Llevaba cinco días en la tienda y ya me había hecho amiga de casi todos los paraguas. Era divertido estar en esa tienda de zapatos. Cada una me explicaba sus vivencias. Me hacía mucha gracia la gente que pasaba por la tienda y le pedía los zapatos del escaparate, pero nunca pedían paraguas.
Ese día llovía bastante. De repente entró una chica de unos 15 años y le dijo que necesitaba un paraguas; entonces María, que era la dependienta, le dijo que cogiera el que quisiera. Me cogió a mí, me hizo bastante ilusión, aunque un poco de tristeza por dejar a mis compañeros. Me encantaba estar con Anna, que era la chica que me compró. Yo le ayudaba con sus problemas de adolescentes y ella me cuidaba muy bien, nunca jugaba conmigo estirándome del mango o simplemente no me hacía daño.
Un día me sacó de casa porque llovía mucho y hacía un tiempo horrible. Salimos y cuando doblamos la esquina una fuerte ráfaga de viento me rompió. Pero Anna me cuidó y me reparó. Es difícil saber cómo una chica puede querer a un paraguas pero me hace feliz estar con ella y yo también le tengo mucho cariño; espero que no nos pase nada.
Laura Tello