Tag Archives: Díaz de Castro

Círculo (‘Ruby, my dear’: Thelonius Monk)

Cómo esta música discorde
inventa las nostalgias de un amante
Cómo insisten las notas en la fuga
de lo que tal vez fueran -sí lo fueron-
obstinadas señales de alegría,
crepusculares ya,
ensayos dolorosos de un decir
queriendo conocerse.

No sé si eran de amor:
escuetas y precisas resuenan como notas
de un afán inspirado,
de un perfecto y fugaz descubrimiento,
como si nada fueran más que música.
Y, sin embargo, cómo reavivan,
cómo aclaran los sueños,
cómo escuece este oírlas por sorpresa.

 Icono Fco.Díaz de Castro Francisco Díaz de Castro, 1995

Don’t explain (Billie Holliday)

Canción imaginada, tú
sí sabes ocultar las evidencias
del hálito quemado de un suspiro,
el reverbero hiriente de una voz
a solas en el cuarto de un hotel.
Tú callas la certeza innecesaria,
sólo tú arrebatas el rencor,
la vergüenza y el asco de recordar la usura
—esa usura feroz del sentimiento—
ejercida a conciencia ante unos ojos
entrecortadamente incrédulos
y con amor aún.

Sigue sonando,
que dure un poco más mi ensueño,
mientras impartes tu caricia
como brisa de octubre entre las hojas.

. Icono Fco.Díaz de Castro Francisco Díaz de Castro, 1995

Contestador automático

Contestador automático

Esta cinta gastada que conservo
entre fotos y cartas
y el olvido creciente de tu voz.

No volví la cabeza ni mis ojos lloraron
cuando te abandoné,
tú sin ti para siempre.

Luego lo más preciado se borró de las cintas.

Y te buscaba
en la masa de instantes,
en el eco de voces superpuestas
que llamaban para qué sé yo qué.
Pero tu voz, la broma,
tus retrasos, los besos
o el te quiero en susurro,
esa voz de fantasma que yo busco
es ya sólo el silencio que se graba
cuando pasa la cinta
y nadie dice.

Icono Fco.Díaz de Castro Francisco Díaz de Castro, 1995

Primavera

Soy un no muerto de momento,
un no muerto que aún no se despide
de una caja de música con medias,
de todos los recuerdos que dejaste.
Un no muerto feliz porque hizo suya
la fatiga de carne de tus ojos,
el dulce atormentar de tu rutina,
aquella mancha oscura de tu cuerpo.
Un no muerto que quiere no morir
para seguir echándote de menos.

Francisco Díaz de Castro, 1995