Grandes Esperanzas

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GRANDES ESPERANZAS
de Charles Dickens, Círculo de Lectores, 2000.

Anabel Sáiz Ripoll

Se trata de una novela de madurez, publicada en 1861, penúltima obra del escritor inglés. Nos cuenta las andanzas del pequeño Pip, Philip Pirrip, aprendiz de herrero que, de la noche a la mañana, merced a un benefactor anónimo, se convierte en un caballero. Marcha a Londres en busca de sus grandes esperanzas. Su orfandad y su pobreza quedan atrás, pero también la alegría de la niñez. Pip lleva una vida elegante y, de alguna manera, se avergüenza de sus orígenes y desdeña a Joe, el herrero casado con su hermana que fue y es el único que de verdad le ha dado cariño.

Vale la pena leer o releer este clásico que ofrece una construcción sin fisuras y un buen ejemplo del pensamiento de Dickens. Aporta un análisis psicológico notable y una ironía sutil y finísima que comienza con el título de la novela. Esas “grandes esperanzas” se desvanecen cuando Pip conoce a su benefactor y cuando, por circunstancias de la vida, ha de regresar con Joe y se da cuenta de quien es su verdadero amigo. Se trata de un libro de autoaprendizaje en el que Pip aprende a valorar que no es la riqueza lo que más importa, sino el afecto y el sentimiento, que no todo puede pagarse con dinero.

Por sus páginas desfilan personajes magistralmente retratados con sus personales historias como la señorita Havisham, por la que sentimos piedad, o personajes antipáticos como el señor Pomblochook, o personajes que acaban cayéndonos bien como Estella, aunque al principio es realmente perversa; hay otro personaje que es el de Herbert, el amigo de Pip en Londres, su amigo real o Wenmick, otra figura excéntrica y singular o el tutor de Pip, el señor Jaggers, personaje difícil de definir porque resulta iompenetrable, o Provis, el preso fugado que resulta ser el benefactor… En suma, todos ellos, al lado de Pip harán que el lector o lectora pasen un buen rato y reflexionen también acerca de las relaciones humanas.

Leer a Dickens es siempre un placer y una fuente de conocimiento de la Inglaterra del S. XIX que él vivió. Autor realista se muestra siempre a favor de los más desprotegidos; sobre todo de los niños que se veían obligados a dejar atrás su niñez sin haber empezado ni a vivirla ya que trabajaban como los propios adultos. Títulos como David Copperfield, La pequeña Dorrit o Canción de Navidad, entre otros, son una perfecta compañía para los lectores de cualquier edad. La mayoría fueron escritas por entregas y los lectores de entonces leían con avidez los capítulos y esperaban al siguiente con auténtica expectación. Muchas de sus obras se han difundido gracias a las versiones cinematográficas o televisivas. De la mayoría hay adaptaciones hechas para el público juvenil, aunque siempre es mejor leer la obra tal cual la escribió el autor, en su integridad, aunque nos cueste más.

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