Mor Umberto Eco

L’any 1980 va publicar la novel·la El nom de la rosa. [Il nome della rosa, edizione Bompiani, setembre de 1980]

“[…] De manera que, per consell de Marsilio, que m’havia pres afecte, van decidir que acompanyés a fra Guillermo de Baskerville, savi franciscà que estava a punt d’iniciar una missió en l’acompliment de la qual tocaria moltes ciutats famoses i abadies antiquíssimes […] El meu mestre em va donar molts consells bons per als meus futurs estudis, i em va regalar les lents que li havia fabricat Nicola, atès que ja havia recuperat les seves. Encara era jove, em va dir, però arribaria el dia en què em serien útils (i de fet les tinc sobre el meu nas mentre escric aquestes línies). Després em va estrènyer entre els seus braços, amb la tendresa d’un pare, i em va dir adéu.
No vaig tornar a veure-ho. Molt més tard vaig saber que havia mort durant la gran pesta que es va abatre sobre Europa cap a mitjan aquest segle. Prec sempre que Déu hagi acollit la seva ànima i li hagi perdonat els molts actes d’orgull que la seva supèrbia intel·lectual li va fer cometre […]
Fa fred en el scriptorium, em dol el polze. Deixo aquest text, no sé per a qui, aquest text, que ja no sé de què parla: stat rosa pristina nomini, nomina nuda tenemus”.

  • Itàlia honora el seu gran savi [Eusebio Val, La Vanguardia 21-2-2016]
    A Eco el preocupava internet perquè  “anima a viure en el present- i això fa que les noves generacions hagin perdult la memòria i desconeguin la història. Les seves declaracions sempre eren sucoses. “La informació pot perjudicar el coneixement, tal com passa avui amb els mitjans de masses i internet, perquè ens diuen masses coses- va adveritr en un programa de la RAI, el gener del 2015. Masses coses juntes fan soroll i el soroll no és un instrument de coneixement.

Umberto Eco nació en la ciudad piamontesa de Alessandria –ojo, no confundir con la homónima egipcia, a pesar de que se hubiera sentido cómodo en su legendaria biblioteca– y murió este viernes a los 84 años  en su piso de Milán, el mismo donde le visitamos no hace siquiera un año, en marzo del 2015. Vivía en una de las dos mejores plazas de la capital editorial de Italia, frente al imponente Castello Sforzesco, punto de atracción de los turistas y que él desmitificó con una simple frase: “Es una copia del siglo XIX… como todo el gótico francés”. Fue la última –y la más larga– de una serie de cinco conversaciones que mantuvimos y que se habían iniciado en Barcelona en el 2001.

Clac, clac. El paso de Eco por las calles de Milán, acompasado por los golpes de su bastón de sauce contra el pavimento mojado por la lluvia, es el primer recuerdo, sonoro, de aquel encuentro. Con su sombrero modelo Fedora, su gabardina y unos andares nerviosos, tenía el aspecto de ser un detective clásico que nos guiara por una ciudad de otro tiempo, repleta de conspiraciones, anécdotas y aventuras.

El momento más intenso fue, ya en su piso, el paseo por “el pasillo de la literatura”, una parte de su impresionante biblioteca de 35.000 volúmenes, que se distribuía de modo aleatorio por las dos plantas del domicilio. “Este es el estudio de los ensayos, allá junto al lavabo tengo a los lógicos ingleses”, decía señalando un lugar en el que no reinaba ningún orden aparente. “¡¿Caos?!”, clamó fingiendo indignación. “¡A ver, dígame el nombre de un filósofo!”. “Mmm… Hume”. Y Eco apartó una butaca giratoria que le había salido al paso, avanzó hacia un tabique de estanterías y agarró un grueso volumen que contenía la Investigación sobre el entendimiento humano del ensayista escocés. “¡Dígame otro!”. Y, así, iban apareciendo Aristóteles, Nietzsche, Wittgenstein…

En una cajita guardaba su colección de pipas, tras unas vitrinas adivinamos manuscritos medievales, en el salón reinaba una escultura de Hermes de mármol, y unos facsímiles de los evangelios reposaban sobre un atril. También pasamos ante un muro que él llamaba “mi cementerio” porque en él colgaba fotos de sus amigos muertos, como la actriz Franca Rame –esposa de su vecino, el Nobel Dario Fo– o la editora catalana Esther Tusquets. Nos preguntó con ojos traviesos por Beatriz de Moura, “¡la editora más guapa de toda la feria de Frankfurt!… y tal vez del mundo”.

Pero lo que a él le hacía más gracia era una viñeta de The New Yorker que había enmarcado, “la mejor de su historia”: en ella aparece un niño a quien su madre le dice: “No, tú has sido parido, no descargado”. Conservaba también la caricatura que le hizo el dibujante Georges Wolinski, del semanario Charlie Hebdo, asesinado en el atentado de París. Había dos ordenadores, aunque confesaba que “puedo pasarme horas escribiendo sentado en el baño, de hecho lo hago bastantes veces”.

Mordía tabaco constantemente y llegamos a temer que, en algún momento, fuera a escupirlo todo, pero no, por lo que dedujimos que acababa tragándoselo. “No se asusten, fumé en pipa de los 20 a los 60 años, pero la tenía siempre en la boca y lo tuve que dejar. Sé que da una imagen rara esto de mascar un cigarrillo, el otro día una señora me dijo: ‘¿Por qué no lo enciende? Va todo el día con eso en la boca’, y yo le respondí: ‘Señora, ¿no ha tenido nunca usted cosas en la boca sin encenderlas?’”. “Umberto, por favor…”, le recriminó la alemana Renate Ramge, su esposa desde 1962.

Eco se reinventó a sí mismo a los 48 años. Cuando era uno de los semiólogos más importantes del mundo, publicó en 1980 la novela El nombre de la rosa, que ha vendido 50 millones de ejemplares y que salvó de la quiebra a algunas editoriales, entre ellas la barcelonesa Lumen.

De veinteañero había sido incluso guionista de televisión, en la RAI –junto al filósofo Gianni Vattimo, por si alguien aún duda del deterioro actual de los contenidos audiovisuales–. Empezó a publicar por esa época, en 1956, en concreto su tesis doctoral, titulada El problema estético en Tomás de Aquino. Le seguirían, años después, ensayos míticos como Apocalípticos e integrados (1964) y el Tratado de semiótica general (1975). El éxito que obtuvo su primera novela le condujo a publicar después otras ficciones como El péndulo de Foucault (1988), La isla del día antes (1994), Baudolino (2000), La misteriosa llama de la reina Loana (2004), El cementerio de Praga (2010) o Número cero (2015), una sátira sobre los medios de comunicación.

Autor de siete novelas y 42 ensayos, su libro más leído es Cómo se hace una tesis, de lo que se mostraba orgulloso. “Millones de estudiantes lo han usado en todo el mundo como guía. Sigue siendo útil en la era de internet aunque yo lo haya escrito a mano. Después de mi muerte, ese será el único libro que me sobrevivirá”.

Recordaba con afecto a su padre, director de una empresa que vendía hierro y bañeras que combatió en las dos guerras mundiales y, entre ellas, en el frente de Libia. “Era hijo de un tipógrafo, tuvo 12 hermanos, no podían comprarse libros, y se iba a los quioscos a leer los fascículos de las novelas por entregas, hasta que el quiosquero le echaba, se iba a otro quiosco y allí leía otro trozo. Colecciono aún libros impresos por mi abuelo. Yo leía en su casa, recuerdo Los tres mosqueteros de Dumas ilustrados por Maurice Leloir. Cuando murió, se le quedaron muchos manuscritos por editar en una caja, novelas populares a las que nadie hizo caso, y yo, a los 8 o 10 años, devoré esos manuscritos, eran aventuras fantásticas”. La otra influencia fue “mi abuela materna, una mujer que no tenía educación, tal vez la primaria, pero sí una pasión increíble por la lectura, se iba a las bibliotecas y siempre tenía un montón de novelas en casa. Leía Balzac o Stendhal como si fueran una novela rosa, sin sentido crítico, pero me prestaba esos libros y yo me sumergía en la gran novela francesa ya a los 12 años”.

A pesar de la guerra, Eco fue un niño feliz: “Siento nostalgia de aquellas noches en los refugios antibombardeos, en un sótano muy oscuro y húmedo, mientras fuera se escuchaba caer las bombas. Nos despertaban en casa de madrugada y nos llevaban allá abajo, los padres se asustaban, pero los niños jugábamos. Para mí es un recuerdo agradable”.

“¿En qué año se jodió Italia, professore?”, le preguntamos parafraseando a su amigo Mario Vargas Llosa. “En 1994, cuando llegó Berlusconi”, respondió sin vacilar.

__________________________________________________

[La Vanguardia, 20-2-2016]
Frases de Umberto Eco
El escritor, semiólogo y filósofo italiano Umberto Eco se caracterizó por dictar sentencia sobre diversos temas a lo largo de su carrera. 

Sobre los libros

”Los libros no están hechos para que uno crea en ellos, sino para ser sometidos a investigación. Cuando consideramos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué significa”.

Sobre la corrupción

”Hoy, cuando afloran los nombres de corruptos o defraudadores y se sabe más, a la gente no le importa nada y solo van a la cárcel los ladrones de pollos albaneses”.

Sobre el amor

”El amor es más sabio que la sabiduría”.

Sobre el periodismo

”No son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias, y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta”.

La honestidad

”El verdadero héroe es héroe por error. Sueña con ser un cobarde honesto como todo el mundo”.

Sobre Dios

”Cuando los hombres dejan de creer en Dios, no quiere decir que creen en nada: creen en todo”.

Sobre los villanos

”Los monstruos existen porque son parte de un plan divino y en las horribles características de esos monstruos se revela el poder del creador”.

La televisión

”Hoy no salir en televisión es un signo de elegancia.”

Sobre su día a día

”Para sobrevivir, tengo que contar historias”.

________________________________________________

Gabriel García Márquez, autor de “Cien años de soledad” i “pare” del “realismo mágico”, mor a Mèxic.

[Winston Manrique Sabogal, EL PAÍS, 19-4-2014]. Bajo un aguacero extraviado, el 6 de marzo de 1927, nació Gabriel José García Márquez. Hoy, bajo los primeros olores que anuncian lluvia este jueves 17 de abril de 2014, a la edad de 87 años, ha muerto en México DF el periodista colombiano y uno de los más grandes escritores de la literatura universal. Autor de obras clásicas como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada,fue el creador de un territorio eterno y maravilloso llamado Macondo.

Nació en la caribeña Aracataca, un poblado colombiano, un domingo novelable a partir del cual el niño viviría una infancia a la que volvió muchas veces. Entró a la literatura en 1947 con su cuento La tercera resignación; la gloria le llegó en 1967 con Cien años de soledad, y su confirmación en 1982 con el Nobel de Literatura. Ahora, el ahijado más prodigioso de Melquiades se ha ido, para quedarse entre nosotros un hombre que creó una nueva forma de narrar; un escritor que con un universo y un lenguaje propios corrió los linderos de la literatura; un periodista que amaba su profesión pero odiaba las preguntas; una persona que adoraba los silencios, y con un encanto que cautivó a intelectuales y políticos, y hechizó a millones de lectores en todo el mundo

Gabriel no iba a ser su nombre. Debió llamarse Olegario. Acababan de sonar las campanas dominicales de la misa de nueve de la mañana cuando los gritos de la tía Francisca se abrieron paso, entre el aguacero, por el corredor de las begonias: “¡Varón! ¡Varón! ¡Ron, que se ahoga!”. Y nuevos alaridos enmarañaron la casa. Una vez liberado del cordón umbilical enredado en el cuello, las mujeres corrieron a bautizar al niño con agua bendita. Lo primero que se les vino a la cabeza fue ponerle Gabriel, por el padre, y José, por ser el patrono de Aracataca. Nadie se acordó del santoral. De lo contrario, se habría llamado Olegario García Márquez.

Aquel domingo 6 de marzo de 1927,Aracataca celebró la llegada del primogénito de Luisa Santiaga y Gabriel Eligio. Fue el mayor de 11 hermanos, siete varones y cuatro mujeres. En realidad, para los cataqueros había nacido el nieto de Tranquilina Iguarán Cotes y el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, los abuelos maternos con quienes se crió hasta los diez años en una tierra de platanales bajo soles inmisericordes y vivencias fabulosas. Era unpelaíto en una casa-reino de mujeres, acorralado por el rosario de creencias de ultratumba de la abuela y los recuerdos de guerras del abuelo, el único hombre junto a él. ¡Ah! y un diccionario en el salón por el que entra y sale del mundo.

Diez años que le sirvieron para dar un gran fulgor a lo real maravilloso, al realismo mágico. Los cuentos fueron para él ese primer amor que nunca se olvida, el cine los amores desencontrados y las novelas el amor pleno y correspondido.De todos ellos, creía que la historia que no embolatará su nombre en el olvido es la de sus padres recreada en El amor en los tiempos del cólera.

Son las vísperas de su vida. Donde todo empieza… Amor y amores deseados, esquivos y de toda estirpe en sus escritos. García Márquez, que será conocido por sus amigos como Gabo, vive un segundo tiempo cuando a los 16 años, en 1944, sus padres lo envían a estudiar a la fría, helada, Zipaquirá, cerca de Bogotá. Descubre sus primeros escritores tutelares, Kafka, Woolf y Faulkner. El zumbido de la literatura y el periodismo lo rondan.

Allí, en el frío del altiplano andino, lo sorprende el cambio de destino del país y el suyo. Estudia Derecho, cuando el 9 de abril de 1948 es asesinado el candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán. Un suceso conocido como El bogotazo. Fue el antepenúltimo germen de un rosario de conflictos políticos y sociales, conocido como La violencia que habrán de germinar en sus obras.

Después de El bogotazo volvió a sus tierras costeñas con una mala noticia para sus padres: deja la carrera de Derecho. A cambio empieza en el periodismo. Primero en el periódico El Universal, de Cartagena, entre otras cosas como crítico de cine bajo el seudónimo de Séptimus; luego en El Heraldo, de Barranquilla, hasta volver a Bogotá, en 1954, aEl Espectador, el diario que en 1947 había publicado, un domingo, su primer cuento.

Además de crónicas y reportajes escribía para las páginas editoriales y la sección Día a Día, en la que se daba cuenta de los hechos más significativos de aquella Colombia donde la violencia corría en tropel. En 1955 escribe la serie sobre un suceso que terminará llamándose Relato de un náufrago.

Ryszard Kapuscinski aseguró que, aunque lo admiraba por sus novelas, consideraba que “la grandeza estriba en sus reportajes. Sus novelas provienen de sus textos periodísticos. Es un clásico del reportaje con dimensiones panorámicas que trata de mostrar y describir los grandes campos de la vida o los acontecimientos. Su gran mérito consiste en demostrar que el gran reportaje es también gran literatura”.

 Mientras trabaja como periodista escribe cuentos y no se desprende de una novela en marcha que lleva a todos lados, titulada La casa. Ese mismo año aparece su primera novela, La hojarasca. Después viaja a Europa como corresponsal del diario bogotano y recorre el continente, e incluso los países de la “cortina de hierro”. En 1958 vuelve y se casa con Mercedes Barcha. Hasta que se instala en México DF, en 1961, donde hace vida con sus amigos, las parejas Álvaro Mutis-Carmen Miracle y Jomí García Ascot-María Luisa Elío (dos españoles exiliados de la guerra). Un día Mutis le da dos libros y le dice: “Léase esa vaina para que aprenda cómo se escribe”. Eran Pedro PáramoEl llano en llamas, de Juan Rulfo. Ese año publica El coronel no tiene quién le escriba.

—“¿Fue tu abuela la que te permitió descubrir que ibas a ser escritor?”, le preguntó en los años setenta su amigo y colega Plinio Apuleyo Mendoza.

—“No, fue Kafka, que, en alemán, contaba las cosas de la misma manera que mi abuela. Cuando yo leí a los 17 años La metamorfosis,descubrí que iba a ser escritor. Al ver que Gregorio Samsa podía despertarse una mañana convertido en un gigantesco escarabajo, me dije: ‘Yo no sabía que esto era posible hacerlo. Pero si es así, escribir me interesa”.

La escritura no le da para comer y trabaja en cine y publicidad. Llega 1965. Pronto terminarán cuatro años de sequía literaria. El embrión esLa casa. Páginas que no terminan de coger forma. Hasta que un día, mientras viaja en un Opel blanco con su esposa Mercedes y sus dos hijos de vacaciones a Acapulco, ve clara la manera en que debe escribirla: sucedería en un pueblo remoto, y descubre el tono: el de su abuela que contaba cosas prodigiosas con cara de palo, y la llenaría de historias: las contadas por su abuelo en la Guerra de los Mil Días de Colombia. Y el comienzo de la novela: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

Ha sido el soplo divino de Kafka, Faulkner, Sherezada, Rulfo, Verne, Woolf, Hemingway, Homero… y sus abuelos Tranquilina y Nicolás. Da media vuelta y regresa en el Opel blanco a su casa de San Ángel Inn, en México DF. Una vez llega, coge sus ahorros, 5.000 dólares, y se los entrega a su esposa para el mantenimiento del hogar mientras se dedica a escribir. La Cueva de la Mafia es la habitación de su casa donde esa primavera se exilia con la enciclopedia británica, libros de toda índole, papel y una máquina Olivetti. Vive y disfruta ese rapto de inspiración al escribir hasta las ocho y media de la noche al ritmo de los Preludios de Debussy y Qué noche la de aquel día de los Beatles.

En otoño el dinero se acaba y las deudas acechan. García Márquez coge, entonces, el Opel y sube al Monte de Piedad a empeñarlo. Es una nueva tranquilidad para seguir escribiendo, aumentada por las visitas de sus amigos que les llevan mercaditos.

Al llegar el invierno de 1965-1966 pone un punto y aparte, y llora, llora como ni siquiera en sus novelas está escrito. Tenía 39 años Gabriel García Márquez cuando, esa mañana de 1966, salió de La Cueva de la Mafia, atravesó la casa y se derrumbó en lágrimas sobre la cama matrimonial como un niño huérfano. Su esposa, al verlo tan desamparado, supo de qué se trataba: el coronel Aureliano Buendía acababa de morir. Era el personaje inspirado en su abuelo Nicolás.

Muere orinando mientras trata de encontrar el recuerdo de un circo, después de una vida en la que se salvó de un pelotón de fusilamiento, participó en 32 guerras, tuvo 17 hijos con 17 mujeres y terminó sus días haciendo pescaditos de oro.

Un duelo perpetuo para el escritor que, el 5 de junio de 1967, ve recompensado al saber que esa historia comandada por el coronel, bajo el título de Cien años de soledad, inicia su universal parranda literaria en la editorial Sudamericana, de Francisco Porrúa, en Buenos Aires. Todos quieren conocer la saga de los Buendía.

La novela impulsa la universalización del boom de la literatura latinoamericana. “Verdaderamente fue a partir del triunfo escandalosamente sin precedentes de Cien años de soledad”, afirmaría José Donoso en Historia personal del boom.

En medio de la algarabía, García Márquez se va a vivir a Barcelona donde afianza su amistad con autores como Carlos FuentesMario Vargas Llosa y Julio Cortázar. El éxito es rotundo y trasciende a otros idiomas. Luego empieza a escribir El otoño del patriarca (1975) como un ejercicio para quitarse de encima la sombra de su obra maestra. Para entonces ya es muy activo con la causa cubana y está más presente en Colombia. En 1981 publica Crónica de una muerte anunciada.

 La noticia del Nobel lo sorprende en México en 1982. En la frontera del amanecer del 10 de octubre el teléfono lo despierta. Con 55 años se convierte en uno de los escritores más jóvenes en recibir el máximo galardón de la literatura. En diciembre rompe con la tradición al recibir el premio vestido con un liquiliqui, una manera de rendir homenaje a su tierra costeña y compartirlo con su abuelo Nicolás que usaba trajes así en el ejército. Una ausencia que acompañó al escritor desde los 10 años, cuando este murió, y convirtió en incompletas todas sus alegrías futuras, por el hecho de que el abuelo no las sabía, escribe Dasso Saldívar en la biografía Viaje a la semilla.

Tres años después culmina la historia de sus padres: El amor en los tiempos del cólera. Siguen El general en su laberinto (1989) y Del amor y otros demonios (1994).

Hace realidad uno de sus sueños, en Cartagena de Indias: la creación de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y se une a otros proyectos informativos. Son los años de su vuelta al periodismo. Al principio de todo.

En 1999 le detectan un cáncer linfático. Todo ello mientras termina de escribir sus memorias, Vivir para contarla, a las que cuando puso punto final se topó con la muerte de su madre, Luisa Santiaga Márquez Iguarán. Un domingo lo trajo ella al mundo; y un domingo lo dejó ella. Fue la noche del 9 de junio de 2002. Dos años más tarde escribe su última creación: Memoria de mis putas tristes.

Sus recuerdos empiezan su peregrinación.

Hasta que se han ido del todo al encuentro de los Buendía.

Y de no haber sido escritor, lo que realmente hubiera querido ser Gabriel García Márquez también tiene que ver con el amor, presente en todas sus obras. Lo supo hace muchos en Zúrich cuando una tormenta de nieve tolstiana lo llevó a refugiarse en un bar. Su hermano Eligio recordaría cómo él se lo contó:

—“Todo estaba en penumbra, un hombre tocaba piano en la sombra, y los pocos clientes que había eran parejas de enamorados. Esa tarde supe que si no fuera escritor, hubiera querido ser el hombre que tocaba el piano sin que nadie le viera la cara, solo para que los enamorados se quisieran más”.

Entre realidades, deseos, sueños, alegrías, agradecimientos, imaginaciones y, sobre todo, por el paraíso irrepetible de su lectura, Gabriel García Márquez está ahora en el mismo lugar donde él llevó a Esteban en su inolvidable cuento El ahogado más hermoso del mundo,después de que a la gente del pueblo “se le abrieran las primeras grietas de lágrimas en el corazón”… Porque una vez comprobado que había muerto “no tuvieron necesidad de mirarse los unos a los otros para darse cuenta de que ya no estaban completos, ni volverían a estarlo jamás”… El rumor del mar trae la voz del capitán de aquel barco, que en 14 idiomas, dice señalando al mundo, por encima del promontorio de rosas amarillas en el horizonte del Caribe: “Miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las camas; allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia donde girar los girasoles; sí, allá, es el pueblo” de Gabriel García Márquez.”

 

Novelas: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1957), La mala hora (1961),Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989),Del amor y otros demonios (1994), Memorias de mis putas tristes (2004).

Grandes reportajesRelato de un náufrago(1970), Noticia de un secuestro (1996), Obra periodística completa (1999). Primer tomo de sus memorias, Vivir para contarla (2002).

CuentosOjos de perro azul (1955), Los funerales de la Mamá grande (1962), La irresistible y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972), Doce cuentos peregrinos (1992).

 

Foto: Gorka Lejarcegi [EL PAÍS]

[Dasso Saldívar, 18-4-2014, EL PAÍS]”Cada uno de estos 10 libros —’Relato de un náufrago’, ‘El coronel no tiene quien le escriba’, ‘Los funerales de la Mamá Grande’, ‘Cien años de soledad’, ‘La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada’, ‘El otoño del patriarca’, ‘Crónica de una muerte anunciada’, ‘El amor en los tiempos del cólera’, ‘El general en su laberinto’ y ‘Del amor y otros demonios’— ha marcado un hito en la trayectoria literaria de Gabriel García Márquez y en la historia de la literatura del siglo XX. La suma de los 10 conforma el núcleo esencial de su obra, y cinco de ellos han cautivado a una mayoría de lectores en todo el mundo: ‘Cien años de soledad’, ‘Crónica de una muerte anunciada’, ‘El amor en los tiempos del cólera’, ‘El coronel no tiene quien le escriba’ y ‘Relato de un náufrago’. Pero ‘Cien años de soledad’ es la obra que se ha colocado en lo más alto, codeándose con las grandes novelas de la literatura universal. Más aún, a casi cincuenta años de su publicación, la novela de Macondo ha logrado consolidarse como uno de los libros más influyentes de la humanidad, privilegio que comparte con ‘El Quijote’ en lengua española. Todos los espacios, personajes e historias de los libros de García Márquez tienen su origen en lugares, personas, hechos, historias y elementos del mundo cotidiano y de la Historia, de modo que el mismo escritor no se cansó de repetir que no había una sola línea de sus libros que no estuviera basada en la realidad. Inseparablemente de esta norma, una imaginación envolvente y una bien dosificada poética de la nostalgia fueron los componentes alquímicos que le permitieron trasmutar toda esa diversa materia prima en ficciones trascendentales.”