
Fragmento de una ilustración de la propia poetisa.
Hoy me he hecho una visita
 y no he llegado tarde.
Lo primero,
 frente a la puerta,
 ha sido limpiarme de sangre
 los talones
 para no ensuciar el suelo
 que me acabo de ganar.
 y me he recibido bien.
Después,
 he dejado mi cruz
 de nuevo clavada
 donde le corresponde
 y he estado un buen tiempo mirándola
 para que se haga con la nueva casa.
Las derrotas las he puesto
 en hilera y por colores
 para que no se mezclen,
 que sepan que están ahí
 como un trofeo,
 que eso es lo que son:
 mi mayor éxito.
A los miedos, a esos,
 ya les negué el paso
 y saben que no pueden entrar
 porque no me interesa por ahora
 conocer mi futuro.
He decidido que la memoria
 se quede en la cocina,
 porque siempre tengo ganas
 de correr hacia ella;
 me gusta mucho cocinar,
 no tanto comer;
 por eso los recuerdos
 están…
 ya no me acuerdo.
La verdad es que solo
 me sirven en los momentos importantes.
Y el amor
 está por todas partes,
 enchufado a las paredes
 como un ambientador,
 así que, si un día eres mi invitado,
 vas a salir enamorado como no imaginas.
Lo demás
 —los cuadros, el mar, los libros—
 ocupa el lugar de siempre,
 son parte de mi cielo
 y gracias a ellos aún
 no sufro de mirada cansada.
¿Seguro del hogar?
 No es necesario.
 No tengo intención
 de detener mis sueños.
Pero la joya de la casa
 es el sofá.
 Ni demasiado cómodo
 ni demasiado solemne;
 lo encontré antes,
 cuando era otra.
 En él me dejo ir
 de igual a igual
 y le digo:
—Soy invencible, he olvidado.
 Idoia Montero, 2019
 Idoia Montero, 2019