Tema: La bellesa. Pregunta: La bellesa és bona?
Com va comentar el Jurat, un tema difícil per plantejar en una dissertació: entre ètica i estètica, ja que es tractava de la relació entre el bé i la bellesa. La majoria de les dissertacions estaven centrades en el tema, tot i que no en el mateix grau. Bones argumentacions, millorant respecte a l’any anterior, i exemples personals pertinents i ben elaborats van ser dos aspectes destacats pel Jurat. Van voler destacar també que la majoria de les dissertacions mostraven un bon nivell de preparació per part dels alumnes.
Les guanyadores van destacar per tot això i, a més, per la riquesa d’idees que van posar en joc i l’argumentació personal elaborada a partir d’aquestes i de les pròpies experiències.
Com cada any, publiquem aquí les dues guanyadores, les millors de les presentades, els autors de les quals ens han representat a l’Olimpiada Filosòfica d’España que ha tingut lloc els passsats 15 i 16 d’abril a Oviedo.
Podeu llegir seguidament les dues dissertacions.
“Si hi ha alguna cosa per la qual val la pena viure, aquesta és la bellesa”, va escriure Plató en la que és una de les seves obres més famoses. I, segurament, la majoria de persones assentirien amb el cap, absolutament conformes amb aquesta afirmació. El concepte de bellesa de Plató i el nostre, però, són diametralment oposats i, per tant, hem de diferenciar quina bellesa és bona, si és que alguna ho és.
Segons Gadamer, un filòsof que segueix la línea de Plató, la bellesa i l’art han de ser una ferida. És a dir, que la bellesa té una dimensió dinàmica. La bellesa t’ha de sacsejar, activar i inspirar. La bellesa crea bellesa. Posem, per exemple, la figura de la musa, una dona de bellesa sublim que inspira l’artista a crear. Davant de la bellesa, l’artista actua de forma activa, no es queda mirant la musa de forma passiva i consumidora.
Desgraciadament, aquesta passivitat és el que entenem ara com a bellesa; l’hem convertit en un producte de consum. Això és el que critica el filòsof Byung-Chul Han en el seu nou llibre “La salvación de lo bello”. Segons Han, hem reduït la bellesa a una satisfacció narcisista. I jo encara aniria més enllà. El que entenem actualment com a bellesa és allò que ens agrada, que ens alegra la vista. Sense més. I per què? Per protegir-nos. Ens espanta tot allò que no entenem, o que escapa del nostre control. Vivim dins d’una armadura, preocupats per continuar sencers i sense ferides. I això ens aïlla. Ens aïlla dels altres i ens aïlla, també, de la bellesa. Vivim anestesiats. I ens ho estem perdent. Ens perdem la veritable bellesa, la bona. Ens perdem la commoció. La Síndrome d’Stendhal. Les pessigolles a la panxa i la sensació de vertigen.
Gadamer va escriure que l’experiència de la bellesa no és possible sense afectació. No podria estar-hi més d’acord. La bellesa és molt més que allò que fa goig de mirar. És molt més que allò que tothom diu que és bell. Molt més que aquella foto a la que has posat “m’agrada”. Perquè, realment t’agrada? O només li has posat per quedar bé? O potser perquè aquesta persona posi “m’agrada” a la teva foto? És ben trist al que hem reduït la bellesa. A una falsedat, un compromís. I és bona aquesta bellesa? No. I no és que no sigui bona, és que, de fet, no és bellesa. Vivim en una societat que té una obsessió malaltissa per la bellesa i, irònicament, encara no entenem el que és.
Però la bellesa, la veritable, sí que és bona. És clar que sí. El que passa és que encara no l’hem provat. Ens costa. Ens costa obrir-nos, deixar-nos anar. La bellesa ens espanta, però hem de ser valents. Hem de deixar que traspassi la nostra armadura, que s’escoli entre les fissures fins a arribar a nosaltres. Perquè si no ens arriba no és bellesa. La bellesa és commoció, és xoc, és ferida. La bellesa és bona.
Laia Tutusaus Gatell, St. Peter’s School, Barcelona.
Mucha gente ve la belleza como algo inútil, como algo que no importa. Simplemente ven algo bello o feo y ahí se quedan, no van más allá. Pero la belleza es una noción muy compleja que se ha relacionado a lo largo de los tiempos con otras cualidades e ideas, como en este caso con el bien.
Empecemos por los inicios de la unión de estos dos conceptos. El gran filósofo griego Platón interrelacionaba la belleza con el bien y la verdad. Creaba una tríada inseparable, formando así un mismo ente; de manera que la belleza es siempre buena y verdadera, el bien verdadero y bello y la verdad buena y bella. Por esto él consideraba la sabiduría algo tan importante, ya que en esta se reúne la verdad, el bien y, por lo tanto, la belleza.
Parece algo lógico ¿verdad? Pero esta concepción de la belleza puede llevar a una visión extraña del mundo, de forma que si algo no cumple la condición de bueno, no puede ser bello. No sería la primera vez que un famoso artista haya cometido algún tipo de crimen o haya apoyado algún régimen totalitario por el que han muerto y/o mueren miles de personas. En estos momentos, por ejemplo, aunque sean iconos de nuestra nación, se quieren quitar nombres de calles de grandes artistas que simpatizaron con el régimen fascista. Es como si la falla moral de dichas personas, invalidara su obra, por muy espectacular que fuera esta. Esto es justo lo que pensaría Platón. Por esta misma norma, en su Ciudad-Estado ideal se debía de prohibir la música que debilitara el espíritu, puesto que, entonces no sería buena y, por lo tanto, bella.
Pero hace tiempo, gracias a filósofos como Kant, se empezaron a diferenciar estos conceptos. Por ejemplo, tenemos el cuadro de Edvard Munch, El Grito, una obra en la que el bien no aparece por ningún lado –de hecho, puede resultar algo desconcertante y producir malestar– pero que es considerada como una obra de arte bella, es indudable. Los griegos, debido a que esta concepción no iba acorde con ellos, la tildarían de antiestética o fea. Pero ya se sabe que la belleza es subjetiva, y que algunos autores, como Francis Bacon, reivindicaban la belleza en la fealdad.
Y, aunque ya se han separado más estas características, no podemos evitar sentir algo de incomodidad al ver a personas que han cometido graves actos contra la moral subir a la palestra a recibir sus galardones. Esto puede que sea por la ambigüedad moral del ser humano, pero eso ya forma parte de otro debate.
Tal vez deberíamos intentar aislarnos más del marco que envuelve la belleza, evitando ser afectados por los prejuicios y/u opiniones ajenas, y fijarnos más en la misma belleza. Puede que así podamos separar totalmente estas cualidades que han estado entrelazadas durante tanto tiempo.
Pero ahora es el momento de recordar lo que nos produce la belleza: placer, bienestar, comodidad y felicidad. Teniendo en cuenta esto, a nivel individual, la belleza sí que es buena; sin duda alguna, nos provoca un efecto positivo.
Pero centrarse solo en la subjetividad en la belleza resulta demasiado inconsistente, casi volátil. A un nivel más global, podríamos concebir algo bueno como útil para la sociedad. Por lo tanto, un cuadro de denuncia social resulta útil y bello, pero esta vez de una forma más multitudinaria y relevante. Así opinaba el novelista francés Víctor Hugo, quien decía que «Lo bueno vale tanto como lo útil» y, por tanto, como lo bueno.
Así afirmaba Platón en su diálogo Hipias Mayor que la belleza es lo útil, algo un tanto contradictorio –véase un arma, que es útil para hacer el mal, y recordemos que para él belleza y mal no pueden ir conectados–. Pero lo que es importante es que hemos vuelto a la coalición griega del bien y la belleza. Esta idea está presente siempre, nunca se esfuma del todo.
El filósofo francés Jean Jacques Rousseau decía «Siempre he creído que lo bueno no era sino que lo bello puesto en acción». Él también coincidía con la ideología platónica. Si tantos así lo creían, falsa en su totalidad la relación entre bien y belleza no debía ser. En términos generales, por sí sola y de forma subjetiva e interior, por los efectos que crea en nosotros, es buena; desde el aislacionismo no hay ningún problema en decidir si es buena o no.
Pero cuando buscamos a la belleza un tono más intersubjetivo, un carácter universal, dentro de un determinado contexto, encontramos que la belleza puede estar afectada por el bien y el mal que expresa y que le rodea.
Como ya hemos dicho, la belleza produce efectos positivos, al igual que el bien y la bondad, de forma que cuando unimos ambos elementos la positividad, el placer y la felicidad resultante que ofrecen es mucho mayor.
Pero, por el contrario, el mal externo e interno producen malestar, ansiedad, incomodidad e incluso miedo y terror; así que cuando unimos esta noción con la belleza, esta se pierde, en cierta medida, los efectos positivos que ofrece.
No podemos decir que el mal suprima en su totalidad a la belleza, pero sí la diezma, a diferencia del bien, que la ensalza. Podemos concluir, como indicaban los griegos, que la belleza contra más buena más bella.
Adrián Agenjo Aguado, INS Montjuic, Barcelona
Retroenllaç: L’alumne Adrià Agenjo, guanyador de la III Olimpíada de Filosofia de Catalunya | Filomontjuïc