Memorias de un paraguas (2)

Era un día un poco extraño, o a lo mejor era mi sensación de ansia por salir y ver el mundo exterior. Siempre había estado encerrado en una tienda de juguetes esperando a que alguien me viniera a comprar, por eso esa ansia cada vez se hacía mayor y crecía a cada día que pasaba. Pero hoy, hoy era distinto, estaba seguro de que me comprarían. Esperé todo el día hasta que por fin una niña bastante maja de un aspecto más bien fino se encaprichó de mí. La madre, que no se podía resistir a los dulces ojitos de su hija, sin prensárselo dos veces me compró. Acabé saliendo de una vez por todas por esa inmensa puerta que me había atrapado todos estos años. La niña, que se llamaba Mireia, no paraba de abrirme y cerrarme todo el rato, nunca pude imaginar que podría ser tan feliz. En uno de los momentos en que estaba abierto pude observar que el cielo poco a poco se iba poniendo gris y pensé que a lo mejor se estaba habiendo de noche, pero de pronto sentí como unas gotitas empezaban a resbalarme por la cabeza. Al cabo de unos minutos esas pequeñas gotas se multiplicaron hasta llegar al punto de empaparme entero; era una sensación un tanto rara, nunca pensé que podría contemplar tal suceso en mi vida.

Estaba disfrutando tanto que me olvide de todo por unos instantes. De pronto escuché un portazo y me di cuneta de que esas dotas que me cubrían ya no estaban, y me sentí con tanta energía que supongo que me debí quedar dormido, porque no recuerdo nada más de ese día; pero nunca olvidaré la sensación que experimenté el primer día que empezó mi libertad.

Paola Páez 3C

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà Els camps necessaris estan marcats amb *