Monthly Archives: febrero 2020

La visita

Fragmento de una ilustración de la propia poetisa.

Hoy me he hecho una visita
y no he llegado tarde.

Lo primero,
frente a la puerta,
ha sido limpiarme de sangre
los talones
para no ensuciar el suelo
que me acabo de ganar.
y me he recibido bien.

Después,
he dejado mi cruz
de nuevo clavada
donde le corresponde
y he estado un buen tiempo mirándola
para que se haga con la nueva casa.

Las derrotas las he puesto
en hilera y por colores
para que no se mezclen,
que sepan que están ahí
como un trofeo,
que eso es lo que son:
mi mayor éxito.

A los miedos, a esos,
ya les negué el paso
y saben que no pueden entrar
porque no me interesa por ahora
conocer mi futuro.

He decidido que la memoria
se quede en la cocina,
porque siempre tengo ganas
de correr hacia ella;
me gusta mucho cocinar,
no tanto comer;
por eso los recuerdos
están…
ya no me acuerdo.

La verdad es que solo
me sirven en los momentos importantes.

Y el amor
está por todas partes,
enchufado a las paredes
como un ambientador,
así que, si un día eres mi invitado,
vas a salir enamorado como no imaginas.

Lo demás
—los cuadros, el mar, los libros—
ocupa el lugar de siempre,
son parte de mi cielo
y gracias a ellos aún
no sufro de mirada cansada.

¿Seguro del hogar?
No es necesario.
No tengo intención
de detener mis sueños.

Pero la joya de la casa
es el sofá.
Ni demasiado cómodo
ni demasiado solemne;
lo encontré antes,
cuando era otra.
En él me dejo ir
de igual a igual
y le digo:

—Soy invencible, he olvidado.

 Idoia Montero, 2019

No me pidas

Imagen de 024-657-834 en Pixabay

Si pudiera atrapar
nuestro último adiós,
lo metería en una botella
y lo lanzaría al mar
para que se convirtiera
en mariposas con la ilusión de ser gaviotas,
ángeles de los marineros,
vuelo azul de las olas.
Si pudiera
lo haría.
Créeme.

Si supiera escribir nuestro final
para que entendieras
que siempre fuiste el principio,
no mentiría
a pesar de la verdad.
Y lo haría
sin dudar.
Lo haría.

Si quisiera volver a ti,
acunaría nuestra historia
y le concedería una duda
sin márgenes ni puntos aparte.
Le daría a nuestra vergüenza
su sitio
y a nuestro pudor
un largo beso.

Si me dejaras
de nuevo conquistar con la boca
cada parte de ti,
sabiéndola explorada
pero no vencida,
hondearía nuestra victoria
con los dientes
y arañaría todos los sueños
para que volvieran nuevos,
en silencio,
a nuestras sábanas,
con una guirnalda de luces.

Y si nos pidiéramos perdón,
te diría que es lo único
que debimos hacer por los dos.

Pero no puedo ganarle más al tiempo
para perderme a mí
ni quiero
volcar mi beso
y lamer heridas
que no son mías.
Ser una lengua muerta,
sin una queja,
cuando no escuchas.

Y ya no sé traer de vuelta
el polvo,
las grietas,
la piel de gallina,
el precipicio.

Sin embargo,
tendrás un lugar en mis pulmones,
en el hueco que vive justo
entre tu pie izquierdo y mi escalera.

Pero no me pidas
que te quiera como ayer.

No me pidas
ni una sola respuesta,
ni una sola coartada,
que vuelva a ser yo
junto a ti, pero no contigo.

Porque te he tendido
todos los brazos del mundo
y me he quedado sola,
abrazada a la nada,
y cuando creo que me mantengo viva
me sigues doliendo.

Idoia Montero, 2019

Hemos de procurar no mentir

Imagen de David Mark en Pixabay

Hemos de procurar no mentir mucho.
Sé que a veces mentimos para no hacer un muerto,
para no hacer un hijo o evitar una guerra.

De pequeña mentía con mentiras de azúcar,
decía a las amigas: —Tengo cuarto de baño—,
mi casa era pobre, con el retrete fuera.
—Mi padre es ingeniero— y era solo fumista,
¡pero yo le veía ingeniero ingenioso!

Me costó la costumbre de arrancar la mentira,
me tejí un vestido de verdad que me cubre,
a veces voy desnuda.

 Gloria Fuertes, 1962

Desde entonces me quedo sin hablar muchos días.