudante de Darwin” es una larga carta en la que Syms repasa su propia historia y, a la vez, la de Darwin. Se trata de un relato vivo, lleno de curiosidades, que pudo o no ser real, pero que, en cualquier caso, introduce al joven lector en un mundo fascinante. El acierto es que quien narra la historia, ya mayor, lo hace siguiendo las vivencias que sintió y protagonizó cuando era un chaval de poco más de 15 años, la edad que pueden tener los lectores del relato.
Vicente Muñoz Puelles imagina una ficción, tras un personaje que existió realmente y del que se conserva el diario. “El ayudante de Darwin” es un libro emocionante que desvela la otra cara de los investigadores, la cara más humana, puesto que Darwin, como cualquier persona, tuvo sus claros y sus oscuros. Eso no desmerece su talento, en absoluto, simplemente lo humaniza y lo acerca a los lectores jóvenes.