Una visión de la realidad de Argentina.
Al menos los viejos cuentos empezaban bien, pero los que se cuentan ahora en Argentina ni siquiera eso. Desde hace algunos años una misteriosa maldición se cierne de modo inexorable sobre un país que da de comer a muchísimos países pero en el que viven diez millones de hambrientos, tal y como denuncia Cecilia Rossetto en su último espectáculo en el teatro Romea: “Resiste Rossetto”. Los políticos parece dan palos de ciego; es en momentos de crisis cuando los intelectuales toman cartas en el asunto. Como en las viejas desgarradas historias de los tangos porteños, el espectáculo de Cecilia Rossetto en el Romea es una cadena de historias familiares con un “exceso” de melancolía y de acción, de nacimientos y de muertes, de mujeres abandonadas o de historias apasionadas con cualquiera de los espectadores que asisten al acto.
Uno no suele frecuentar las realizaciones de los políticos argentinos con su pueblo, quizá la distancia; uno tal vez sea consciente sólo de la verdad que vemos en televisión o consultamos por Internet… . Con “Resiste Rossetto” se vuelve a retomar la bandera de la regeneración, la bandera de la dignidad y, sobre todo, la bandera de la crítica inteligente y lúcida, en el seno de una producción teatral que mezcla canción y comedia, tragedia y esperpento, en la que una mujer acompañada de un pianista nos hacer vivir algunas de las más auténticas cualidades de una buena producción de café-concierto.
Después de participar en “La ópera de cuatro cuartos” dirigida por Calixto Bieito, Cecilia Rossetto se pone las pilas y nos invita durante todo un mes a permanecer con los cinco sentidos alerta y no morderse la lengua en un espectáculo capaz de recordarnos que el mundo del espectáculo sirve para algo más que para la pura diversión o la evasión facilona. O sea, lo de toda la vida. Al final del espectáculo Cecilia Rossetto acaba siendo entrañable. Una cómica de primera fila directa e imperturbable como el propio Charlie Chaplin, una mujer recurrente, febril, atravesada finalmente por el brillo de una ironía consoladora, de una amarga esperanza.
Cecilia Rossetto es ante todo una cantante inteligente que se ha propuesto, en su último espectáculo, ordenar el caos argentino, no añadir confusión a la confusión, que es lo que suelen hacer los abstractos, los informativos postnovísimos y los políticos. En el esperpento de “Resiste Rossetto” cada chiste es un pensamiento. Hay en él más reflexión que emoción, y eso me gusta. Es una payasa grave. Lo suyo está hecho de música quieta y espesor mental. De sensualidad desbordante y deseo. Algo así como el tacto de los pétalos de una rosa sobre la epidermis. Nadie más inmune que Cecilia Rossetto a la peor plaga de la sociedad globalizada de hoy: la mentira institucionalizada.
Si bien algunos materiales del espectáculo no son nuevos, sin duda el acercarse a ver este espectáculo prodigiosamente entretenido es del todo un acierto, puesto que en él se encierra toda una forma de ver el mundo, una actitud ante la versión oficial de las cosas. Uno al salir del Romea por la calle Hospital va diciendo: “¡Uf, que bien se me ha quedado el cuerpo!” en el sentido médico del término, de pura salud como hablaba Aristóteles en su “Poética”.
J. A. Aguado