
Imagen de David Mark en Pixabay
Hemos de procurar no mentir mucho.
Sé que a veces mentimos para no hacer un muerto,
para no hacer un hijo o evitar una guerra.
De pequeña mentía con mentiras de azúcar,
decía a las amigas: —Tengo cuarto de baño—,
mi casa era pobre, con el retrete fuera.
—Mi padre es ingeniero— y era solo fumista,
¡pero yo le veía ingeniero ingenioso!
Me costó la costumbre de arrancar la mentira,
me tejí un vestido de verdad que me cubre,
a veces voy desnuda.
Desde entonces me quedo sin hablar muchos días.