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Cecilia Rossetto

Una visión de la realidad de Argentina.

 

Al menos los viejos cuentos empezaban bien, pero los que se cuentan ahora en Argentina ni siquiera eso. Desde hace algunos años una misteriosa maldición se cierne de modo inexorable sobre un país que da de comer a muchísimos países pero en el que viven diez millones de hambrientos, tal y como denuncia Cecilia Rossetto en su último espectáculo en el teatro Romea: “Resiste Rossetto”. Los políticos parece dan palos de ciego; es en momentos de crisis cuando los intelectuales toman cartas en el asunto. Como en las viejas desgarradas historias de los tangos porteños, el espectáculo de Cecilia Rossetto en el Romea es una cadena de historias familiares con un “exceso” de melancolía y de acción, de nacimientos y de muertes, de mujeres abandonadas o de historias apasionadas con cualquiera de los espectadores que asisten al acto.

Uno no suele frecuentar las realizaciones de los políticos argentinos con su pueblo, quizá la distancia; uno tal vez sea consciente sólo de la verdad que vemos en televisión o consultamos por Internet… . Con “Resiste Rossetto” se vuelve a retomar la bandera de la regeneración, la bandera de la dignidad y, sobre todo, la bandera de la crítica inteligente y lúcida, en el seno de una producción teatral que mezcla canción y comedia, tragedia y esperpento, en la que una mujer acompañada de un pianista nos hacer vivir algunas de las más auténticas cualidades de una buena producción de café-concierto.

Después de participar en “La ópera de cuatro cuartos” dirigida por Calixto Bieito, Cecilia Rossetto se pone las pilas y nos invita durante todo un mes a permanecer con los cinco sentidos alerta y no morderse la lengua en un espectáculo capaz de recordarnos que el mundo del espectáculo sirve para algo más que para la pura diversión o la evasión facilona. O sea, lo de toda la vida. Al final del espectáculo Cecilia Rossetto acaba siendo entrañable. Una cómica de primera fila directa e imperturbable como el propio Charlie Chaplin, una mujer recurrente, febril, atravesada finalmente por el brillo de una ironía consoladora, de una amarga esperanza.

Cecilia Rossetto es ante todo una cantante inteligente que se ha propuesto, en su último espectáculo, ordenar el caos argentino, no añadir confusión a la confusión, que es lo que suelen hacer los abstractos, los informativos postnovísimos y los políticos. En el esperpento de “Resiste Rossetto” cada chiste es un pensamiento. Hay en él más reflexión que emoción, y eso me gusta. Es una payasa grave. Lo suyo está hecho de música quieta y espesor mental. De sensualidad desbordante y deseo. Algo así como el tacto de los pétalos de una rosa sobre la epidermis. Nadie más inmune que Cecilia Rossetto a la peor plaga de la sociedad globalizada de hoy: la mentira institucionalizada.

Si bien algunos materiales del espectáculo no son nuevos, sin duda el acercarse a ver este espectáculo prodigiosamente entretenido es del todo un acierto, puesto que en él se encierra toda una forma de ver el mundo, una actitud ante la versión oficial de las cosas. Uno al salir del Romea por la calle Hospital va diciendo: “¡Uf, que bien se me ha quedado el cuerpo!” en el sentido médico del término, de pura salud como hablaba Aristóteles en su “Poética”.

J. A. Aguado

Nikolai Rimski-Kórsakov

El alma rusa

 

 

Mientras Ucrania está al borde de la guerra civil en el Gran Teatro del Liceo se representa estos días la ópera “La leyenda de la ciudad invisible de Kitej” de Rimski-Kórsakov.Coproducido a tres bandas por la Ópera de Amsterdam, que lo estrenó en 2012, la Scala de Milán y el Liceo, esta ópera de Nikolai Rimski-Kórsakov es técnicamente uno de los espectáculos más complejos y lujosos que ha presentado el coliseo lírico barcelonés, mientras que el personal técnico del Gran Teatro del Liceo realiza un acto de protesta en la puertas el día del estreno, protesta que provocó el retraso de media hora. Todo en esta producción adquiere proporciones gigantescas: se han necesitado 15 tráileres para descargar los decorados y el atrezzo, que incluye más de veinte camas, docenas de mesas y sillas de bar y exige amplios efectivos que han obligado al teatro a contratar más de un centenar de personas para reforzar las plantillas de coro y orquesta, personal de escenario y figurantes.La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh y la joven Fevronia, es la penúltima de las 15 óperas que compuso de Nicolai Rimski-Korsakov (1844-1908) y la última que el compositor vió estrenada. Al Liceo llegó el 2 de enero de 1926 y se interrumpió su puesta en escena por culpa de la Guerra Civil. En los años setenta se volvió a montar. Ahora en este 2014, el reparto lo encabeza la soprano Svetlana Ignatovivh, los tenores Dimitry Golovnin y Maxim Aksenov, los bajos Eric Halfvarson y Vladimir Ognovenko y el barítono Dimitris Tiliakos encabezan un amplio reparto coral, con 15 personajes en escena, nutridos efectivos corales y despliegue de figurantes. La ópera tiene cuatro actos,el primero es el mundo puro de Fevronia, sensible y sutil, con delicadas intervenciones pastorales y el sonido de los pájaros. El segundo, vital y colorista, plasma el mundo de la taberna y Kuterma, con esencias del folklore, incluido el sonido de balalaikas. En el tercero dibuja la atmósfera de pregaria de la comunidad católica con música de belleza extraordinaria que evoca la consagración de Parsifal, y tiene como brutal contraste la violencia orquestal de la batalla con los tártaros. El cuarto es un epílogo que plasma la locura de Kuterna y el recuerdo de Fevronia. El resultado son cuatro horas cargadas de adrenalina, en un la taberna se incendian unas cuardas y el viejo fantasma del incendio del Liceo sobrevuela la sala, pero todo está bajo control gracias al ingenio vigorizante de una superproducción digna de los mejores teatros operísticos del mundo. Hay que abrir bien el espíritu para escuchar y ver esta ópera espiritual, sublime, excesiva, una montaña rusa de emociones para los cinco sentidos. Una leyenda iracunda, astuta, emocionant, sobre una escenografía y una iluminación digna de estudio en las aulas. Su carga espiritual, filosófica y literaria hacen de esta ópera nos recuerdan que la cultura es como un espejismo, una gran ciudad reflejada en un lago, algo inmaterial mucho más grandes que cualquier cosa tangible por la que podamos entrar en guerra unos con otros hasta la muerte.

J. A. Aguado

 

 

 

 

 

PEDRO MAS

RICARDO III O EL GENIO DE PEDRO MAS

 

 

El actor mallorquín Pedro Mas realizó una demostración de cómo un actor puede crecer en escena hasta llegar a la interpretación redonda. Convencido de que Shakespeare no es más que una cáscara vacía, Pedro Mas rellenó con la fuerza de los sentimientos todos los lugares de la pieza para obtener una interpretación monstruosa, arriesgada y merecedora de un aplauso fulgurante.

Ricardo III pudo estrenarse en 1592, y en 1597 se publicó con el título de “La tragedia del rey Ricardo III”. Pese al tiempo transcurrido, si hacemos una lectura en clave política sobre las situaciones del poder, sigue teniendo vigencia su aguda sátira de la lucha por el poder y su inteligente examen de las raíces del corazón humano.

Pedro Mas nos presenta a un Ricardo III hábil en sus traicioneras conspiraciones contra su hermano Clarence, interpretado por Francesc Ollé, y como lamentable asesino de sus inocentes sobrinos, su tiránica usurpación, además de su detestada vida y su muy merecida muerte. En Ricardo III la maldad es una absoluta venganza del personaje contra el mundo por haber nacido deforme, deformidad que el actor mallorquín transmite inteligentemente al espectador.

El espectador inglés de entonces sabía por adelantado el argumento, pero los espectadores que asistieron al Teatre Alegria podían enredarse en el arranque. En la guerra de las Dos Rosas, la casa de Lancaster (los Plantagenet) había prevalecido sobre la casa de York, no sin crueldad: Enrique VI y su hijo el príncipe de Gales, Eduardo, cayeron por mano del nuevo rey, Eduardo IV, y sus hermanos Ricardo (luego Ricardo III, duque de Gloucester) y Clarence. Aquel Eduardo había sido apuñalado por estos: el rey Enrique VI aparece muerto en la segunda escena del primer acto, cuyo cadáver estaba acompañado por su nuera Ana, viuda de aquel Eduardo de Lancaster. Ricardo la acosa brutalmente para que se case con él, aunque no niega haber matado a su marido, y consigue que ella acepte. Luego aparecerá la viuda de Enrique VI, Margarita, para maldecir a los de York y ver luego el cumplimiento de sus predicciones. Mientras, el nuevo rey Eduardo IV está gravemente enfermo: Ricardo le hace creer que su común hermano Clarence conspira contra él, consiguiendo orden para su encarcelamiento y luego su muerte sin que la víctima sospeche de Ricardo, hasta que su ejecutor se lo dice, antes de matarlo y tirar su cadáver a un tonel de malvasía. En todas estas escenas, Ricardo aparece como un gran cínico más que como astuto criminal: empezando por el famoso monólogo en que se presenta al público cargado de odio hacia todos por tener tan mala figura, sigue después en el mismo tono en su encuentro con Ana, la viuda del por él apuñalado Eduardo de Lancaster, que va siguiendo el cadáver de su suegro Enrique VI, y a la que, en un diálogo de insulto por parte de ella y de brutales acosos por parte de él, impone su voluntad de casarse con ella. El actor Pedro Mas realizó en todos estos momentos una exhibición del abundante talento que tiene en su sangre para convertir un drama histórico en una epopeya, y todo ello si dejar de ser, de una manera fascinante, un recién nacido, al que no debemos de dejar de seguirle la pista porque seguro que dará mucho que hablar.

J. A. Aguado

La Perla 29 Oriol Broggi Luces de Bohemia” de don Ramón María del Valle-Inclán

Ramón María del Valle-Inclán al Grec

 

 

Una de les joies del Grec 2011 és la versió que fa Oriol Broggi de “Luces de Bohemia” de don Ramón María del Valle-Inclán esperpent de 1920. El marc en el qual es representa aquesta obra tan canviant en escenari i localitzacions és la Biblioteca de Catalunya convertida en un Madrid modernista de principis de segle. Valle-Inclán plantejava en els seus esperpents el tema de la degradació de l’home per raons polítiques, econòmiques i al mateix temps la dignificació d’aquest per idèntiques motivacions. Amb “Luces de bohemia” el millor dramaturg del segle XX es declara fill la de la generació del desastre, el desengany, l’angoixa, la tragèdia i el problema d’Espanya.

Lluís Soler encarna a un Max Estrella, poeta cec, que podria estar aquests dies a les places amb el poble, entre els indignats. Al costat del poeta visionari seu antagonista Don Latino de Hispalis interpretat per un Jordi Martínez, en el millor paper de la seva carrera, porta al seu punt perfecte l’ animalització, deformació sistemàtica del hipòcrita, cultiu del grotesc en l’ésser humà, model dels monstres de Goya.

 

Oriol Broggi desembolica els fils dels seus personatges vistos des de dalt, escortats de ninots, titelles, imatges zoològiques, màscares, ridícules i mesquines d’éssers humans interpretats per Xavi Boada, Màrcia Cisteró, Manel Dueso, Camilo García, Marissa Josa i Jacob Torres. Els personatges van i vénen en aquest esperpent sobre la realitat espanyola. Tots aquests procediments hiperbòlics tan vallinclanescos no són, en realitat, més que una aguda autodefensa, l’últim regust amarg davant una realitat despoblada d’atractius d’un intel·lectual lúcid, en un país com el nostre on les cadenes d’informatius tanca i els programes escombraries copen les audiències, en un país de retalls en sanitat i educació, en una Europa segrestada pel deute a les grans entitats financeres, la mirada del senyor Ramón María del Valle-Inclán es torna a cops de deformació aterridorament lúcida. I només quan el dolor o el desencís assoleixen un límit no usual, es tanca tota escletxa a la broma, l’esquinç grotesc, aclapara la mirada per la desolada vulgaritat o per l’enlluernadora grandesa.

La versió de La Perla 29 té alguns tocs de modernitat en les cançons, en l’escassetat de mitjans escènics i el desdoblament continu de personatges. La direcció com sempre des del naturalisme i el respecte màxim al text ens retorna l’essència de les imatges reflectides pels miralls còncaus que existien en un establiment del carreró del Gat: Miau! Jo de vostès no me la perdia, si encara troben entrades.

J. A. Aguado

Carles Batlle y Pep Paré

El Ruyra mejor remozado

 

Tal vez me equivoque, pero tengo la impresión de que si ahora recuerdo con especial agrado a los autores clásicos catalanes, sirva de ejemplo Joaquim Ruyra, es porque los leí siendo yo un adolescente, en este sentido quiero rendir homenaje a tantos y tantos profesores de enseñanza secundaria que se dejan las cejas por el fomento de la lectura, en mi caso fue mi muy admirado profesor de Lengua y Literatura Catalana Llorenç Soldevilla. No quiero decir ni mucho menos que los textos de Joaquim Ruyra sean una lectura especialmente recomendada a los jóvenes, pero tampoco me parece desdeñable esa atribución. Quiero recordar que, en mi caso, la lectura de “Marines i boscatges” me dejó una marca bastante curiosa: aun sin que yo me sintiera muy cómodo en la órbita modernista activada principalmente por Santiago Rusiñol, me atraía y mucho el carácter luminoso, vivificante de una escritura entre arcaica y como recién estrenada. Su delicada veta popular, su exquisita rehabilitación de la tradición lírica de corte tradicional, orientó de modo efusivo un gusto poético general.

Animados por la celebración del centenario de “Marines i boscatges” el Teatre Nacional de Catalunya ha querido contribuir a la fiesta con la puesta en escena de “Un ram de mar” de la mano de Carles Batlle y Pep Paré y una puesta en escena de Paco Azorín excelente, como ya es habitual en este escenógrafo que se está convirtiendo poco a poco en un clásico, pese a su juventud.

Pienso que la llamativa condición oral de esas narraciones las hacía también muy aptas para ser retenidas musicalmente en la memoria. Ya se sabe además que recordar un relato ajeno -incluida su música- equivale a asimilarlo como propio.
Joaquim Ruyra fue un fértil, un habilísimo recreador de formas poéticas clásicas, un creador de lenguaje. No inventó nada, pero buscó como nadie rumbos ya explorados para remozarlos con admirables destreza y sensibilidad.
Los textos de Joaquim Ruyra son, a no dudarlo, un ejemplo de sabiduría expresiva y perseverante dinamismo creador. Su obra responde siempre a una idéntica alianza entre la pasión y el conocimiento; en toda ella comparece el trasunto exultante y fervoroso del espacio marinero y el tiempo de la vida.

El protagonista de “Un ram de mar” es la puesta en escena y la palabra. Una de las labores que se le pueden exigir a un teatro público, pagado por todos los contribuyentes, es que rescate a sus autores clásicos y que los reinterprete, haciendo de su obra un diamante de múltiples caras. No sé si la versión teatral de varios fragmentos dispersos de Joaquim Ruyra atraerá nuevos lectores a su obra, pero de lo que estamos seguros es que autores como Salvador Espriu bebieron de sus fuentes y supieron reinterpretar a un maestro. Nosotros queremos sumarnos a la fiesta del centenario con este artículo sobre un autor de prosa de joyería. Precisamente por la belleza del lenguaje resulta muy complejo fragmentarlo y presentarlo en escena como una macedonia, porque las narraciones de Joaquim Ruyra apelan a las emociones, a la inteligencia, a la imaginación y su elegancia es tan duradera como el arte griego.

J. A. Aguado

 

 

 

 

Jordi Galceran y Sergi Belbel.

El contrapoder

 

Borges dijo en una ocasión que el periodismo se basa en el falso prejuicio de que todos los días sucede algo nuevo en el mundo. En cualquier caso, la prisa, la saturación informativa y el predominio de lo urgente sobre lo importante hacen del periodismo una actividad que no favorece el hallazgo de lo esencial. Ben Hecht y Charles Macarthur escribieron “The front page” para satirizar al periodismo y denunciar el poder de la prensa. Estos días en la sala grande del Teatro Nacional de Catalunya podemos ver una sobresaliente versión de la mano de Jordi Galceran y Sergi Belbel. El texto es la mejor parodia del mundo del periodismo bajo la forma de una comedia en la que unos periodistas se lanzan a la caza de la mejor portada a costa de la vida de un hombre que se encuentra en el corredor de la muerte. De la obra se han hecho cuatro adaptaciones cinematográficas, de las cuatro nosotros nos quedamos con la de Willy Wilder.

La pluma de Jordi Galceran es sinónimo de éxito de taquilla. Sergi Belbel se hace un traje a su medida, para poner patas arriba la disposición a la italiana de la sala grande y convertirla en la sala de prensa de la cárcel del estado, donde los reporteros esperan como cuervos el último ahorcamiento. Los representantes del poder están exagerados hasta la caricatura y del contraste con los demás nace la genialidad, la carcajada. Las simpatías del público pasan del dúo Jordi Bosch / Jordi Buixaderas a personajes como el que interpreta Miquel Bonet o Quimet Pla, que llegan hasta la categoría de esperpento. Hay también en la obra un retrato humano de la persona que decide hacerse periodista, aquel que nos muestra las desventajas de la profesión: horario laboral, sueldo y relaciones familiares.

La prensa se ha convertido en las sociedades democráticas en un contrapoder que instaura el discurso de la calle contra el discurso de todos los poderes, que son fríos, impasibles, monótonos. El poder, como comunicador, de esta frialdad hace solvencia, seriedad, imparcialidad, gravedad, cuando sólo se trata de la farsa de la dignidad, socapa de todas las indignidades. La mayor de ellas es especular con la pena de muerte en función de unas elecciones o lo que es lo mismo la vida de un ser humano a cambio de un puñado de votos. La realidad que nos presenta la obra se sitúa en los años veinte del siglo pasado, parece ya cosa del pasado, pero sería muy útil hacer una lectura política en estos tiempos en los que asistimos a una cadena de elecciones.

El periodismo escrito es un medio caliente, inmediato, urgente, y en esto no ha sido sustituido por la radio ni la televisión, porque una imagen no vale más que mil palabras, lo que ganan la televisión en velocidad lo pierden en banalidad. La televisión o Internet creíamos que iba a acabar con la prensa, pero hoy la televisión o Internet sólo son basura rosa y entretenimiento amarillo, mientras que la prensa sigue tan prestigiosa y eficaz como cuando los periodistas no trabajaban con ordenadores sobre sus mesas. Cuando todo el ruido visual de moda se haya desvanecido, el periodismo de fondo perdurará como retrato de una época.

J. A. Aguado

 

Cape Town Opera

Porgy and Bess

 

L’ésser humà busca un final feliç per a les seves petites històries domèstiques i l’òpera com a reflex de la realitat en la qual s’inspira per explicar un fragment de vida també planteja històries d’amors desgraciats; encara que semblin amors impossibles d’aquells que Déu no admet perquè té gelosia com va dir el poeta, en aquest cas els amors d’un home invàlid i una dona drogoaddicta.

El Gran Teatre del Liceu programa aquest mes aquesta òpera que ens submergeix de forma hipnòtica en el món de la marginalitat dels negres a través de la música de George Gershwin.

L’espectacle operístic compta amb l’orquestra simfònica del Gran Teatre del Liceu, el cor de la Cape Town Opera, la direcció musical de Tim Murray, la direcció d’escena de Christine Crouse, l’escenografia i el vestuari de Michael Mitchell, la il·luminació de Kobus Rossouw, la coreografia de Sibonakaliso Ndaba i en el paper de l’invàlid Porgy Xolela Sixaba i en el de Bess Nonhlanhia Yende. Si alguna cosa destaca d’aquesta òpera comparada amb la resta de les que s’han programat aquest any al Gran Teatre del Liceu és el treball coreogràfic de Sibonakaliso Ndaba en l’estil i en la seva habilitat per construir una polifonia de moviments, l’òpera tan donada a estatisme, es transforma en una sala de ball, els personatges despleguen de forma magistral a l’escenari moviments, on l’espectador percep l’esperit de la música de George Gershwin, el compositor nord-americà fusiona l’òpera clàssica, el teatre musical, el jazz i el gospel.

En escena uns personatges commovedors: una mare que canta una cançó de bressol al seu nadó-summertime-, un grup d’homes que surten a pescar en altar mar i no tornen, jugadors de carrer, xulos, macarres, petits venedors, la policia repressora, .. . tots ells intenten fer front a la vida, ja sigui com a éssers tràgics que accepten el seu destí o lluitant per obrir-se camí en una comunitat pobra, però solidària, sempre disposada a contribuir per pagar un enterrament, éssers amb una filosofia de l’existència, perquè la felicitat no la dóna els diners, sinó com un posa els seus peus a terra, diu Porgy que no té res entre les mans i ho té tot, d’aquesta paradoxa de l’existència que resumeix també la cançó: “i Got Plenty O ‘Nuttin “.

L’amor i l’esperança són els motors d’aquesta òpera que teixeix la trama d’una comèdia himana en què de vegades tenim el cor en un puny i altres ens deixem anar pel moviment dels peus dels ballarins, com la vida mateixa.

En aquests temps en què ens ha tocat viure, d’ajuts a la pobresa infantil, l’atur en taxes que no permeten viure, els sous per terra, etc. Obres com Porgy & Bess tenen un efecte quirúrgic que oscil·la entre el dramàtic de l’existència i la ferocitat dels sentiments humans i l’amor; un cau en el compte que ningú et pot obligar a renunciar als teus somnis i a la felicitat.

J. A. Aguado

Daniel Anglès

Un musical del siglo XXI

 

 

Sin duda es el musical del verano en Barcelona. Se trata del musical rock “Bare, A Pop Opera” bajo la dirección de Daniel Anglès en el Teatre Gaudí de Barcelona. “Por encima de todas las cosas” es la versión catalana del musical de Damon Intrabartolo y letras de Jon Hartmare que se estrenó en el año 2000, por lo tanto un musical nuevo, sobre el amor homosexual en el entorno de un colegio religioso mixto.

La historia gira entorno cinco adolescentes y su relación con tres adultos y el resto de los internos del centro. Un historia donde se ponen de manifiesto las fuerzas que tiran de los jóvenes: los padres, los compañeros, la moral vigente, los propios deseos y los deseos del otro. El resultado de este choque de trenes es un proceso de autoconocimiento y toma de decisiones que tienen consecuencias. La obra en esencia es el viaje de la adolescencia al mundo de los adultos y los peajes que tenemos que pacar en esa autopista que es la vida. Como todos los grandes musicales, la trama, las canciones, los bailes y la puesta en escena conmueven al espectador. Fácilmente podríamos encauzarlo en la línea de musicales “Spring Awakening” o “Rent”. Cinco músicos tocan en directo treinta números musicales. El musical tiene un ritmo rápido y las dos partes pasan volando, en gran medida por el talento de los jóvenes actores de teatro musical.

Todos conocemos el Teatre Gaudi, una sala pequeña, enmarcada dentro de las salas alternativas de Barcelona. El espacio es reducido, tanto a nivel de público no llega a dosceintos espectadores como a nievel de espacio escenográfico, acostumbrados a los grandes musicales con espacios enormes –recordemos que estos días también podemos ver “Los miserables” en el Gran Teatro del Liceu-, lamentablemente Barcelona no es Londres y el espacio es el que es, pese a ello la cruz como elemento simbólico que sierve para que los actores se muevan tiene una gran eficacia. A destacar la iluminación del propio Daniel Abglès y Xavi Costas, sin duda le mejor iluminación que hemos visto en el Gaudí, un teatro en el que no hay caja escénica y el techo es muy bajo. Por otro lado la proximidad del espectador al musical es total, se produce una catarsis total.

A las ganas de unos actores que no cobran por trabajar hay que sumar una serie de jóvenes que nos desmuestran que otro mundo es posible como demuestran dos jóvenes de Terrassa, Biel Martínez y Lluis Ruiz, dos enamorados del teatro musical que han creado un blog maravilloso en el que se recoge toda la información sobre el musical: http://persobredetoteslescoses.blogspot.com.es/

Ahora que hemos enterrado el Festival Grec 2014 de Barcelona, nos quedan pocos teatro abiertos, entre ellos el Gaudí donde nos espera un musical cuyas canciones resonarán muchas veces en nuestra memoria, no se lo pierdan.

 

 

 

 

 

 

 

 

Seis personajes en busca de autor”, de Luigi Pirandello,

Una vida que no es nada

 

Un frío estremecedor rodea la sala Fabià Puigserver, con el público a lado y lado de un escenario que parecía una pista donde seis jinetes iban a iniciar una carrera al estilo medieval. Con el público jaleando su esfuerzo para llegar a la meta los primeros, salieron seis personajes de carne y hueso que buscaban un director de teatro que les permitiese representar su drama humano. La verdad es que no les hacía falta autor porque el devenir de la historia se lo traían bien aprendido. “Seis personajes en busca de autor”, de Luigi Pirandello, es el mejor espectáculo que podemos ver en este momento en las salas teatrales catalanas.

No creo que Joan Ollé, hombre inteligente donde los haya, recupere este texto de los años veinte como un acto de melancolía. Lo hace consciente de que Pirandello es una piedra de toque porque nos habla de la crisis del teatro y del ser humano. La confusión que envuelve los conceptos de realidad y ficción, tan indispensables en Pirandello, está en nuestra vida: no hace falta más que asomarse a la actualidad rosa o simplemente, en este tiempo de elecciones, a la política; a saber, seis personajes que arrastran consigo una historia luctuosa de hambruna, prostitución, dolor y suicidio.

La pasión está ausente del teatro, tal vez por este momento que nos ha tocado vivir. La pasión es irrepresentable (Pirandello dixit), pero una situación apasionada sí lo es. Y Pirandello nos pide crudeza, valentía y verdad. Esas figuras terribles que se adentran en la escena durante los ensayos de otra obra, y que esperan del director la salvación de su existencia, repiten permanentemente frases que hoy nos resultan tan conocidas: “el verdadero drama”; “el drama auténtico, tal y como fue”, enfrentadas a la única verdad posible aquí, la del teatro. En un momento de la obra, Pirandello nos recuerda que un personaje tiene una vida que le pertenece. Un hombre puede tener una vida que no es nada. Esa es una gran lección de teatro.

La esperanza de esos personajes pirandellianos está en la capacidad de decisión y escucha del director. Es también objeto de duda la figura del director de escena, hoy reconsiderada en toda Europa, porque pensó en un momento que podía contar con grandes dosis de dinero. Por otro lado, también ha habido un gran vacío de autores y se ha tenido que recomponer un teatro a partir de los textos del pasado. Afortunadamente en la actualidad hay iniciativas como la “Marató de lectures dramatitzades de textos teatrals breus” de la Sala Beckett, que ha convocado a cincuenta dramaturgos catalanes. El futuro está lleno de esperanza si se potencia este tipo de encuentros.

El estreno de “Seis personajes en busca de autor” fue toda una conmoción. Pirandello había escrito este drama de una forma febril, en apenas tres días. Las crónicas romanas del tiempo cuentan que la protesta del público fue tan exultante que el autor tuvo que escapar por la puerta de servicio. El Teatre Lliure, de la mano de Àlex Rigola, está apostando por una redención del espíritu creativo ganado combatiendo hasta el último cartucho; para demostrarlo ahí están esos seis personajes, llenos de vida, de ira, de miedo y desesperada esperanza. Son estremecedoramente reales.

J. A. Aguado

 

 

“El cas Gaspard Meyer

La economía liberal puesta a debate

Esta es una historia tierna y cruel como la vida misma. La experiencia aterradora de un adolescente en periodo de formación que contempla como su padre arrasa una humilde aldea por intereses económicos. La lucha interna entre el amor paterno y la barbarie de las excavadoras que destrozan el cuerpo de un niño resulta ser causante de la aparente locura del protagonista de esta pieza de teatro. “El cas Gaspard Meyer” se representa hasta el 12 de enero en la sala Beckett y nos plantea el tema del capitalismo salvaje.

Opiniones para todos los gustos; algunas para echarse a llorar. Y es que en la ciencia económica se han instalado el caos y la frivolidad. Dispersas por todo el planeta, una serie de multinacionales están dispuestas a todo tipo de comportamientos salvajes con el medio natural, sobre todo en zonas de selva virgen, con el único fin de sacar tajada económica sin tener en cuenta el impacto sobre el medio o las personas que viven en él; sobrados ejemplos tenemos en Brasil, aunque en este caso se centra en una aldea de Madagascar. Uno de los asertos en que suelen coincidir los estudiosos de la economía es que el sistema necesita una renovación. La caída de los regímenes comunistas, lejos de favorecer a la economía liberal ejercida de forma racional, su gran antagonista, la ha expuesto a una realidad deficiente. Lo cierto es que no tenemos que mirar ni en Brasil, ni en Madagascar, basta con mirar las costas gallegas teñidas de negro para comprender la magnitud de la tragedia. Estamos hablando de armadores y traficantes que ponen encima de la mesa el capitalismo salvaje y se olvidan por completo de la ecología. “El cas Gaspard Meyer” es una espléndida metáfora de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Ante los acontecimientos podemos actuar como el protagonista y quedarnos mudos, en un estado catatónico y autista o rebelarnos y hacer alguna cosa.

El sistema capitalista no puede complacerse en el triunfo, sino aplicarse a encontrar las fórmulas que lo adecuen al tiempo presente, que por un lado recuperen su esencia (en los tres principios básicos de la ideología liberal: la legalidad, la libertad y la propiedad) y, por otro lado, lo doten de los recursos precisos para atender a las nuevas necesidades de la civilización.

Gaspard Mayer es la metáfora que el dramaturgo francés Jean-Yves Picq (1947) emplea para mostrar una fábula poética y mágica sobre el mundo material y descarnado de la economía. Fue estrenada en 1994 y ha sido traducida al catalán por el profesor Carles Batlle; la interpretación corre a cargo de Oscar Intente y Andreu Rifé, y la dirección la ha llevado a buen puerto Toni Casares. Se trata de un espectáculo producido por la propia Sala Beckett, a la cual desde aquí reclamamos que siga en esta línea de producir magníficos espectáculos, aunque implicándose un poco más y no apueste por montajes ya vistos en Francia o Alemania, sino que se atreva vía “L´Obrador” a fomentar la producción propia, tan huérfana de padrinos.

Sostenida con un realismo mágico, “El cas Gaspard Meyer” es un magnífico retrato de uno de esos tiburones de la economía que pese a triunfar en su vida profesional fracasa como padre y acaba siendo víctima de su dramática y desolada forma de vida. En definitiva un “tour de force” emocional, salvaje y compulsivo.

J. A. Aguado