És millor la llibertat dels Antics o la dels Moderns? Petita reflexió.

La divisió entre llibertat dels antics i llibertat dels moderns fou ideada pel filòsof francès Benjamin Constant l’any 1819 al veure com havia evolucionat aquest concepte des dels orígens de la democràcia grega fins a l’actual.

La llibertat dels antics s’entenia com a la possibilitat dels que eren considerats ciutadans de participar activament de la vida política de les seves Polis, és a dir, que podien exercir de primera mà la seva sobirania, podien influir en les decisions que es prenien, etc.

La llibertat dels moderns és totalment diferent. L’evolució de la llibertat dels antics a la dels moderns cal entendre-la de la mà del fet que les societats han evolucionar i les Polis s’han convertit en grans ciutats on, degut al gran nombre d’habitants que hi resideixen, el sistema polític imperant és la democràcia representativa. La llibertat dels moderns es basa en les Teories del dret natural, segons les quals totes les persones tenim uns drets (internacionalment anomenats com als Drets Humans) que la societat ha de respectar. Així doncs, aquesta llibertat només existeix si els drets naturals de l’individu són respectats i, a més, si aquest pot elegir un representant –normalment mitjançant el sufragi– que exerceixi la sobirania en nom seu per tal que pugui gaudir d’una vida privada confortable on pugui intentar trobar la felicitat.

Ambdues llibertats tenen aspectes positius i negatius en comparació l’una amb l’altra. Per exemple, la llibertat dels antics era excloent ja que no contemplava la llibertat ni de les dones, ni dels esclaus, ni dels metecs (els immigrants d’altres Polis) ni dels menors de 30 anys. Tots aquests col·lectius eren marginats de la vida pública i no es consideraven ciutadans, és a dir, no es consideraven persones lliures. D’altra banda, aquesta llibertat era molt positiva en el sentit de que qui exercia la sobirania era un mateix: l’individu podia influir de forma real i immediata a les decisions de caire polític ja que era ell mateix qui decidia què expressava i què no.

La llibertat dels moderns és positiva en el sentit que no crea desigualtats entre ciutadans en el sentit de que tots poden ser lliures, tots poden elegir qui serà el representant que exercirà la seva sobirania en nom seu. Però el representant que finalment arriba al poder mai és votat pel conjunt sencer dels ciutadans, car sempre hi ha diferents opcions (sinó no caldria votar, és evident). Al sortir elegit un representant, doncs, implica que n’hi ha un/uns altre/s que no ho són i, en conseqüència, la sobirania d’uns quants ja no s’exercirà tal i com ells volien. Aquest seria un dels inconvenients de la llibertat dels moderns, que si bé tens llibertat per anar a votar ningú et garanteix que la sobirania s’exerceixi com tu volies. Però això succeeix, en part, en favor dels individus ja que guanyen la creació d’un espai personal, d’una independència individual de la societat en la que poden decidir com viure per tal de ser feliços, al contrari dels antics que només podien trobar-la en societat. Però aquest individualisme també té el seu costat negatiu, ja que pot derivar en un individualisme totalment possessiu i egoista en que els individus només busquessin el seu propi benefici i en que les relacions interpersonals només estiguessin orientades al interès propi.

Personalment no sabria cap a quina de les dues inclinar-me ja que, com he exposat, totes tenen els seus avantatges i inconvenients. Així doncs crec que allò millor seria una síntesi de les dues: una democràcia representativa en que els ciutadans tinguessin llibertat per elegir uns representants més pròxims ells i que poguessin controlar amb més facilitat per tal d’assegurar que apliquessin unes polítiques que els garantissin una vida privada confortable.

M. A.

¿Cuales son los límites del poder del estado y la sociedad sobre el individuo?

El debate sobre la relación entre el individuo y el poder que ejerce sobre él el estado ha sido presente en toda la historia. La diversidad geográfica, social, de liderazgo e histórica ha llevado a la presencia de innumerables modelos de relación entre el hombre y el poder, siendo las libertades del primero y los derechos del segundo objeto constante de confrontación. A partir de esto surge la duda sobre los límites de la influencia del estado en el individuo.
Diversas teorías han aparecido alrededor de esta problemática, y aquí se exponen algunas de ellas, ordenadas de mayor independencia del individuo respecto al estado hasta la subordinación total del primero al segundo.
En primer lugar se encuentra el modelo de estado neoliberal o liberal extremo, defendido por el filósofo Nozyck. De acuerdo con su teoría, el individuo no tiene ningún tipo de deber respecto al estado, goza de plena libertad positiva. Sin embargo, el estado tiene el deber de proteger los derechos básicos de los individuos como la vida, la propiedad y la salud. No obstante, para proteger dicha libertad el estado requiere cierto poder, de modo que puede regular las relaciones entre individuos. Por este motivo los individuos ceden al estado la capacidad legislativa y judicial. La pertinencia de este poder del estado sobre el individuo está sujeta a la capacidad del primero de protección de los derechos mencionados del individuo, pues de otro modo éste puede volver al estado de libertad anterior, caracterizado por la plena libertad e igualdad entre hombres.
Fruto de la inestabilidad de las monarquías absolutistas del siglo XVII-XVIII, surgieron en Francia diversos pensadores que reflexionaron sobre cuales debían ser las libertades de los individuos para que fuesen compatibles con los estados. Basándose en la antigüedad clásica Rousseau concibió el modelo de estado democrático moderno. Como el individuo por si solo se encuentra en perfecto estado de armonía y felicidad, el estado no debe estar sometido al mandato de una persona. Por esta razón, el mejor sistema de gobierno es el de seguir el criterio de la mayoría. La mayoría dicta los límites del poder del estado sobre el individuo. Como los votantes constituyen parte del estado y son individuos, el equilibrio será adecuado, siempre basándonos en la corrección de las decisiones de la mayoría. Pero ¿Qué ocurre con aquellos que no piensan igual? Rousseau opina que, como el estado es libre y sus decisiones también, debe obligarse a los opositores de las decisiones a “ser libres”. El resultado de este sistema es la dictadura de la mayoría, por lo que esta tiene el poder de limitar y eliminar toda libertad de los individuos, aunque también el de permitir a los individuos gozar de plena libertad negativa.
Los resultados que se obtendrían de una dictadura de la mayoría que tendiese a restringir la libertad de los individuos serían similares a los de la teoría de Tomas Hobbes, recogida en la obra El Leviatán. La teoría que defiende este contractualista se basa en el estado de guerra insoportable existente entre los hombre en la ausencia del estado. El miedo y el deseo de paz llevan a los individuos a definir unos derechos naturales y, para protegerlos, realizan convenios entre ellos. En estos convenios los individuos pactan entre ellos la creación de una personaje artificial, el monarca (o el estado). La única finalidad del monarca es la protección de sus súbditos, pero como este no ha realizado ningún pacto con ellos, su poder es ilimitado. Su capacidad de restringir las libertades es absoluta, tiene el total de derecho de procurarse su máxima felicidad y de coartar la libertad negativa de los súbditos al máximo. El modelo de estado resultante es la monarquía absolutista.
La evolución de este modelo de estado absolutista y la corrección de sus errores lleva a la aparición del estado totalitario, que se deriva del modelo de estado ideado por Marx y Hegel. En el estado colectivo que proponen, la subordinación del individuo al estado es total. Los derechos del último son totales, siendo el individuo un sujeto sin libertad alguna, solamente alguna, controlada por el estado. El estado decide los derechos de los individuos, y la prioridad yace en el mantenimiento del estado, por lo que la oposición, la libertad de expresión, opinión, e incluso de conciencia pueden (y acostumbran) a ser prohibidas.
Tras analizar las diversas libertades que pueden permitir los distintos modelos de estado ideados, se llega a la conclusión de que una magnífica opción es la del liberalismo moderado. La libertad positiva del individuo es total, es completamente libre y está en armonía con los demás. Sin embargo, el estado expolia la libertad de ciertas acciones y actitudes de los individuos, pudiendo legislar y ejercer la justicia.
Estos derechos solamente pueden ser utilizados para limitar las libertades de los individuos cuando estos atenten contra otros individuos y sus acciones supongan la violación de las libertades de estos. En ningún caso un individuo verá su libertad coartada por oponerse al estado, siempre y cuando no ataque a los derechos de los demás de tener un estado que vele por ellos.

À. Casadevall
2n Bat –A-

¿He oído democracia?

¿Cuál es la forma de gobierno que tiene que regir nuestra sociedad? La historia mundial está llena de períodos en los que formas de gobierno se han impuesto sobre otras, y así sucesivamente. Durante el siglo pasado, el mundo fue testigo de cómo formas de gobierno como el totalitarismo, el fascismo, el nazismo, el comunismo y la dictadura dominaban Europa. Y aunque actualmente aún hay partes del mundo que están inmersas en dichas formas de gobierno, podemos decir que la mayoría de países han dejado atrás estos sistemas que suponían la supresión total del individuo.

Nos dicen que el mundo se ha democratizado, que ha dado un paso adelante, siempre a mejor, claro. Nos dicen que estamos en la era de la democracia, en la era de decisión del pueblo. Oyendo los discursos de los políticos nos daremos cuenta de que la palabra democracia siempre tiene cabida en estos. Nos transmiten la idea, sin darnos cuenta que nuestro sistema actual, supuestamente llamado democracia, es el mejor de todos, hasta tal punto que puede que haya una idealización del mismo. ¿Realmente es el mejor de todos? ¿Pero que es la democracia? ¿Queremos democracia? ¿O queremos un sistema que funcione? 

Estamos en frente de una de las palabras más ambiguas y que más interpretaciones suscita entre la ciudadanía. Etimológicamente, democracia significa poder, gobierno del pueblo. Esta forma de gobierno apareció por primera vez a la Grecia del siglo V aC, aunque ya había ciertas sociedades triviales con una organización parecida. Se considera que es el mejor sistema posible ya que el poder proviene del pueblo. Por primera desde mucho tiempo, el poder recayó en manos del pueblo a través de una democracia directa que permitía a los ciudadanos participar en los asuntos públicos reuniéndose en la Asamblea del Pueblo para deliberar y votar. La democracia ha evolucionado, y aunque comparte ciertas similitudes con la democracia ateniense calificar a este sistema del mismo no sería muy lógico. Nuestra democracia actual no es como aquella democracia clásica dónde los ciudadanos se autogobernaban i se autoregulaban, la nuestra es una democracia moderna que se identifica con el otorgamiento de la autoridad a las personas escogidas para ocupar cargos políticos, para que tomen las decisiones políticas, creen las leyes y administren los programas para el bien público…

Pero en qué consiste realmente nuestra democracia? ¿Podemos decir que actualmente el poder reside en el pueblo? ¿Qué lugar tenemos en el sistema político actual?  No es una exageración decir que actualmente nuestra participación en la vida política se limita a ir a votar. ¿Qué poder es este?  En la misma línea iba Charles Bukowski con afirmaciones como esta: “La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”. Damos nuestros votos a personas que según nuestras convicciones son quiénes han de gobernar, pero de los cuales no tenemos ninguna garantía de que van a hacer todo lo que han prometido. Nuestra participación en un sistema político como el actual es nulo. ¿A parte de elegir quién ocupará un escaño en el parlamento, elegimos alguna cosa más? ¿No decía Abraham Lincoln, que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo? Consideramos que con el simple hecho de hacer unas elecciones, un país ya es democrático. Pues no señores, democracia es algo más. Sí democracia es el gobierno del pueblo, este no puede limitarse a ir a introducir una papeleta cada cuatro años. En una democracia la ciudadanía ha de tener una participación muy alta. Nuestro sistema político actual, tiene mucha carencia democrática, hasta tal punto que no sé si es del todo coherente tildarlo de democrático. Y si realmente queremos serlo, hay muchas, muchas cosas que tienen que cambian.

Sin embargo, ¿realmente queremos ir hacía una democracia? No todo el mundo quiere un sistema político como el democrático. Entre sus detractores, hay el mismo Platón que en su día ya crítico la democracia ateniense. “No niego los derechos de la democracia; pero no me hago ilusiones respecto al uso que se hará de esos derechos mientras escasee la sabiduría y abunde el orgullo” decía Amiel. I puede que este tuviera razón, porque al fin y al cabo, ¿lo que quiere el pueblo es siempre lo mejor? Es cierto que en cierta medida estamos hablando de probablemente la forma de gobierno que más garantiza la igualdad y los derechos de la ciudadanía, pero aun en este sentido tiene sus limitaciones. ¿Y la democracia de las minorías? Además no garantiza la funcionalidad del gobierno, y puede que aún ni del propio sistema democrático.

Parece que en pleno siglo XXI a raíz de un contexto de insatisfacción política actual, cierta parte de la humanidad se ha dado cuenta que quizá este sistema que veían como el héroe de sus problemas, quizá no sea tan bueno. Y este que la democracia también tiene sus problemas. Son muchos los que ya han dejado de creer en esta forma de gobierno, que prometía tanto i quizá para algunos no ha cumplido las expectativas esperadas.

¿Cuál es la mejor forma de gobierno? Como sociedad hemos de plantearnos qué criterio debemos usar para definir cuál es la mejor forma de gobierno. ¿Cuál será la mejor forma de gobierno, aquella que sea útil, efectiva o aquella que sea legítima? Sea como sea, esto dependerá de nuestros juicios de valores por lo que realmente determinar qué forma de gobierno es la mejor será una tarea casi imposible. Al fin y al cabo, puede que Winston Churchill tuviera razón cuándo afirmaba que “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”.

APM