No es el frío,
  ni la lluvia,
  ni el invierno colándose por la ventana,
  ni las calles desiertas,
  ni el viento barriendo lo que queda de mí
  una madrugada cualquiera.
No es esta ciudad descolocada,
  ni un grito a destiempo,
  no es que la soledad me obligue a extrañarte
  y no sepa qué hacer con estas manos vacías,
  con esta nube que amenaza mi puerta.
No es que tema estar perdiendo mi horizonte,
  reducirme en otro cuerpo
  incapaz de ser mi océano,
  desconocerte por momentos
  y reconocerme en ellos.
Es, simplemente,
  el espejo,
  el silencio,
  la cama vacía.
La
  pregunta
  que
  solo
  es
  pregunta.

