LA NOCHE QUE WENDY APRENDIÓ A VOLAR
DE ANDREU MARTÍN, ALGAR, 2007
Anabel Sáiz Ripoll
Andreu Martín (Barcelona, 1949) ha ganado con la novela que estamos reseñando el Premio Bancaixa de Narrativa Juvenil 2006. Sabido es que Andreu Martín es un maestro de la novela negra, aparte de ser uno de los padres –junto a Jaume Ribera- del detective Flanagan.
En “La noche que Wendy aprendió a volar” nos pone frente a una joven agente, Wendy, quien, aventuramos, aún habrá de protagonizar muchas historias tan trepidantes como ésta. La cualidad de Wendy, que lleva un nombre curioso extraído de “Peter Pan”, es que se trata de una joven –que en la noche en que transcurre la acción cumple 23 años- llena de miedos, de dudas, muy alejada de las heroínas intachables y, sin embargo, esto la hace más humana y la acerca al lector.
Roger y Wendy inician lo que iba a ser una noche más de patrulla, aunque se rompen los pronósticos. Para empezar, Roger confiesa a Wendy que está enamorado de otra y Wendy se siente traicionada. Después, tienen un aviso de un sesenta (un asesinato) que les lleva a una casa lujosa. Aquí empiezan los problemas de Wendy quien se deja llevar por la intuición y persigue a una niña que se escondía en las sombras de la noche, Mon, con la que vivirá una pesadilla. Mientras, Roger, más pagado de sí mismo que un paco real, recibe la llama desesperada de Wendy y no sabe interpretarla, pero sí le permite descubrir el secreto que se escondía en la casa lujosa y que fue robado. En la biblioteca había un museo clandestino lleno de piezas nazis, masonas y judías. Lo que han robado los asesinos ha sido el Ojo de Dios, el símbolo de los Illuminati.
La novela presenta dos líneas argumentales y dos acciones:
-la investigación en la Casa Lujosa y todo lo que comporta.
-la peripecia de Wendy que está a punto de morir ahogada, que tiene que luchar por su vida, que recuerda que una vidente le dijo que moriría cuando cumpliese 23 años y que no está dispuesta a permitirlo. Se crece tanto que prácticamente vuela, como indica el título.
La novela está escrita a un ritmo trepidante, que nos deja sin aliento y nos lleva a descubrir aún más horrores de Hitler y su afán por lo esotérico. Los personajes están muy bien trazados, son planos, en su mayoría, excepto Wendy que evoluciona continuamente y la niña Mon, una mocosa que se ha visto implicada en el robo de la joya y que también lucha por su vida.
Sin duda, “La noche que Wendy aprendió a volar” gustará a los lectores aficionados al género policíaco, con independencia de la edad. La novela aparece en una colección destinada a los jóvenes, pero pertenece a la buena literatura. Y punto.