 Apoyas la mano
Apoyas la mano
 en un árbol. Las hormigas
 tropiezan con ella y de detienen,
 dan la vuelta, vacilan.
 Es dulce tu mano. La corteza
 del abedul también es dulce: dulcísimo.
 Una agridulce plata otoñal sube
 desde su raíz honda hasta ti misma.
 Mojada por la luz sucia y filtrada,
 peinada fríamente por la brisa,
 te estás quedando así: cada momento
 más sola, más pura, más concisa.
 Ángel González, 1956
 Ángel González, 1956