Monthly Archives: novembre 2009

Memorias… (6)

Una fuerte luz me despertó de mi largo sueño. Mi dueña me sacó bruscamente del armario y me llevó consigo escaleras abajo hasta llegar a la puerta.  Ahí estaban ya preparadas sus maletas. Salió fuera de casa y me abrió. Era de noche y llovía fuertemente. Caminó apresuradamente hasta el taxi que la esperaba en la acera y me cerró, pasa luego entrar cuidadosamente en el coche. Le dijo algo al conductor, no supe qué porque no entendía su lenguaje, y seguidamente el coche empezó su trayecto. Llegamos al aeropuerto después de mucho rato. Aún llovía, así que me tenía encima de ella, recibiendo los golpes de las gotas de agua. Afuera había muchas personas corriendo arriba y abajo, cada una con si paraguas. Los había de muchos tipos y colores. Todos nos saludábamos encantados y sonrientes, ya que pocas veces podíamos ver a otro paraguas. Dentro de la terminal, me dejó en un banco y ella se sentó a mi lado, esperando. Después llegó un chico, se saludaron y se fueron andando, con las maletas en la mano, olvidándose de mí. Al rato, una niña de coletas y con un vestido de colores muy chillón me cogió y me llevó arrastrando. Iba cogida de la mano de su madre, y caminaron rápidamente fuera del aeropuerto, andando por calles. Me gustaba esa niña; era alegre y parecía feliz conmigo. Al llegar a un parque, su madre me cogió y me echó en una papelera, haciendo llorar a la pobre niñita… Ahí me quedé yo, descansando, pensando en mi triste y aburrida vida, sin nada más interesante que hacer que no fuera mojarme, observar a la gente y sonreír a los otros paraguas. Me sorprendí cuando una mujer morena, delgada y muy maquillada me cogió y se refugió debajo de mí. Iba mojada y muy ligera de ropa. Anduvo lentamente a través del parque hasta llegar donde estaba un hombre. Le saludó y se acercó, para luego besarle. Se juntaron y se pusieron debajo. Era una escena no muy agradable de ver, sinceramente. Pero no duró mucho porque me soltaron y caí al agua del lago que había en el medio del parque. A la mañana siguiente un señor de la limpieza me recogió y acabé en su bolsa. Ésa fue mi última aventura antes de acabar en la chatarrería municipal.

Carla Bertomeu, 3r C

Historia entre seis

Dos científicos del MIT llevaban mucho tiempo desarrollando un invento. Cuando ya estaban a punto de terminarlo surgió un problema. No se lo esperaban. Estaban decepcionados. ¿Tendrían que volver a empezarlo? Tanto tiempo trabajando en ese experimento para que luego el novato perdiera los tubos de ensayo después de cuatro años de esfuerzo. Pero la esperanza es lo último que se pierde y siguieron trabajando. Era duro, por supuesto, pero era su trabajo e iban a seguir adelante. Esta vez era un poco más fácil, porque tenían experiencia. Pero aún así, les costó conseguir lo que ellos querían: desarrollar un nuevo champú para hacer crecer el pelo. Pero un día encendieron el televisor y vieron que la compañía enemiga lo estaba anunciando en primicia; estaban decepcionados, pues no creían que el novato trabajara para otra compañía y los tubos hubieran sido robados. Entonces decidieron denunciar al novato y a la compañía, y después de un largo proceso en los tribunales, pudieron demostrar que el invento era suyo.

3r B, empezada y revisada por Saúl González

Historia entre ocho (1)

Había una señora, con su perro, paseando tranquilamente por la ciudad. Vestía de forma muy arreglada y caminaba rapidamente, llevando al animal a rastras. En cuanto vio el escaparate de una tienda, se paró, mientras su perro luchó por seguir paseando. No se podía resistir, había salido a la venta la nueva temporada de Madame Lu y etntró en la tienda dejando a su perro en la entrada. El perro consiguió desprenderse de la correa. Y siguió con su paseo por la ciudad a su ritmo. De repente se cruzó con mama gata y sus pequeños desprotegidos. La gata se puso rabiosa cuando vio aquel “chucho” acercarse a sus pequeños indefensos. El perro solo quería jugar, pero hoy no era el día. La madre se puso a la defensiva y cuando vio que el perro se acercaba más lo atacó. La dueña, vio a su perro herido, y corrió a buscarlo. El perr ya estaba en sus últimas pero aun así le prometió a la dueña que nunca más se escaparía de esa forma, si con suerte conseguía salir de esa. Un repentino canvio le hizo canviar de estado. Algo le salvó. Su dueña, al verlo de ese modo, fue corriendo a espantar a la gata, pero ella no sabía que hacer. Finalmente se le ocurrió tirar una de las prendas de ropa que había comprado en Madame Lu, contra la gata. Que esta se marchó, después de esa reacción. La ropa, tras aquél incidente quedó estripada totalmente. El perro, desgriaciadamente murió a causa del impacto en ver a su dueña tirar algo tan importante para ella, como esa prenda para salvarle.Así que la dueña se quedó sin ropa y sin perro.

3r C, Club d’escriptura

Memorias de un paraguas (5)

Lunes día 4 de septiembre.

Hoy me he sentido bastante bien, simplemente porque los días de veranos fueron muy secos. Pero venía el peor mes del año: Septiembre. Cuando las nubes desprenden esas gotas de agua que suavemente o todo lo contrario, mojan a la gente. Por eso mismo me inventaron para que esas minúsculas y pesadas gotas cayeran sobre mí y no sobre las personas. Muchas veces me siento un poco mal, porque en el momento en el que mi dueña, una señora más bien mayor de pelo oscuro, con la cara un poco demacrada por los años y menuda, me saca de su bolso de piel marrón, sé que acabaré mojado. Esa idea no es que me quite el sueño, pero sí que en algunas ocasiones no me hace sentir demasiado bien. Ella no obstante, es bastante considerada conmigo, normalmente me trata con suavidad y no me suele dejar en sitios muy fríos. Estoy viendo las nubes como se empiezan a oscurecer, me parece que mañana le seré útil a alguien. Además he visto como mi dueña se preparaba el chubasquero y las botas para mañana, señal de que saldrá de casa. Así que por hoy lo dejaré que mañana será un día duro.

Martes día 5 de septiembre.

Después de un día tan cansado como hoy, como ya era de esperar, me encuentro aquí, escribiendo de nuevo. Os haré un breve resumen de lo que me ha ocurrido. Muy pronto por la mañana, no sé exactamente a qué hora, me cogió rápidamente y me arrojó a su bolso marrón de piel como de costumbre. Solo salir a la calle pude percibir, y a la vez oler, ese aroma que desprende la hierba mojada y que contrasta con el suelo húmedo. Sin dudarlo a penas, me cogió de nuevo y me abrió. Cuando estuve ya centrado encima de su cabeza empezaron los saludos matinales con la gente del pueblo, que si la frutería, ahora el quiosco y ¡cómo no! Me iba chocando innumerables veces con otros paraguas, y se oía de fondo, disculpe, lo siento y así infinitas veces. Pero yo me pregunto: ¿No somos nosotros quienes nos chocamos? Parece ser que los dueños no lo ven así. Mientras reflexionaba sobre el tema, un golpe frío me sacó de mis pensamientos. Ella, me cerró y entramos en un banco y me dejó junto a los otros paraguas en un sitio donde nos reunimos todos, me parece que se llama paragüero. Después de una media hora de espera, observe que ya estaba de vuelta. Así que me preparé para las gotas de nuevo, pero esa vez no, las gotas no cayeron, así que me mantuvo en su mano a la espera de que lloviera, pero las nubes no se decidieron. Abrió la puerta de casa y como ya estaba seco me puso en mi sitio de siempre, su armario al que yo suelo llamar cama. Hasta ahora que me encuentro escribiendo encima de una bufanda y rodeado de ropa. ¿Qué haré mañana? Todo depende de las gotas y las nubes.

Anna Aparicio 3r C

Memorias de un paraguas (4)

Hoy ha sido un día bastante duro y con muchas cosas que explicar: esta mañana amanecía tranquila, un simple día más. Poca gente se ha fijado en mí en estos dos meses que llevó metido en este antro. Para que me sienta mejor, mis compañeros se pasan el día diciendo que la gente no me compra porque estoy en una esquina, no se me ve mucho, bueno… ¡chorradas! Yo creo que no me compran porque soy feo, mi mango es de madera oscura y tengo la cabeza negra, soy bastante soso.

A las 12 de la mañana apareció por aquel pasillo estrecho una chica muy elegante, de unos treinta años, que iba con unos altos tacones negros y un vestido muy ceñido. Vi como se acercaba, pero no me quise hacer ilusiones porque ya me había pasado otras veces. De golpe se paró delante de la estantería y levantó el brazo. Noté su mano en mi mango, me agarró con firmeza y me abrió. Entonces dijo:

—Es elegante… ¡Me lo quedo!

No me lo podía creer, estaba muy contento y seguro que aquella mujer me sacaría a la calle todos los días, ¡aunque hiciese sol! Afuera estaba lloviendo. Me sacó de la bolsa que le había dado la dependienta y estiró de las varillas. Me sentí libre, con seguridad, elegante, llevado al ritmo de los pasos de aquella hermosa mujer. Sentí las gotas frías de lluvia en mi cabeza. De golpe vino un vendaval, el viento me traicionó y me volcó de manera inesperada. ¡Las varillas se partieron en dos! ¡Qué desgracia! Oí cómo mi dueña gritaba como una histérica… y no decía cosas muy buenas ni bonitas de mí y de mi familia. Me dobló e intentó cerrarme bruscamente. No tuvo ningún miramiento por mis sentimientos. Vi cómo me volvía a meter en aquella horrible bolsa de plástico y me dejó caer en la basura. Me dejó allí tirado como un perro sucio, solo, abandonado, hecho pedazos. Esa mujer no tenía corazón.

Me quedé sumergido en una tristeza enorme. Mi único consuelo en aquel momento era que estaba en el recipiente de reciclaje, quién sabe, a lo mejor me esperaba una vida mejor…

Cristina Leiva 3r C