El alma rusa
Mientras Ucrania está al borde de la guerra civil en el Gran Teatro del Liceo se representa estos días la ópera “La leyenda de la ciudad invisible de Kitej” de Rimski-Kórsakov.Coproducido a tres bandas por la Ópera de Amsterdam, que lo estrenó en 2012, la Scala de Milán y el Liceo, esta ópera de Nikolai Rimski-Kórsakov es técnicamente uno de los espectáculos más complejos y lujosos que ha presentado el coliseo lírico barcelonés, mientras que el personal técnico del Gran Teatro del Liceo realiza un acto de protesta en la puertas el día del estreno, protesta que provocó el retraso de media hora. Todo en esta producción adquiere proporciones gigantescas: se han necesitado 15 tráileres para descargar los decorados y el atrezzo, que incluye más de veinte camas, docenas de mesas y sillas de bar y exige amplios efectivos que han obligado al teatro a contratar más de un centenar de personas para reforzar las plantillas de coro y orquesta, personal de escenario y figurantes.La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh y la joven Fevronia, es la penúltima de las 15 óperas que compuso de Nicolai Rimski-Korsakov (1844-1908) y la última que el compositor vió estrenada. Al Liceo llegó el 2 de enero de 1926 y se interrumpió su puesta en escena por culpa de la Guerra Civil. En los años setenta se volvió a montar. Ahora en este 2014, el reparto lo encabeza la soprano Svetlana Ignatovivh, los tenores Dimitry Golovnin y Maxim Aksenov, los bajos Eric Halfvarson y Vladimir Ognovenko y el barítono Dimitris Tiliakos encabezan un amplio reparto coral, con 15 personajes en escena, nutridos efectivos corales y despliegue de figurantes. La ópera tiene cuatro actos,el primero es el mundo puro de Fevronia, sensible y sutil, con delicadas intervenciones pastorales y el sonido de los pájaros. El segundo, vital y colorista, plasma el mundo de la taberna y Kuterma, con esencias del folklore, incluido el sonido de balalaikas. En el tercero dibuja la atmósfera de pregaria de la comunidad católica con música de belleza extraordinaria que evoca la consagración de Parsifal, y tiene como brutal contraste la violencia orquestal de la batalla con los tártaros. El cuarto es un epílogo que plasma la locura de Kuterna y el recuerdo de Fevronia. El resultado son cuatro horas cargadas de adrenalina, en un la taberna se incendian unas cuardas y el viejo fantasma del incendio del Liceo sobrevuela la sala, pero todo está bajo control gracias al ingenio vigorizante de una superproducción digna de los mejores teatros operísticos del mundo. Hay que abrir bien el espíritu para escuchar y ver esta ópera espiritual, sublime, excesiva, una montaña rusa de emociones para los cinco sentidos. Una leyenda iracunda, astuta, emocionant, sobre una escenografía y una iluminación digna de estudio en las aulas. Su carga espiritual, filosófica y literaria hacen de esta ópera nos recuerdan que la cultura es como un espejismo, una gran ciudad reflejada en un lago, algo inmaterial mucho más grandes que cualquier cosa tangible por la que podamos entrar en guerra unos con otros hasta la muerte.
J. A. Aguado