Seis personajes en busca de autor”, de Luigi Pirandello,

Una vida que no es nada

 

Un frío estremecedor rodea la sala Fabià Puigserver, con el público a lado y lado de un escenario que parecía una pista donde seis jinetes iban a iniciar una carrera al estilo medieval. Con el público jaleando su esfuerzo para llegar a la meta los primeros, salieron seis personajes de carne y hueso que buscaban un director de teatro que les permitiese representar su drama humano. La verdad es que no les hacía falta autor porque el devenir de la historia se lo traían bien aprendido. “Seis personajes en busca de autor”, de Luigi Pirandello, es el mejor espectáculo que podemos ver en este momento en las salas teatrales catalanas.

No creo que Joan Ollé, hombre inteligente donde los haya, recupere este texto de los años veinte como un acto de melancolía. Lo hace consciente de que Pirandello es una piedra de toque porque nos habla de la crisis del teatro y del ser humano. La confusión que envuelve los conceptos de realidad y ficción, tan indispensables en Pirandello, está en nuestra vida: no hace falta más que asomarse a la actualidad rosa o simplemente, en este tiempo de elecciones, a la política; a saber, seis personajes que arrastran consigo una historia luctuosa de hambruna, prostitución, dolor y suicidio.

La pasión está ausente del teatro, tal vez por este momento que nos ha tocado vivir. La pasión es irrepresentable (Pirandello dixit), pero una situación apasionada sí lo es. Y Pirandello nos pide crudeza, valentía y verdad. Esas figuras terribles que se adentran en la escena durante los ensayos de otra obra, y que esperan del director la salvación de su existencia, repiten permanentemente frases que hoy nos resultan tan conocidas: “el verdadero drama”; “el drama auténtico, tal y como fue”, enfrentadas a la única verdad posible aquí, la del teatro. En un momento de la obra, Pirandello nos recuerda que un personaje tiene una vida que le pertenece. Un hombre puede tener una vida que no es nada. Esa es una gran lección de teatro.

La esperanza de esos personajes pirandellianos está en la capacidad de decisión y escucha del director. Es también objeto de duda la figura del director de escena, hoy reconsiderada en toda Europa, porque pensó en un momento que podía contar con grandes dosis de dinero. Por otro lado, también ha habido un gran vacío de autores y se ha tenido que recomponer un teatro a partir de los textos del pasado. Afortunadamente en la actualidad hay iniciativas como la “Marató de lectures dramatitzades de textos teatrals breus” de la Sala Beckett, que ha convocado a cincuenta dramaturgos catalanes. El futuro está lleno de esperanza si se potencia este tipo de encuentros.

El estreno de “Seis personajes en busca de autor” fue toda una conmoción. Pirandello había escrito este drama de una forma febril, en apenas tres días. Las crónicas romanas del tiempo cuentan que la protesta del público fue tan exultante que el autor tuvo que escapar por la puerta de servicio. El Teatre Lliure, de la mano de Àlex Rigola, está apostando por una redención del espíritu creativo ganado combatiendo hasta el último cartucho; para demostrarlo ahí están esos seis personajes, llenos de vida, de ira, de miedo y desesperada esperanza. Son estremecedoramente reales.

J. A. Aguado

 

 

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