MEMORIAS DEL IDHÚN, III. PANTEÓN,
Laura Gallego, SM, 2006
Anabel Sáiz Ripoll
Con “Memorias del Idhún III. Panteón” se completa la trilogía que ha dedicado Laura Gallego a este mundo fantástico llamado Idhún. Dejamos la segunda parte en un momento muy crucial en la vida de los personajes y lo retomamos en ese mismo punto. Gerde, el hada malvada, la feérica traidora, sirve de receptáculo humano para el Séptimo Dios, el creador de los sheks y de todas las discordias en Idhún.
Mientras, las otros Seis Dioses han intuido o han percibido la presencia de este Séptimo en discordia y deciden darse un paseo por Idhún para localizarlo y aniquilarlo; pero la presencia de un dios como los que describe Gallego no tiene nada que ver con el amor ni la ternura, puesto que son seres que no se apiadan de los mortales y que no dudan en acabar con el mundo que han creado si hace falta porque se saben capaces de crear otro. Los dioses se manifiestan por tierra, mar y aire y van acosando, en distintos flancos, a los idhunitas.
Son distintas las perspectivas que plantea Laura Gallego. Por un lado, la lucha de Gerde por mantenerse a salvo a ella y a los sheks y por permitirles llegar a otro mundo donde no sean perseguidos; aunque, no nos engañemos, Gerde sigue siendo tan hermosa como malvada. No es ella quien tiene que darnos pena, sino otros seres más desvalidos.
Por otro lado, reencontramos a personajes como la semiyan Kimara y los dragones que luchan a contracorriente por un mundo que empieza a desaparecer. No falta Alsan quien ha aprendido a controlar, de una manera siniestra, a la bestia que llevaba dentro y que no descubre sus errores hasta que es demasiado tarde. Y no faltan los otros personajes, la Madre Venerable, Shail, la celeste Zaiusei y otros tantos que forman un entramado tupido y bien cerrado.
En la anterior entrega habíamos dejado a Victoria muy maltrecha; ahora, poco a poco, se recupera y con ella todo el poder del unicornio y toda la capacidad de dar magia. En “Panteón” se cierra la tríada puesto que Victoria ya deja de ser una niña y manifiesta un amor abierto hacia Jack y Kirtash. Victoria tiene lazos con ambos y establece con ellos una relación de amor difícil de entender para los humanos del todo, pero no tan difícil para criaturas que mezclan dos naturalezas distintas; como la sabemos, unicornio, dragón, shek y todos son el último en su especie, lo cual es un reto singular; más si tenemos en cuenta que Victoria, al final de “Panteón” es madre de dos hijos, uno de Jack y otro de Kirtash. La pregunta que podemos hacernos es ¿qué pasará con estas criaturas en el futuro? ¿Volverá Laura Gallego sobre ellas?
En definitiva, Idhún casi es aniquilado por los propios dioses que, en el Oráculo, se manifiestas a voces y no dudan en menospreciar la pequeñez de sus criaturas que son, para ellos, meros juguetes. Cuando termina el libro, se ha restablecido el Panteón de los dioses, el Séptimo aún sigue en discordia, con todas sus contradicciones y el mundo idhunita para la tríada se ha vuelto peligroso. Regresan a la Tierra.
“Panteón” es un libro lleno de descripciones, que se remansa continuamente y que no duda en hacer referencias a los episodios anteriores para centrar al lector. Insistimos, como en otras ocasiones, en que no se trata de un libro de literatura fantástica juvenil, sino de literatura fantástica. Sin más y sin menos.