
Yo
 no vengo a enseñarte mis canciones,
 voy a descubrir tu música
 para que me toques y escuches
 lo bien que sonamos juntos.
 No tienes que devolverme la mirada,
 basta con que te des la vuelta y veas
 que todo el amor que tengo para ti
 es un óleo espalda contra espalda.
 Yo
 no vengo a pintarte las paredes,
 voy a acariciar tus humedades
 para saber dónde tengo que dejarte las flores.
 No voy a contarte lo que solo puede hacerse,
 pero déjame decirte que tu escudo es de roble
 y mi lengua ruge de fuego.
 Yo
 no vengo a decirte lo que tienes que hacer
 estas son mis manos,
 este es el mapa:
 reinventa el destino.
 Que no habrá próximas veces
 que cada una de ellas se proclame última.
 Que cuando cuentes conmigo
 se multipliquen tus dedos
 como gotas de mercurio estallando contra el suelo,
 y tu cuerpo
 tienda a infinito sobre el mío.
 Yo,
 que no he venido a darte razones para quedarte,
 voy a comerte la locura
 para relamerme los labios cuando piense
 en
 ti
 a
 solas.
 Sírvete,
 que esta noche me sabe la boca a Xavier Dolan,
 y nunca creí en los besos de película.
 Yo
 no vengo a detenerte,
 voy a contarte con cadenas
 de papel y palabras
 la libertad.
 No me tienes en la palma de la mano,
 quiero perderte,
 quiero que me pierdas,
 quiero que cuando se te ocurra apretar el puño
 recuerdes que somos agua.
 Que yo no sé mentir,
 voy a protegerte tanto
 que en mis ojos encontrarás siempre la verdad
 lo que todavía no existe
 el principio de la lluvia
 el origen del frío a la izquierda del tiempo
 tu pelo
 enredando
 lo inalcanzable.
 No sigas los caminos marcados,
 rompe la brújula
 y disfruta del tiempo perdido
 (como si fuera lo único que no recuperaremos jamás).
 Yo
 no vengo a decirte <>,
 voy a quererte
 porque es la única manera que conozco de cantar victoria.
 No me digas adónde vas,
 vuelve
 y tráete en los bolsillos carreteras de historias
 como nunca la nuestra:
 la que nunca empieza
 para nunca acabar.
 Que no seré tu pacto,
 ni tu rey,
 ni tu republicano.
 Voy a llenarte el mar
 de música embotellada
 para que cuando llores
 en el fondo
 te quede una canción.
 Para que cuando vivas
 y la sal de otros te carcoma los labios,
 les cuentes nuestra historia a los niños del puerto.
Diles que tú
 eres lo más bonito
 que esta vida
 ha hecho por devolvérmela.
 Diles que tú,
 eres poesía
 y con mi voz
 pronunciarás tu nombre.
 Diles
 que
 tenemos
 alas
 y las alas
 son
 del
 cielo.

«Hay un poema que se llama “Pájaros” [en] que hablo de una idealización de una pareja, una especie de amor libre… Entiéndeme con lo de amor libre… Ahí lo dejo; no la quiero liar». Estas palabras forman parte de una entrevista concedida por el autor a Los 40. En sí, no parecen aclararnos mucho acerca del contenido del poema; pero Chris Pueyo las argumenta como apoyo a una afirmación contundente con que responde a la pregunta de si su frase «Te quiere quien te da la libertad», extraída del poemario, es o no un alegato contra los celos.