
Imagen de Jacques GAIMARD en Pixabay
En el árbol de mi pecho
  hay un pájaro encarnado.
Cuando te veo se asusta,
  aletea, lanza saltos.
En el árbol de mi pecho
  hay un pájaro encarnado.
Cuando te veo se asusta,
  ¡eres un espantapájaros!

Imagen de Jacques GAIMARD en Pixabay
En el árbol de mi pecho
  hay un pájaro encarnado.
Cuando te veo se asusta,
  aletea, lanza saltos.
En el árbol de mi pecho
  hay un pájaro encarnado.
Cuando te veo se asusta,
  ¡eres un espantapájaros!
 El camello, por Jnj ©
El camello, por Jnj ©El camello se pinchó
  con un cardo del camino
  y el mecánico Melchor
  le dio vino.
Baltasar fue a repostar
  más allá del quinto pino
  e intranquilo el gran Melchor
  consultaba su “Longinos”‘.
¡No llegamos, no llegamos,
  y el “Santo Parto” ha venido!
  Son las doce y tres minutos
  y tres reyes se han perdido.
El camello cojeando
  más medio muerto que vivo
  va espeluchando su felpa
  entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
  Melchor le dijo al oído:
— Vaya birria de camello
  que en Oriente te han vendido.
A la entrada de Belén
  al camello le dio hipo.
  ¡Ay qué tristeza tan grande
  en su belfo y en su tipo!
Se iba cayendo la mirra
  a lo largo del camino,
  Baltasar lleva los cofres,
  Melchor empujaba al bicho.
Y a las tantas ya del alba,
  ya cantaban pajarillos,
  los tres reyes se quedaron
  boquiabiertos e indecisos,
  oyendo hablar como a un Hombre
  a un Niño recién nacido.
No quiero oro ni incienso
  ni esos tesoros tan fríos,
  quiero al camello, le quiero.
  Le quiero, repitió el Niño.
A pie vuelven los tres reyes
  cabizbajos y afligidos,
  mientras el camello echado
  le hace cosquillas al Niño.