En el Teatre Lliure el director inglés Declan Donnellan dirige el barco shakesperiano

Un director inglés y muchos actores rusos

 

En el Teatre Lliure el director inglés Declan Donnellan dirige el barco shakesperiano de “La tempestad” con una tripulación de actores rusos, a través de las voces de los actores la esencia del mensaje del dramaturgo se hace presente. Se trata de un montaje muy físico, donde destaca la decisión de hacer del personaje mágico de Ariel, una banda de músicos que marcan el ritmo y el tono de la historia. “La tempestad” es una coproducción del Festival Internacional de Teatro Chéjov de Moscú y Les Gémeauz Scène Nationale de París en colaboración con el Theatre Cheek by Jowl de Londres y se enmarca en el Año Dual España-Rusia que se celebra durante 2011.

William Shakespeare es el dramaturgo por excelencia, no es fácil explicar la devoción que distintas generaciones de actores sienten por el autor. Para interpretar su teatro es necesario elevar las vísceras y hacer conectar el corazón y la mente como hace Declan Donnellan, es su versión llena de poesía y proyecciones audiovisuales. Este montaje basado en un suelo y tres paredes es asombrosamente precioso, complejo y simple a la vez. Un acierto su programación, esta debería ser una de las funciones del teatro público o concertado, la de traer a grandes compañías extranjeras para subir el nivel medio de nuestros montajes.

Como cualquier director que se precie Declan Donnellan se toma la licencia de hacer referencias a imágenes de la ideología comunista del siglo XX y a la actual carrera consumista del mercado ruso, los mafiosos y las ilusiones inocentes del leninismo de la revolución bolchevique.

Las obras del maestro Shakespeare resultan aleccionadoras para hablarnos de la ambición personal, la lucha por el poder que lleva a la corrupción y a la guerra final, de los fracasos, de la sangre, de la venganza, del amor, de las ilusiones y del convencimiento de saber que hay cosas de las cuales el ser humano no alcanza a comprender sus misterios entre el cielo y la tierra. La obra tiene como escenario una isla, que para muchos directores es una metáfora de otra cosa. El protagonista de “La tempestad” es Próspero, un brujo, con unos espíritus que le sirven: uno elevado y otro dominado por las bajas pasiones, tiene poderes tales que son capaces de provocar tempestades y hace naufragar barcos, el protagonista tiene una hija. En la isla naufraga un barco y el amor entre la joven y uno de los tripulantes del barco nace con la llama más intensa, por supuesto Próspero somete al joven a todo tipo de dificultades. Y así podríamos seguir desgranando el argumento de la obra; pero como esto va de magia es mucho mejor recomendar a nuestros amables lectores que cuando una compañía de prestigio venga a tierras catalanas, se deje seducir por el canto de las sirenas de los críticos y vayan a verla. Sorprendentemente “La tempestad” acaba bien y Próspero perdona la traición, pero el perdón no es algo simple, es un proceso mucho más complejo de lo que parece, sino que se lo pregunten a los divorciados o a las víctimas del terrorismo o las guerras.

J. A. Aguado

 

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