Cuando llega junio la vida en el instituto toma un cariz diferente al del resto del curso, puesto que las recuperaciones se suman al crédito de síntesis, a la excursión a Port Aventura, a los actos de graduación de ESO y de Bachillerato, y a la entrega de boletines.
Entre clase y clase, actividad y actividad, guardia y guardia, los docentes vamos compaginando la correción y el cálculo de las notas finales, la preparación de las pruebas de recuperación (exámenes y dosieres) entre otras muchas tareas, con un ejercicio, que considero muy necesario. Se trata de la evaluación y valoración del trabajo hecho durante el curso que se acaba. Aunque os parezca un tanto abstracto o difícil de entender, revisamos también nuestra tarea como profesores y nos autoevaluamos para tomar consciencia de lo que hemos hecho y de cómo lo hemos hecho. Así, haciendo balance, podemos rectificar, mejorar, eliminar o mantener los proyectos, actividades y pruebas que hemos implementado en las aulas.
En definitiva, y como vengo haciendo desde hace algunos cursos, para mí la mejor manera de empezar con la revisión de las tareas que conforman la dinámica de las clases es archivar y ordenar lo más relevante que hemos ido haciendo día a día, trimestre a trimestre. En concreto, este curso he impartido la materia de Lengua Castellana y Literatura de 1.º de Bachillerato, por una parte; y Ciencias Sociales y Lengua Castellana y Literatura en el Aula Oberta, por otra parte. Asimismo, he sido tutora del Aula Oberta y he coordiando sus prácticas laborales.
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