El pasado mes de julio tuve la suerte de poder participar en el Máster de Secundaria organizado por la UB y la UNAE en Ecuador. Aunque por causas poco felices, la vida me ha regalado otra semana de formación con el profesorado ecuatoriano en Quito. Esta vez, colaborando con el profesor Marcelino Jiménez, hemos impartido una asignatura realmente apasionante: Didáctica de la Literatura.
Este reencuentro con el profesorado quiteño ha significado la constatación de todas las buenas impresiones que me llevé el verano pasado. Una entrega total, con el agravante de tener que asistir a la formación en días feriados y después de un arduo esfuerzo para evaluar a los más de diez grupos que dirigen la mayoría de ellos. No es extraño que algunos de ellos trabajen en dos sedes o en jornadas dobles y con ratios que muchos europeos encontraríamos irracionales. Además, viajes interminables antes y después de las sesiones, puesto que muchos deben desplazarse durante horas para asistir a nuestras clases. Algunas cabezadas evidenciaban un agotamiento que se superaba en cuanto se proponían actividades creativas o reflexivas. Podéis seguir sus impresiones en el hagstag #diclitecuador
¿Cómo está la situación de la literatura en la realidad que hemos constatado? Lo primero que se me viene a la cabeza es la gran similitud entre muchas de las situaciones que me han contado y lo que sucede en mi entorno, aunque los matices resultan interesantes.
En primer lugar, destaco las ganas de llevar la literatura al aula pese a la falta de medios y, por qué no decirlo, una formación inicial muy superficial. Muchos de ellos utilizan las metodologías que están en boga:
a) Activación de conocimientos previos del alumnado mediante ejercicios específicos, una fase de la secuencia didáctica bien consolidada en el país.
b) Lectura por parte del profesorado al inicio de la sesión para centrar las sesiones y concentrar al alumnado. Tal como sucede en mi entorno, los alumnos suelen disfrutar de la buena lectura.
c) Uso de pictogramas, de dramatizaciones, creación de exposiciones sobre el hecho literario.
La mayoría de profesores utilizan los materiales que el Ministerio pone a disposición del alumnado (que ya constaté en verano que eran bastante modernos) y los complementa con libros propios, básicamente cuentos y leyendas ecuatorianos. Resulta muy importante la reivindicación de una cultura propia que aún se está despertando de una ocultación que ha durado siglos. Toda la riqueza de la literatura popular debe ser reivindicada sea donde fuere y este profesorado lo fomenta a través de los materiales oficiales o de materiales propios.
Cabe destacar también de varias iniciativas de impulso de la lectura. No nos engañemos, la prioridad de los escolares ecuatorianos (como pasa en nuestro país) no es la lectura. Muchos de ellos no acceden a libros (y eso que hay campañas de lectura muy económicas). La Fiesta de la Lectura en la que pueden participar un par de veces al año los centros que presentan un programa de acción, la campaña Yo leo y otras iniciativas pretenden dedicar cada vez más tiempo a la lectura. Espero que todas ellas se consoliden porque las posibilidades de muchos de los escolares de acceder a más libros de los que propone la lista oficial es muy limitada.
Ante ello, con el Dr. Marcelino Jiménez, hemos procurado compaginar una consolidación de los conocimientos literarios fundamentales a través de distintas herramientas para comentar textos literarios, enfocadas desde teorías literarias diversas. La modelización ha sido utilizada en algunos casos para mostrar los distintos caminos que puede seguir el comentario de textos literarios, como por ejemplo, en el análisis de sonetos del Siglo de Oro.
Otro de los ejes que se ha desarrollado ha sido la reflexión sobre las lecturas que ponemos a la disposición de nuestros jóvenes para desarrollar su competencia literaria. Hemos potenciado el trabajo a través de constelaciones de lecturas, tal como propone Guadalupe Jover (2007), pero hemos potenciado la reflexión sobre el propio perfil lector del profesorado a través de una representación visual. A continuación podéis consultar algunos de los trabajos. Nos inspiramos con los trabajos de algunos de mis alumnos del Institut de Premià de Mar, que fueron muy celebrados en nuestras clases. Nos quedó claro que teníamos que hacer el propósito de leer un poquito más todos nosotros para poder contagiar ese placer a los chicos.
¿Qué criterios utilizamos para recomendar o apartar lecturas? A través de la observación de portadas e incipits de varias lecturas, desarrollamos los criterios que utilizamos como profesores y nos dimos cuenta que la mayoría de ellos se centran en la triada autor-texto-lector, tal como pasa en la crítica literaria. Una clase sensacional en la que vinculamos un caso práctico con la teoría literaria.
Finalmente, nuestro interés era superar la actividad sobre literatura para llegar al proyecto literario. En una sesión analizamos microrrelatos y diseñamos una ruta literaria por Quito en cada uno de los grupos. Sea saliendo de clase o quedándonos en el aula, desarrollamos el concepto de literaturización de espacios con un éxito espectacular, puesto que todos los alumnos entendieron la secuencia de actividades que lleva a la construcción de proyectos sobre rutas literarias o exposiciones literarias.
Este día observamos que el reto está en crear actividades centradas en la lectura inferencial, muy abandonada en algunos contextos e imprescindible para disfrutar de los textos. Les recomendé un trabajo (a partir de la página 493) con ejercicios prácticos sobre inferencias.
Esperamos que todas estas experiencias hayan servido para despertar aún más las ganas de trabajar los textos literarios en clase. Queremos acabar con esta ilustración que me dedicó una de las profesoras y que representa exactamente lo que pretendíamos:
Gracias a todos por vuestra mirada y vuestra comprensión.
Como siempre maravilloso. Muchas gracias Joan Marc por compartir tus experiencias con nosotros. Una abraçada