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La visita

Fragmento de una ilustración de la propia poetisa.

Hoy me he hecho una visita
y no he llegado tarde.

Lo primero,
frente a la puerta,
ha sido limpiarme de sangre
los talones
para no ensuciar el suelo
que me acabo de ganar.
y me he recibido bien.

Después,
he dejado mi cruz
de nuevo clavada
donde le corresponde
y he estado un buen tiempo mirándola
para que se haga con la nueva casa.

Las derrotas las he puesto
en hilera y por colores
para que no se mezclen,
que sepan que están ahí
como un trofeo,
que eso es lo que son:
mi mayor éxito.

A los miedos, a esos,
ya les negué el paso
y saben que no pueden entrar
porque no me interesa por ahora
conocer mi futuro.

He decidido que la memoria
se quede en la cocina,
porque siempre tengo ganas
de correr hacia ella;
me gusta mucho cocinar,
no tanto comer;
por eso los recuerdos
están…
ya no me acuerdo.

La verdad es que solo
me sirven en los momentos importantes.

Y el amor
está por todas partes,
enchufado a las paredes
como un ambientador,
así que, si un día eres mi invitado,
vas a salir enamorado como no imaginas.

Lo demás
—los cuadros, el mar, los libros—
ocupa el lugar de siempre,
son parte de mi cielo
y gracias a ellos aún
no sufro de mirada cansada.

¿Seguro del hogar?
No es necesario.
No tengo intención
de detener mis sueños.

Pero la joya de la casa
es el sofá.
Ni demasiado cómodo
ni demasiado solemne;
lo encontré antes,
cuando era otra.
En él me dejo ir
de igual a igual
y le digo:

—Soy invencible, he olvidado.

 Idoia Montero, 2019

Tàctica y estrategia

Imagen de PIRO4D en Pixabay

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.

Mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.

Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.

Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.

Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple.

Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

 Mario Benedetti, 1974

Hagamos un trato

Compañera
usted sabe

que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo
si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted

………………..es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

 Mario Benedetti, 1974

Hora punta

Y allí dentro vi miradas de opresión,
miradas de desconcierto,
de desorientación,
miradas serias,
de preocupación.
Vi ojos atentos a la nada,
ansiedad,
parsimonia,
amor,
complicidad entre dos
y entre tres.
Vi ceños fruncidos enmarcando
miradas de confusión,
de molestia,
de impaciencia,
de sueño,
de sueños.
Vislumbré ilusión y simpleza.
Seguridad, temor, compasión.
Éramos muchos en hora punta.

Yo, como es habitual,
expectante en mi asiento de siempre:
al fondo a la izquierda
junto a la ventana;
y restos de soledad en las pestañas,
dueña de una de esas miradas que incomodan.

Esa mañana almacené todas las miradas que,+
un día,
serían para ti.

 Sara Búho, 2016