Tag Archives: amor nostalgia

Hiberno

Siempre que dormíamos era invierno,                    
     y en el frío me enseñabas a volar                     
y yo te echaba de menos.                    
Entonces despertaba.                    
Y te echaba                    
de menos.                    

La primavera no quiere
que los amores de invierno terminen,

                                  pero el verano ha llegado

                                  y ha arrasado con todo.

Ahora tú solo sabes hablar del sol,
te haces un moño despeinado mientras bostezas,
te pintas las uñas de los pies,
te ríes mucho más que antes,
y, mientras,
me dejas de querer.

Ahora yo me vuelvo a refugiar en los poemas
y escribo sobre febrero,
echo de menos la lluvia
y el sabor de tu jersey,

                                                        y, mientras,

                                   te quiero más que ayer.

 Elvira Sastre, 2014

Así nunca volvió a ser

Como llevaba trenza
la llamábamos trencita en la tarde del jueves.
Jugábamos a montarnos en ella y nos llevaba
a una extraña región de la que nunca volveríamos.

Porque es casi imposible abandonar
aquel olor a tierra de su cabello sucio,
sus ásperas rodillas todavía con polvo
y con sangre de la última caída
y, sobre todo,
la nacarada nuca donde se demoraban
unas gotas de luz cuando ya luz no había.

Allí me dejó un día de verano
y jamás regresó
a recoger mi insomne pensamiento
que desde entonces vaga por sus brazos
corrigiendo su ruta, terco y contradictorio,
lo mismo que una hormiga que no sabe salir
de la rama de un árbol en el que se ha perdido.

Ángel González, 1971

Carmencita

CarmencitaCarmencita olía a canela cuando yo ni siquiera sabía aún qué era la canela. Carmencita fue la primera emoción de mi vida; me fascinaba sin saber bien por qué. Carmencita es también el primer recuerdo de que soy capaz. Teníamos tan solo tres o cuatro años y nos colábamos uno en el piso contiguo del otro cada vez que nuestras respectivas madres coincidían puerta con puerta. Corríamos pasillo adentro y nos escondíamos bajo cualquier cama para no ser vistos y, sobre todo, para no ser separados. Nos mirábamos a oscuras y lográbamos vernos como hay que verse, con el corazón de los principitos. Yo enseguida empezaba a toser. Cuando uno se esconde bajo las camas, la alergia severa al polvo juega malas pasadas.

En más de una ocasión, estuve a punto de morir de amor por Carmencita.

Gonzalo Montesierra, 2015

Contestador automático

Contestador automático

Esta cinta gastada que conservo
entre fotos y cartas
y el olvido creciente de tu voz.

No volví la cabeza ni mis ojos lloraron
cuando te abandoné,
tú sin ti para siempre.

Luego lo más preciado se borró de las cintas.

Y te buscaba
en la masa de instantes,
en el eco de voces superpuestas
que llamaban para qué sé yo qué.
Pero tu voz, la broma,
tus retrasos, los besos
o el te quiero en susurro,
esa voz de fantasma que yo busco
es ya sólo el silencio que se graba
cuando pasa la cinta
y nadie dice.

Icono Fco.Díaz de Castro Francisco Díaz de Castro, 1995

Primavera

Soy un no muerto de momento,
un no muerto que aún no se despide
de una caja de música con medias,
de todos los recuerdos que dejaste.
Un no muerto feliz porque hizo suya
la fatiga de carne de tus ojos,
el dulce atormentar de tu rutina,
aquella mancha oscura de tu cuerpo.
Un no muerto que quiere no morir
para seguir echándote de menos.

Francisco Díaz de Castro, 1995

Poema XX

Poema XX 2

Puedo escribir los versos más tristes está noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

  Pablo Neruda, 1924