Tag Archives: amor felicidad

Canción de aniversario

Imagen de Susanne en Pixabay

…incómodos
de no sentir el peso de los años.
  J. Gil de Biedma

Son
extrañamente hermosos todavía,
estos labios de hace ahora tres años
y me parece inédito
el gesto de tu beso,
este llegar aquí cada vez más tranquilo,
con la serenidad
del que tiene por cómplice la vida
y su rutina.

Hoy sabemos que entonces,
cuando tus veinte años y mi primer abrazo,
empezamos por ser
sobre todo indecisos: la tímida torpeza
de la primera noche
y la dificultad
con que dejar las manos
en el hábito infiel de nuestros vicios.

Ahora
extrañamente hermoso estar aquí,
demasiado a menudo y decididos,
incómodo
de no sentir el peso de los años
aprendiendo contigo la premeditación
y escribiendo en tu piel mi alevosía.

Porque suele haber bancos donde se espera siempre,
aceras que prefieres por costumbre
o líneas de autobús al mediodía.

Y sin embargo tú
reapareces inédita en tu gesto
para decirme hoy
que le conteste al tiempo y sus preguntas
el práctico saber que tienes de mi cuerpo.

Icono Luis G.ª Montero Luis García Montero, 1989

Todavía

No lo creo todavía
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría

palpo gusto escucho y veo
tu rostro tu paso largo
tus manos y sin embargo
todavía no lo creo

tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto

nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa

sin embargo todavía
dudo de esta buena suerte
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía

pero venís y es seguro
y venís con tu mirada
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro

y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido

y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más
………………………..todavía.

Icono Mario Benedetti Mario Benedetti, 2003

Dame la mano

Imagen de Free-Photos en Pixabay

Dame la mano y danzaremos;
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más…

El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.

Te llamas Rosa y yo Esperanza;
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza
en la colina y nada más…

 Gabriela Mistral, 1923

Si puedo

Si puedo
cuando acabe de llegar
a mi verso
lo que ya está en él
desde siempre
porque una mañana te vi

si puedo
cuando tú estés aquí escrita
sin ropas desnuda
como en los amaneceres de verano
como en la humedad de mis sueños

si puedo
escribiré el punto final
que es siempre punto y seguido
cuando te pongo en papel
en la línea
y en la entrelínea

cuando sin rímeles
te pinto de mí
en tinta azul
o en carboncillo
o en grafito
o en pensamiento huidizo que
escapa para poder volver

si puedo…

Gonzalo Montesierra, 2008

Tu risa

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mi todas
las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.

Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.

  Pablo neruda, 1952

Los brazos abiertos

Podrías habérmelo dicho antes:
dejando salir mis miedos,
entrabas tú.

Llegas a mis manos vestido de casualidad
y terminas convirtiéndote en un nuevo principio.
Usas mi nombre para ser valiente,
atraviesas lo que parecía imposible
en un segundo,
como quien se cuela en el hueco
que hay entre dos canciones
y se queda a dormir.

Empujas los árboles, regalas camino,
paseas a mi lado con esa pintura en las manos
que respeta las humedades de mi piel.
Rompes a pedradas el invierno 
y liberas un enjambre de abrazos
a la reconstrucción de mis éxitos.

Entras en mi pecho sin dejarte
las uñas en la puerta,
entiendes que no la había y que por eso
hay lugares de los que nunca salimos.
Me sacas del pozo posando tus dedos
de luz sobre muros muertos de frío,
y todo se ha vuelto cielo estrellado
y me has devuelto la capacidad
de soñar con el miedo
de volver a perder a alguien.

Nadie ofrece tanto como quien
nos descubre algo diferente,
y esto es tan cierto como tú:
por cada persona que dice haberte visto,
a seis mil, les encanta la poesía.

Donde hubo fuego,
soplas;
donde quedan accidentes,
acaricias
con la fuerza de quien trata de olvidar a alguien
y lo recuerda para siempre.

Nos atrapas en la cámara frontal
—juraría haber visto el futuro—
Qué importa lo que escriba.
Sobre ti
se arrodillan todas mis letras.
Recuerdo tu risa y conjuro un patronus,
encontramos el anillo único
y desaparecemos de ese trozo de mundo que dijo:
«No lo conseguirán».

Yo,
que nunca creí en la buena suerte,
te vuelves amuleto coronando mi pecho.

Te das la vuelta
y miras al suelo
y entiendo tus alas.
Tu amor
es un obstáculo a la tristeza,
es la belleza de persistir en mi pena
antes
de reconquistar
los cielos.

Decidle, si veis su estela,
que me tiene borracho de ganas.
Contadle, si reconocéis sus pasos,
que me enseñó el camino de vuelta,
que su silencio vació mi cuerpo de desamor
para llenarlo de intimidades imperfectas,
que miró con la paciencia del crecimiento
cómo mis heridas dejaban de ser cicatrices
cuando volvía a hincarles el bolígrafo
y
nos
derramamos.

Después de tanto –y tantos-,
has colocado el otoño de tus ojos
justo delante de mi cara
y se me está olvidando eso
de tenerle miedo a la belleza.

Te quedaste donde nadie supo hacerlo:
cuando me descubro,
tumbando de un solo golpe
las paredes de mis laberintos.


que me miras con buenos ojos
—decías— ,
pero incluso para el rey de los ciegos
el atardecer se anaranja.

Yo
que guardo para ti todo lo que aún no he escrito
que miras mi cuerpo pintando la noche
que jamás imaginó Van Gogh,
que te veo dormir, me pellizco
y no despierto,
que mirarte
es soñar
con
los
brazos
abiertos.

 Chris Pueyo, 2017

La felicidad también es un lugar

Deberías vernos galopar por las calles de la tarde,
enamorados como tontos, imbéciles de amor,
tanto que si no fuéramos nosotros
también yo pensaría que nos merecemos una paliza
cada vez que nos viera pasar.
Le echaría la culpa al dios de los poetas
por permitir a dos hacerse poesía en plena calle,
¡como si nada!
Esos somos nosotros. Ella y yo.
Seremos.

Llevo encima tres besos de más y me están subiendo demasiado,
tanto que estoy pensando en decirle que se venga,
que se venga para siempre, sin paraguas ni botones,
que se venga a matar a todos los poetas que tengan en la frente un minuto de cordura,
a matar a todos los amantes que piensen
que pueden salir intactos de una historia de amor,
matar a quienes se besen con precaución,
a quienes se toquen con guantes,
a todos aquellos que sigan las santas leyes del recato.

Y todos dirán
ahí vienen dos que se aman, dos que van a ser libro,
que van a escribirse palmo a palmo, en verso a toda plana
.

Y al escribirnos tendremos quinientas páginas de lo nuestro
para lanzarlas desde lo alto del mundo
y que vuelen esperanzas de papel por toda la ciudad.

Dos más uno es el hijo que aún no tenemos.
Creo que lo llamaremos Horizonte
para que cuando lo miremos nos recuerde
que el amor es un paisaje y ese niño su constatación.

 Marwan

La palabra María

Yo sé que la palabra María bien podría parecer un conjunto de cinco letras que se dan la mano, un nombre propio muy común. Nada de eso. Es una palabra que encierra quinientas noches ajenas al insomnio, una palabra que tiene un cuerpo frágil y perfecto como las alas que le salen a los niños.

Detrás de la palabra María se encuentra la boca que borra todas las cicatrices, la cara que atiende directamente las instrucciones que le da el verano. Es una palabra que castiga a la melancolía, que la saca al primer beso de mis cuadernos y que anula a otras palabras como decepción, condena, sed, ausencia, venganza. Las borra todas cuando acerca su boca hasta mi sexo y asciende preguntando si me gustó.

Esa palabra suele pasar las vacaciones conmigo, me dio la mano por París, voló a mi lado en las Galápagos, me besó sobre las baldosas de Dubrovnik.

La palabra María vive en la misma dirección que yo, duerme cada noche en mi cama y no veas el hambre feroz que trae al desayuno cada mañana. Es una palabra que tiene sueños incompletos, que cocina conmigo y que vuelve maldiciendo del trabajo cuando el Gobierno anuncia nuevos recortes en sanidad, porque es una palabra experta en pediatría, una palabra que cuida de los niños.

La palabra María mide casi uno setenta, tiene el pelo negro, la boca roja y los pies mirando hacia los treinta. Es una palabra que odia a los políticos, que disfruta cuando estás feliz, que te coge la mano cuando conduces y te dice: ya verás, ya verás cómo todo va a salir bien.

La palabra María es el verso definitivo que persiguen los poetas porque lo tiene todo, porque siempre es verdad, porque enciende las habitaciones donde llora mi niñez y la coge en brazos hasta calmarla.

Esa palabra es mi cable a tierra y, aunque realmente no le guste que la llamen así, así se llama mi amor.

 Marwan