Los caprichos del deseo
Vicente Molina Foix & Luis Cremades, “El invitado amargo”, Anagrama, Barcelona, 2014, 410 páginas.
Todo proceso de escritura no es más que una lucha estéril contra el tiempo. Los escritores en su afán de retener las horas escriben alegres y tristes historias llenas de amor. Pero cuando el ejercicio de escritura se une no a la ficción y la fantasía; sino a la memoria aparecen páginas llenas de melancolía y deseos de capturar un tiempo que se fue a través de su recuerdo. Los libros de memorias tienen una legión de seguidores porque con su lectura volvemos a un tiempo que fue y que ya no existe. Los escritores Vicente Molina Foix y Luis Cremades han escrito un libro de memorias donde repasan sus biografías intelectuales y sentimentales desde los años cincuenta hasta el presente: “No era, insisto, la enseñanza lo que me ligaba a él. Ni la lujuria, que en nosotros se manifestaba, sin ser castos, de un modo moderadamente animal. En Luis veía por vez primera un modelo que no había encontrado antes en mis predominantes historias homosexuales”.
A la manera de Marcel Proust los dos amigos tocan a cuatro manos una pieza cargada de memoria literaria, por este casi medio centenar de páginas pasan los intelectuales que han marcado a toda una generación de escritores que tuvieron su momento de máxima creatividad a finales de los sesenta y tuvieron su periodo de madurez en los setenta y ochenta, y que ahora como viejas glorias del pasado escriben sobre poesía, cine y literatura: “Pero si los sentimientos y las formas de amarse son genéricos, los modos de expresarlos son específicos. En las seis semanas que pasaron desde que descubrí las cartas de Luis esparcidas por los ladrones en su bienes fungibles, releí toas más de una vez, antes de proponerle nada, y al releerlas fue como si una imagen vicaria del amor, un simulacro, volviera a la casa donde una noche lejana, con la incertidumbre del primer beso y el tanteo de las primeras caricias, él y yo empezamos a idealizarnos. ¿O volvía el invitado en persona se fue haciendo esquivo hasta la amargura, aportando ahora palpablemente el dulce poso del ser original? Nunca he vuelto a recibir ridículas cartas de amor tan sublimes, ni las he escrito yo, ni me ha sido posible amar igual”.
No es frecuente que dos escritores escriban juntos momentos muy especiales de su vida, con personas muy especiales en la historia de la literatura última desde Vicente Aleixandre hasta Juan Benet pasando por Narcís Comadira y Dolors Oller: “La misma noche de su toma de posesión, en el Bocaccio de Madrid, Javier Marías y yo, suplantando las funciones de la Rúmor, la sociedad difusora de bulos fundada en sus horas de asueto por Benet y Hortelano”.
“El invitado amargo” es uno de esos libros repletos de literatura porque se ha escrito desde la relación de sus autores con sus colegas de profesión, de esta manera se convierte en una forma distinta de acercarse a los autores que todos hemos leído, no desde su obra escrita sino desde su lado humano y biográfico. Con la densidad de un Borges y la pasión en las cosas de la vida de un Terenci Moix, los dos escritores a cuatro manos capítulo tras capítulo van desgranando los caprichos del amor homosexual: “Nos habíamos conocido un par de semanas antes en un encuentro para crear una plataforma gay universitaria”. Con el paso del tiempo estos caprichos del amor se convierten en una epopeya sentimental que termina con una amarga reflexión final: “Mi amor por Luis fue un amor sin resguardo, el más cierto, el más excitante y desequilibrante de mi vida, y pese al devenir de los dos años felices y tormentosos, el más perdurable. Del suyo no puedo más que especular, dudar, creer, recordar los muchos momentos de dicha incomparable que me produjeron los trastornos que no lograron quitarme la voluntad de seguir amándole”.
“El invitado amargo” plantea una cuestión familiar, una manera de entender la ecuación que ha marcado a toda una generación que tenía como referente la cultura anglosajona y el concepto de la amistad: Luis Antonio de Villena, Jaime Gil de Biedma, Carlos Bousoño, Francisco Umbral, Francisco Brines, Claudio Rodríguez, Guillermo Carnero, Fernando Savater, José Luis Gómez, Javier Marías, Dolors Ollé, Narcís Comadira,… nombres de la cultura que sobrevuelan estas páginas juntos con los de Vicente Aleixandre, Federico Garía Lorca, o Luis Cernuda. Un mundo de cultura que va desde las lecturas de autores nacionales como internacionales. Momentos míticos que marcaron toda una ideología como los conciertos de los cantautores: “El de Raimon en mayo del 68 abarrotando el hall de la antigua facultad de Economía de Madrid, y del Luis Eduardo Aute en la plaza de toros de las Ventas”. Acontecimientos de la vida intelectual que jalonan la existencia de dos figuras clave en la historia portátil de la literatura reciente y todo ello en un proceso de selección selectiva de la memoria, hay mucho de en busca del tiempo perdido en este libro “El invitado amargo”. Como las canciones de Mecano que ahora vuelven, estos recuerdos de dos amantes en los años ochenta esconden otra realidad, la de los procesos intelectuales de dos personas entregadas a su trabajo literario.
“El invitado amargo” se lee como una autobiografía, pero también se lee como una novela al estilo de Enrique Vila-Matas, esas novelas cargadas de metaliteratura que nos ofrecen una realidad borgiana de la vida, una vida llena de pasiones sentimentales y trampas para poder sobrevivir.
J. A. Aguado