Isaiah Berlín fue el promotor de estos tipos de libertades, basándose en las dos que ya se habían establecido: la de la libertad de los antiguos y la de los modernos.
La libertad de los antiguos era aquella que se basaba en la capacidad que tenían ciertas personas (los ciudadanos) para intervenir en el poder. Por otro lado la de los modernos ofrece una libertad individual para disfrutar de una vida privada.
A partir de aquí Isaiah Berlín, recupera estos dos conceptos y los define de una manera más amplia, denominando al primero libertad positiva, y al segundo libertad negativa.
La libertad positiva es aquella que permite que un individuo sea capaz de tomar sus propias decisiones, a la vez que tiene el control sobre la propia vida. Con ella el individuo se controla a si mismo y es cuando no deja que los demás decidan por el. Por otro lado, la libertad negativa es una ausencia de impedimentos ante las decisiones que el individuo toma. Para Berlín, este tipo de libertad, representa el hecho de poder hacer lo que el individuo ha decidido hacer sin ningún obstáculo: ”Libertad es hacer lo que el hombre quiere”. Thomas Hobbes decía que “Un hombre libre es el que no tiene ningún impedimento para hacer lo que quiere hacer”, palabras que sirvieron de referencia a Isaiah.
Pero estas dos libertades pueden resultar peligrosas:
Cuando la libertad positiva empieza a representar un valor muy importante para la población, de tal manera que se acaba convirtiendo en su principal objetivo (es decir, cuando la sociedad reclama la libertad de decidir, de actuar por ellos mismos) la situación se puede trasformar en una lucha para conseguir esa libertad. Es entonces cuando puede intervenir el estado imponiendo unas limitaciones a libertad con la intención de frenar esas reivindicaciones.
En el caso de la libertad negativa, se corre el peligro de que, al no tener límites a la hora de llevar a cabo las decisiones tomadas, cada uno puede hacer lo que quiera sin obstáculos. Esto y la naturaleza egoísta del ser humano, pueden llevar a que la persona pueda llegar a atentar contra la libertad de los demás.
Es por eso que, aunque hay que defender la libertad negativa contra la intromisión, la dominación y la opresión del estado, el estado es necesario para defender la libertad positiva contra la dominación interpersonal.
A partir de aquí podríamos decir que, en un estado moderno, se debería priorizar la libertad negativa, dentro de lo que cabe. Digo esto porque creo que, gracias a las libertades que se corresponderían con la libertad negativa (libertad de expresión, de culto, de pensamiento, etc.) podemos hacer frente a los obstáculos y alcanzar el gobierno de uno mismo para que no se acabe perjudicando al resto de personas. En cambio, si todo se basara en la libertad positiva, correríamos el riesgo de ser frustrados por un estado totalitario que anularía las libertades individuales defendiendo una colectiva ( la que ellos crean más oportuna) que convertiría nuestra propia libertad en una mentira, en una ilusión.
J. Molina
2A Bachillerato Internacional