Segles XIX, XX i XXI
Nosaltres estudiarem a fons 2 autors del segle XIX. No tenim temps per tractar algres autors. Per això, en aquesta introducció us afegeixo un article sobre la filosofia al segle XX.
Filosofia al segle XIX. Després de Kant.
Diverses corrents de pensament sorgeixen com hereus de Kant. Per un costat, aquells que posen l’accent en la ciència com a únic coneixement, del món “fenomènic”. Per altra banda, aquells que posen l’accent en el “pensar” en la filosofia, en el subjecte i les intuïcions “noumèniques”.
Dels primers sorgeixen filosofies com el positivisme (Comte), l’evoluciuonisme (Darwin), l’utilitarisme (John Stuart Mill), el marxisme (Marx) i els intel·lectuals dedicats a les ciències matemàtiques i naturals.
Dels segons, sorgeixen filosofies com el romanticisme i l’idealisme (de Hegel, Fichte, Shilling, Shopenhauer, Kierkegaard) el nihilisme i vitalisme (de Nietzsche), l’existencialisme (Heidegger, Sartre), el fenomenisme (Husserl).
EL SIGLO XX
Con la Primera Guerra Mundial comienza realmente el siglo XX. En ella se muestran y se definen las nuevas fuerzas que intervendrán en la historia. Especialmente a partir de esta guerra se pone en evidencia el potencial destructivo de la técnica moderna. La invención de la bomba atómica pondrá colofón a esta cara negativa del espectacular progreso de la técnica en el siglo XX. No es, pues, de extrañar que sea uno de los temas centrales de la reflexión filosófica.
En el terreno político la gran aportación de este siglo son los totalitarismos (perfectamente descritos en la novela de George Orwell “1984”, publicada en 1948). La Revolución rusa (1917), al estimular los proyectos revolucionarios en todo el mundo, provocó una reacción que facilitó el triunfo a distintas formas de dictaduras y fascismos. El auge de estos regímenes totalitarios, muchos de ellos de carácter nacionalista e imperialista, desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Al margen de las innumerables bajas en los campos de batalla y en los bombardeos de la población civil, es necesario recordar las víctimas de los campos de concentración y de exterminio. Las depuraciones masivas del totalitarismo stalinista salieron a la luz pública con la obra de A. Solzhenitsin “Archipiélago Gulag” (Gulag: siglas en ruso de Dirección General de Campos de Concentración).
El desprecio por la vida humana toma cuerpo en los campos de exterminio nazi, donde se lleva a cabo la eliminación sistemática del pueblo judío y otras minorías. El italiano Primo Levi ha relatado su experiencia en Auschwitz y su posterior liberación en diversos escritos. Baste como testimonio las palabras que encabezan “Si esto es un hombre”: «Los que vivís seguros / En vuestras casas caldeadas / Los que os encontráis, al volver por la tarde, / La comida caliente y los rostros amigos: / Considerad si es un hombre / Quien trabaja en el fango / Quien no conoce la paz / Quien lucha por la mitad de un panecillo / Quien muere por un sí o por un no. / Considerad si es una mujer / Quien no tiene cabellos ni nombre / Ni fuerzas para recordarlo / Vacía la mirada y frío el regazo / Como una rana invernal. / Pensad que esto ha sucedido: / Os encomiendo estas palabras. / Grabadlas en vuestros corazones / Al estar en casa, al ir por la calle, / Al acostaros, al levantaros; / Repetídselas a vuestros hijos. / O que vuestra casa se derrumbe, / La enfermedad os imposibilite, / Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.»
La existencia de estos hechos representa un reto para el pensamiento, hasta el punto de que el filósofo Adorno escribiera: «La crítica de la cultura se ve confrontada con el último peldaño de la dialéctica entre cultura y barbarie: escribir un poema después de Auschwitz es bárbaro, y el hecho afecta incluso al conocimiento que explica por qué se ha hecho imposible escribir hoy poemas». El dogma de la fuerza humanizadora de la cultura se ha puesto en entredicho: «Somos los que venimos después -escribe el ensayista G. Steiner- sabemos ahora que un hombre puede leer por la noche a Goethe o Rilke, gozar fragmentos de Bach o Schubert, y al día siguiente acudir a su cotidiano trabajo en Auschwitz».Pese al antisemitismo que se extiende por Europa desde comienzos del siglo, gran parte de la cultura occidental contemporánea está en manos de este pueblo. De origen judío era Marx, así como Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, los músicos Gustav Mahler y Arnold Schönberg, los escritores Franz Kafka y Robert Musil, el crítico y periodista Karl Kraus, los filósofos Ludwig Wittgenstein, Edmund Husserl y Walter Benjamin, o el científico Albert Einstein.
Por otro lado la Segunda Guerra Mundial significó el triunfo de las democracias de masas. Con ellas el nivel económico medio de la población creció, las condiciones de vida mejoraron. Junto a las grandes potencias económicas como EEUU o la URSS, emerge Japón y, más tarde, Asia y el mundo árabe. Se forman las primeras instituciones internacionales, como la ONU. Esta tendencia a la unificación responde a la necesidad de enfrentarse a problemas, ya sean económicos, medio ambientales, técnicos, policiales o militares, que poseen un carácter planetario. La internacionalización de la economía y la globalización de la técnica imponen este tipo de perspectiva. También en este siglo, fruto de la colonización y posterior descolonización, se forma lo que se ha llamado el Tercer Mundo, donde se concentra la mayor parte de la miseria y hambre del mundo (las diferencias y tensiones de clase se desplazan hacia la oposición entre un Norte próspero y un Sur pobre y endeudado).
El acontecimiento cultural más creativo del siglo XX fue la aparición de una nueva perspectiva científica y sus efectos en el pensamiento y la vida de la humanidad. La ciencia que mayores cambios ha experimentado es la física, a pesar de que parecía una ciencia perfecta y acabada al finalizar el siglo XIX. Al comienzo del siglo XX aparecieron dos teorías físicas revolucionarias: la teoría de los quanta, de Max Planck y la teoría de la relatividad, de Albert Einstein. La primera enseñaba que la energía no puede fluir de manera continua, sino que sólo se libera por pequeños “paquetes” separados llamados quanta. La segunda mostraba que las antiguas nociones absolutas de tiempo y espacio de Newton debían sustituirse por nociones relativas, es decir, variables en función de la velocidad a la que se mueven los diversos observadores, y mostraba también que el principio clásico de conservación de la masa no era válido, pues la masa varía en función de la energía que el cuerpo almacena o desprende. En paralelo a estas dos grandes teorías surgió una nueva teoría de la materia. Los constituyentes últimos de la materia no son los átomos, sino partículas mucho más pequeñas, como los protones, neutrones y electrones. El posterior descubrimiento de la fisión del átomo, combinado con la famosa fórmula E= m c2 de Einstein, hizo posible la obtención de grandes cantidades de energía a partir de dicha fisión.
Es de destacar también la interpretación probabilística de la mecánica cuántica desarrollada por Werner Heisenberg, que le llevó a enunciar el llamado «principio de indeterminación». Según este principio es imposible determinar a la vez y con precisión absoluta la posición de una partícula y su cantidad de movimiento. Desde entonces la mecánica cuántica se apartó del determinismo clásico laplaciano, según el cual el estado de un sistema está definido unívocamente por la ecuación de su movimiento y por sus condiciones iniciales. La visión mecanicista ha desaparecido.Otra gran revolución científico-técnica, que también marcará la vida de la humanidad, es la que se ha llevado a cabo en la microelectrónica. Aunque es una revolución que sólo está en sus comienzos, la presencia de la informática y de la cibernética es cada vez mayor en todos los campos de la vida social. Sus consecuencias para la vida humana todavía están por ver, sin embargo el filósofo marxista Adam Schaff afirma que esta revolución conlleva «un inevitable cambio de las relaciones sociales que conducirá al derrumbamiento de la civilización actual».
PANORAMA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
La filosofía del siglo XX es en gran medida deudora del XIX. La sombra de Hegel, Marx, Comte, Kierkegaard, Schopenhauer y Nietzsche se extiende sobre esta época. Así la influencia de Marx se encuentra, entre otros, en la escuela de Frankfurt. Desde ella se hizo una crítica de la sociedad industrial y de la razón instrumental a ella ligada. Marcuse en “El hombre unidimensional” mantiene que la ciencia y la técnica han conducido a un pensamiento positivo o unidimensional que pretendiendo describir los hechos, elimina los conceptos que permiten entenderlos. Además en esta sociedad tecnológica el hombre queda reducido a una sola dimensión: la del interés económico y el confort. Mediante esta uniformización del pensamiento se logra una dominación disimulada sobre las masas. Frente a ello Marcuse reivindica la pertinencia de los planteamientos de Marx y Freud.
La afirmación del carácter esencialmente práctico del conocimiento, presente bajo distintas formas en Marx y Nietzsche, llega a su madurez con el pragmatismo, que se inicia en Norteamérica a finales del XIX y se extiende por el XX. Charles Peirce, su fundador, sostiene que el significado de una cosa viene dado por el tipo de acción a la que da lugar. Todo significado es una regla de acción para el hombre. La verdad no es independiente de la acción; verdad y falsedad dependen del éxito o del fracaso a que conduce la acción promovida. La verdad de nuestras ideas radica en su poder de actuación. El criterio de verdad es, entonces, el resultado de esa acción. Esta línea de pensamiento prosigue con William James y John Dewey.
También a caballo entre el siglo XIX y XX se encuentran una serie de filósofos que, influidos por el impacto de las teorías de Darwin en la biología y por la obra de Nietzsche, otorgan a la noción de vida un lugar central en su reflexión. Wilhelm Dilthey, principal representante del historicismo, se propone determinar, en polémica con el positivismo, las características específicas de las ciencias del espíritu o ciencias humanas frente a las ciencias de la naturaleza. El método con el que estas ciencias deben acercarse a su objeto, la realidad histórico social, no es de tipo conceptual. No deben buscar la explicación mediante el recurso a conexiones causales, sino la comprensión, que se alcanza a través de la vivencia interior de una realidad exterior individual e histórica.
Henri Bergson también se enfrenta a la concepción positivista y mecanicista de la realidad. Influido por el evolucionismo, el espiritualismo y las aportaciones científicas, su filosofía busca conciliar todas estas fuentes. La realidad está atravesada por un impulso vital que da a la evolución un carácter ajeno al mecanicismo. La libertad, la intuición, el élan vital son nociones claves de su pensamiento. De ahí que a su doctrina se le califique de «espiritualismo evolucionista», «intuicionismo» o «filosofía de la vida».
El racio-vitalismo del filósofo español Ortega y Gasset está influido por los dos filósofos anteriores, así como por Nietzsche y la fenomenología de Husserl y Heidegger. Critica las concepciones que tratan de imponer las estructuras de la razón a la realidad, ya que eso supone expulsar a la vida de dicha realidad. Ortega no niega el valor de la razón, pero reconoce sus bases irracionales y la pone al servicio de la vida. En este sentido la metafísica tradicional ha olvidado que la vida es la realidad radical. Por otro lado el hombre no es, entonces, naturaleza, sino historia. No es ni pura biología, ni cogito aislado; es lo que hace y lo que le pasa, es decir, el hombre está siempre inmerso en una circunstancia real, concreta, histórica. De ahí la famosa expresión orteguiana: «yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo». Esta tesis implica una defensa del perspectivismo: la realidad no puede ser vista sino desde el punto de vista, desde la circunstancia que cada uno ocupa en el mundo. Algunas de las posturas de este filósofo polemizan con otro pensador español de la generación del 98, gran lector de Kierkegaard, Miguel de Unamuno.
El psicoanálisis freudiano hunde sus raíces en la filosofía de Schopenhauer y coincide con algunos planteamientos de Nietzsche. Por ejemplo, en su crítica a la concepción racional del ser humano. La razón es sólo un instrumento en manos de fuerzas no racionales. Las fuerzas pulsionales de naturaleza inconsciente (pulsiones de vida y de muerte) son para Freud la fuente de todo el comportamiento humano. De ahí que la sexualidad -y el famoso complejo de Edipo- desempeñe en su obra un papel principal. El yo es sólo un administrador de las demandas del ello (sede de esas fuerzas inconscientes). El hombre, básicamente egoísta, se mueve en busca de la satisfacción de sus necesidades, pero en esa búsqueda debe de tener en cuenta las limitaciones que impone la realidad exterior y su super-yo (conciencia moral), que es la fuente del sentimiento de culpabilidad. La incapacidad del yo para administrar estas fuerzas desencadenan procesos neuróticos y psicóticos.
La influencia de Freud está presente a lo largo de todo el siglo y no sólo en el terreno de la psicología (Jung, Adler, Reich, Rank, etc.), sino en todos los campos de la cultura (por ejemplo en el movimiento surrealista y otras vanguardias artísticas) y en el lenguaje popular.
El positivismo de Comte tiene su continuación en el neopositivismo o empirismo lógico iniciado por el Círculo de Viena. Éstos ofrecen una concepción científica del mundo de carácter marcadamente antimetafísico. En polémica con ellos desarrolla sus tesis Karl Popper. Los temas de epistemología y filosofía de la ciencia pasan a ser centrales. La polémica se continúa con las aportaciones, entre otros, de Kuhn, Lakatos y Feyerabend.
A Kierkegaard se le considera como el precursor del existencialismo contemporáneo. Es difícil señalar sus rasgos peculiares, pues tuvo desarrollos muy dispares. En principio es fruto de la profunda crisis generada por las dos guerras mundiales. Su éxito se debe al uso de la novela, el teatro y los escritos periodísticos de autores como Albert Camus, Marcel, J.P. Sartre y Simone de Beauvoir. Para estos autores el hombre se hace a sí mismo a través de sus elecciones libres. En él la existencia precede siempre a la esencia. El hombre es un ser arrojado al mundo, condenado a la libertad. Sólo desde esta libertad puede el hombre dotar de sentido a su vida. No hay un sentido previo, el absurdo es condición inicial. Sólo desde el reconocimiento de la propia libertad radical el hombre puede autoelegirse. En las últimas obras de Jean-Paul Sartre esta perspectiva se complementa con una aceptación de la filosofía marxista.
El existencialismo aplicó también el método fenomenológico al análisis de la existencia. La fenomenología de Edmund Husserl pretende convertir a la filosofía en ciencia estricta frente al dominio del relativismo y el escepticismo. Husserl escribe en un momento en que las transformaciones científicas habían provocado la crisis del positivismo. Su intención es superar la crisis de la ciencia aportándole una nueva fundamentación. Su proyecto parte del cartesianismo, pero pretende ir más allá de Descartes. La conciencia, el cogito, no es algo cerrado en sí mismo, está siempre “abierta a”, la conciencia es siempre conciencia de (alguna cosa). A este abrirse de la conciencia le llama intencionalidad. La conciencia no es, pues, ni la cosa pensante cartesiana, ni el yo psicológico, sino que es el espacio abierto donde se manifiesta el fenómeno. La descripción de lo que nos es dado en la conciencia constituye el método fenomenológico.
La llamada de Husserl a «regresar a las cosas mismas» debe entenderse en el sentido de atenerse a lo dado a la conciencia, a los fenómenos. Éstos no tienen un carácter ocultador de la realidad, por el contrario son reveladores de la esencia. Pero no se trata de los fenómenos que describe la ciencia, sino de unos fenómenos más fundamentales, que se dan a la conciencia previamente sometida a una depuración de todo presupuesto y prejuicio. Esta depuración o reducción permite describir las esencias de los fenómenos dados a la conciencia. Al limitarse a describir lo que aparece a la conciencia, poniendo entre paréntesis todo presupuesto, el fenomenólogo puede captar las esencias. De este modo la fenomenología representa también un intento de superar las posturas realistas e idealistas optando por un camino intermedio: no parte del objeto ni del sujeto, sino de la intencionalidad de la conciencia, de la presencia inmediata del fenómeno en la conciencia.Colaborador de Husserl fue Heidegger, pero su pensamiento siguió un camino propio. Más allá de la polémica creada por su actitud equívoca ante el nazismo, su obra es de referencia obligada. Heidegger critica a toda la tradición filosófica el haber olvidado la pregunta fundamental, la pregunta por el ser. La filosofía occidental olvida el ser para centrarse en el ente. En “Ser y Tiempo”, proyecto inacabado, remite la cuestión del ser a un análisis fenomenológico de la existencia humana (Dasein), ya que el hombre es el ente cuyo existir consiste en estar abierto al ser. Analiza en esta obra las categorías fundamentales de la existencia humana, del Dasein: ser-en-el-mundo, ser-entre-las-cosas, ser-con-los-otros, ser-para-la-muerte. El problema del ser es la constante de sus obras posteriores. Para él la historia de Occidente está marcada por el nihilismo (Nietzsche), pues ya desde Platón el pensar cae en el olvido del ser al preguntarse exclusivamente por el ente. Esta tradición metafísica culmina en Nietzsche y su manifestación es el dominio técnico del mundo. Se ha olvidado que la verdad no es esencialmente una propiedad de los juicios (la verdad como adecuación entre el pensamiento y la realidad), sino el desvelamiento del ser (que es el sentido etimológico del término griego alétheia). El hombre no es simplemente un ente entre otros entes, como erróneamente piensa el humanismo, sino que su esencia consiste en abrirse a la verdad del ser; el hombre no es «el señor del ente, sino el pastor del ser», y el «lenguaje es la casa del ser». Este abrirse al ser escapa al pensamiento conceptual, pues al querer determinarlo lo pierde. Es necesario acudir a una forma de pensamiento capaz de aclarar sin determinar. De aquí el interés de Heidegger por los poetas (Hölderlin, Trakl, Rilke): la poesía abre un acceso al ser más directo que el concepto y que la técnica racional.
Hans-George Gadamer, padre de la hermenéutica, será quien prosiga esta línea de pensamiento que indaga en la relación entre arte y verdad, entre poesía y conocimiento. El tipo de interpretación que requiere la apreciación de la obra de arte pasa a ser el modelo teórico fundamental de nuestro conocimiento: no es la ciencia, ni específicamente las ciencias naturales el modelo del saber, sino la interpretación que el arte y la poesía requieren.
La peculiaridad principal de la filosofía del siglo XX es, como vemos, la importancia concedida al lenguaje como objeto de reflexión. Ya en Nietzsche estaba presente este tema, pero será Wittgenstein quien de manera explícita lleve a cabo este giro lingüístico. La centralidad del lenguaje será clave en la filosofía analítica. Ésta hereda del neopositivismo la tesis de que la filosofía no tiene como función aportar conocimientos sobre el mundo, cosa que ya hacen las ciencias particulares. La función de la filosofía es el análisis del lenguaje. A diferencia del neopositivismo que se centra en el análisis lógico del lenguaje científico, la filosofía analítica se ocupa del análisis lingüístico del lenguaje «ordinario». Siguiendo las tesis de las “Investigaciones filosóficas” de Wittgenstein, defienden que el uso que hacemos del lenguaje es fundamental para su comprensión; comprenderlo significa entonces situarlo en su contexto vital y pragmático. Se trata, por ejemplo, no de preguntarse qué es el bien, sino qué queremos decir cuando empleamos ese término, qué uso le estamos dando. La finalidad de la filosofía es aclarar el uso que en cada caso hacemos del lenguaje a fin de evitar pseudoproblemas y no recaer en usos erróneos, como ocurre en buena parte de la metafísica. La filosofía analítica se desarrolla en las escuelas de Cambridge (J. Wisdorm) y de Oxford (G. Ryle, J.L. Austin, P.F. Strawson, F. Waismann, J.O. Urmson, E.E. Toulmin, etc.). Entre los pensadores norteamericanos cabe destacar al especialista en lógica W.O. Quine.
Fiel a la metafísica tradicional es la llamada neoescolástica, de raíz fundamentalmente tomista. Este movimiento lleva a cabo una relectura de la obra de Santo Tomás de Aquino teniendo en cuenta las aportaciones de Kant, Hegel y Heidegger principalmente. J. Marechal, J. Maritain, C. Fabro y el teólogo K. Rahner son sus principales representantes.
Dentro también del pensamiento cristiano se sitúa el personalismo, cuya fuente de inspiración se encuentra en la concepción cristiana del hombre, que otorga a éste un valor absoluto en cuanto persona. El núcleo del personalismo se encuentra en Francia, en torno a su fundador Emmanuel Mounier. Su pensamiento se opone al panteísmo, al afirmar la existencia de un Dios personal; al idealismo y al materialismo, al defender la autonomía de los espíritus finitos y su irreductibilidad a la materia; y al colectivismo e individualismo, al sostener el valor absoluto de la persona y la necesidad del reconocimiento mutuo de este valor.
También en Francia se inicia el estructuralismo, que se inspira en la lingüística de Ferdinand Saussure. Éste considera la lengua como un sistema de signos, comparando el juego de la lengua con una partida de ajedrez: el valor de cada pieza depende de su posición en el tablero, todo el sistema varía con la modificación de una pieza, de modo que lo único importante es el sistema de relaciones que se crea entre las piezas.
El estructuralismo más que una escuela es un método que se aplica a las ciencias humanas y comporta ciertas implicaciones filosóficas. La explicación de un fenómeno no se logra mediante el análisis de sus componentes, sino atendiendo a las relaciones que se establecen entre ellos en el seno del sistema, de la estructura a la que pertenecen. Así toda investigación debe centrarse en las relaciones entre los elementos y descubrir las reglas que rigen estas relaciones, a fin de construir un modelo, una estructura que responda al objeto de la investigación. Esta estructura permanece inconsciente para sus propios integrantes. Por ejemplo, si el objeto de estudio es un pueblo primitivo, el antropólogo no se conforma con el modelo explicativo creado por esa cultura, sino que, atendiendo a las relaciones de sus integrantes, busca la estructura profunda que sustenta las relaciones de esa comunidad.Este método es el empleado por C. Lévi-Strauss, iniciador del estructuralismo, en sus investigaciones de etnología. También en él se inspira Lacan para llevar a cabo una relectura del psicoanálisis freudiano. Althusser y Foucault, aunque negaron explícitamente su pertenencia al estructuralismo, se les suele encuadrar en él. La obra de Althusser es una reinterpretación del marxismo como teoría científica de la historia. Entre los objetos de investigación de Foucault se encuentran las instituciones psiquiátricas, penitenciarias y la sexualidad. En cada caso busca las condiciones ocultas que posibilitan la constitución de los distintos saberes que permiten la exclusión y condena de los sujetos (locos, criminales, pervertidos, etc.). Este análisis le lleva a poner de manifiesto la red de poder que en cada momento hace funcionar a la sociedad.
Este breve recorrido por la filosofía del siglo XX no es ni mucho menos completo. No todos los que son están. No hemos mencionado al historicismo de Simmel, Spengler y Weber a principios de siglo, ni a los filósofos franceses Bataille, Levinas, Ricoeur, Deleuze, Derrida, ni al padre de la filosofía postmoderna, Vattimo, ni al filósofo de la ciencia Mario Bunge, ni al fenomenólogo de las religiones Mircea Eliade, ni al escritor alemán Ernst Jünger, ni a … otros muchos.