La Cristina Iruela va guanyar el 3r premi de dissertació en l’Olimpiada Filosófica de España que es va celebrar l’abril de 2015 a Madrid. Aquí teniu la seva dissertació.
¿SOMOS VIOLENTOS POR NATURALEZA O COMO CONSECUENCIA DE LA INFLUENCIA DE NUESTRO ENTORNO?
El ser humano es un homo sapiens sapiens. Ya lo dijo la biología: un hombre que sabe que sabe. Eso nos ha llevado desde el inicio de la humanidad a preguntarnos cosas. Nos preocupan tanto las más grandilocuentes cuestiones metafísicas como aquellas del día a día. Y, desgraciadamente, uno de los temas que más dolores de cabeza nos acarrea son los conflictos. Las guerras, la agresividad, la violencia. ¿A qué son debidas? ¿Son evitables, o son inherentes al ser humano? De ser así, ¿estaríamos condenados a ser así durante toda la eternidad?
El ser humano es una criatura conflictiva. Ya desde el inicio de nuestra historia, tuvimos que aprender a sobrevivir en un medio que no era el nuestro con animales muchísimo más preparados que nosotros para vivir en él. Algunos de nuestros congéneres mundanos, por ejemplo, tienen visión submarina o piel de seis centímetros de grosor. Pero nosotros no. Cuando nacemos, nacemos incompletos. Necesitamos algo que nos permita sobrevivir en nuestro entorno, adaptarnos a él. Y ese algo es la cultura.
Ya desde un principio, el ser humano tuvo que luchar contra la naturaleza que le rodeaba. La vida en sociedad ayudó a ello, y esa convivencia acabó acarreando la cultura. Me gusta definir la cultura como un conjunto de soluciones que se dan al problema de la vida. Por supuesto que hay tantas culturas diferentes entre sí, porque no hay una única solución al problema de la vida. Si escuchamos al relativismo cultural, nos dirá que no hay culturas mejores o peores, aunque es evidente que cada cultura tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
Con esto quiero decir que es comprensible la postura que ciertos filósofos han adoptado a lo largo de la historia. El hombre es bueno por naturaleza, diría Rousseau. Y todos los males que le corrompen se derivarían, entonces, de la vida en sociedad. Tal vez sí sea cierto que el ser humano en una isla desierta sería poseedor de nobles y virtuosas cualidades, pero eso es difícil de saber. Cierto es que el hombre que vive solitario y aislado no sería envidioso, pero probablemente sea ese el caso debido a que no tendría a nadie a quien envidiar.
Precisamente por la influencia de Rousseau que ha llegado a nuestros días nos sentimos en general más inclinados a pensar que todo lo malo que ocurre es debido a nuestro ambiente, a nuestra sociedad, a nuestra cultura. No nos gusta pensar que somos violentos por naturaleza. El ejemplo de ello está en los medios de comunicación. Siempre que hay un asesinato, se busca la causa social. Tal vez tuvo una infancia difícil o algún trauma sin resolver, argumentarían los más freudianos. Tal vez creció en un ambiente conflictivo, o tal vez fue la única solución que vio ante la vida tan difícil que les había tocado vivir. Quizás los culpables sean los medios de comunicación mismos, y los videojuegos. Todo aquello que facilite a las mentes más sensibles el acceso a la violencia.
Pero en realidad, si nos remontamos años atrás en nuestra memoria colectiva, nos ha tocado vivir en una de las etapas más pacíficas de la humanidad. Décadas atrás, los jóvenes españoles estaban expuestos a los horrores y la represión del franquismo. Más atrás aún, los niños que no tenían pelota jugaban a tirarse piedras. Y cambiándonos ya de siglo, hasta los padres romanos llevaban a sus niños a ver cómo dos gladiadores se mataban el uno al otro. El ser humano siempre ha estado rodeado de violencia y agresividad. En cambio, los videojuegos violentos sólo existen desde hace un par de décadas. Por lo tanto, parece injusto quedarse sólo en culpar al entorno y a la televisión, puesto que debe haber algo más. Algo que llevara a los romanos a disfrutar viendo cómo un león desgarraba sanguinariamente a una persona entre sus garras.
Parece lógico pues mirar a nuestra naturaleza. Quizás en nuestra existencia como especie ha estado siempre presente la violencia porque no podemos evitarlo, porque está en nuestros genes. Hay quien afirma que el ser humano tiene instintos, y hay quien lo niega rotundamente y se resiste a creerlo. Sin embargo, la ciencia avanza. Y a medida que lo va haciendo más descubrimos que estamos más definidos por nuestra naturaleza de lo que Rousseau creyó.
Cada vez es más difícil de negar que hay un gen que nos hace ser agresivos. Y eso no es perjudicial. Es esencial para nuestra supervivencia, y tuvo un papel fundamental cuando nos tuvimos que enfrentar a un mundo hostil. Al fin y al cabo, no somos más que un hatajo de combinaciones genéticas que aparecieron en este mundo por azar. Y que exista en nosotros cierto gen agresivo hace que nosotros podamos estar vivos 200.000 años más tarde.
Pero, así como existe gente que busca la causa social a todo, también hay peligro de caer en un reduccionismo biológico. Está claro a estas alturas de la evolución científica que la genética es importante para configurar cómo somos. La pregunta no es esa. Lo que de verdad deberíamos plantearnos es hasta qué punto es determinante o no.
Personalmente, creo que es prudente no irse a los extremos. No se puede negar la influencia del entorno, del mismo modo que tampoco podemos negar nuestra propia naturaleza. Sólo porque los avances científicos nos digan algo que no nos gusta escuchar, no podemos hacer como el avestruz y esconder la cabeza. Aquí deberíamos recordar la falacia naturalista de Hume y no confundir el ser con el deber ser. Que seamos agresivos por naturaleza no significa que tengamos que ser violentos ante cualquier conflicto, puesto que estos últimos son inherentes a la vida en sociedad, mientras que la violencia es sólo una actitud opcional a estos conflictos. Es decir, que tengamos un gen agresivo explica la violencia, ¿pero la justifica? Yo creo que no. Estamos preprogramados para sentir recelo ante los extraños; mientras que la xenofobia, por ejemplo, se aprende. Y la naturaleza, en este caso, no nos condena a nada. Seremos lo que queramos ser.
Dicho esto, ¿cuál debería ser nuestra actitud frente a estas cuestiones? Bien, es cierto que a nadie le gusta que le digan que está programado para ciertas cosas, y menos aún para cosas negativas. Pero, como Nietzsche señala, no podemos dejar de oír algo sólo porque vaya en contra de nuestras creencias. Por eso, aunque la genética nos diga cosas que no queremos oír, no debemos ponerle barreras; sino estar abiertos a aquello que nos diga. Después de todo, somos el único producto de la evolución que está en condiciones de manipular la evolución misma. Cuanto más sepamos, mejor. ¿Somos violentos por naturaleza o como consecuencia de nuestro entorno? Mi postura es no decantarme por ningún bando. Tenemos que tener presente que parte de nuestra agresividad es cultural, pero que en cambio, toda la violencia es cultural. Y que, por lo tanto, está en nuestras manos evitarla.
Me parece que tu disertación no tiene conclusion, ninguna tiene i esa es la magia de la filosofia, en vez de matar-nos los unos a los otros nos permite pensar i aunque nunca lleguemos a nada siempre sera mejor que matar judíos en un campo de concentración.
-la violencia es parte nuestra, es natural, tenemos que sobrevivir, es una necesidad…
-port otra parte no me gusta que la genta diga que los videojuegos o las peliculas nos hacen violentos, sinò a estas alturas seria un psicopata asesino, en vez de un muchacho que cometé faltas ortograficas a raudales