Tanto en calidad de alumno como en calidad de docente, a menudo hemos dedicado más tiempo en reflexionar en cómo nos enseñan y en cómo enseñamos que en reflexionar en cómo aprendemos y en cómo aprenden nuestros alumnos. Es el momento de poner al alumno (a ellos y, como no, a nosotros mismos, porque también aprendemos cada día) en el centro de nuestras reflexiones como docente. Es por ello que es pertinente preguntarnos:

 

¿Para qué aprendo?

Seguramente, a cierta edad, responderemos que aprendemos para  certificar unos estudios que nos permitan acceder a unos determinados puestos laborales. Pero cuando ya disponemos de las acreditaciones académicas necesarias para desarrollar nuestra profesión, es más probable que profundicemos en nuestras reflexiones y respondamos que aprendemos para mejorar nuestras capacidades, para ser más competentes, para reciclarnos y adaptarnos a las nuevas realidades. En cualquier caso, es un denominador común que para aprender son necesarias unas motivaciones que, en el caso de los adolescentes, no podemos pretender que sean de largo plazo. El adolescente necesita unas motivaciones casi immediatas para justificar el esfuerzo que deben invertir. Dicho de otro modo, deben encontrar una satisfacción casi instantánea en el proceso de aprendizaje.

 

¿Cuándo aprendo?

Podemos memorizar datos de cualquier índole, pero aprender no es memorizar, sinó construir nuevo conocimiento, apropiarnos de él y saber aplicarlo con éxito en situaciones nuevas. En consecuencia, aprendemos cuando buscamos soluciones a problemas que se nos plantean y que son suficientemente próximos como para tomarlos con interés, cuando compartimos nuestras dudas, nuestros errores y nuestros éxitos.

 

¿Dónde aprendo?

El proceso de aprendizaje es complejo, y requiere de las condiciones personales y ambientales adecuadas para garantizar la máxima concentración. Las oportunidades para aprender emergen en todo momento y en cualquier entorno a lo largo de nuestras vidas, pero no todas ellas son aprovechadas, y tan solo en los momentos más propicios, cuando ponemos el empeño de todos nuestros sentidos y la voluntad motivada por nuestras emociones y nuestras necesidades, somos capaces de apropiarnos de nuevo conocimiento. En un centro educativo, como docentes, no podemos dejar al azar la confluencia de las condiciones necesarias para que el alumno aprenda. Debemos velar para que dichas condiciones surjan en todo momento.

 

¿Cómo aprendo?

Para iniciar el proceso de aprendizaje es necesario partir de una situación o planteamiento que despierte la curiosidad en el alumno. Esa curiosidad  convierte el objeto en un foco de interés a través de preguntas oportunamente formuladas. La investigación que se desarrolla con el objetivo de responder a esas preguntas se traduce entonces en un proceso de reflexión crítica y la apropiación de nuevo conocimiento que, aplicado con éxito, pero también a través del error adecuadamente gestionado, deriva en la adquisición de nuevas capacidades y el aprendizaje competencial.

 

¿Con quién aprendo?

El aprendizaje se produce desde el nacimiento, pero aunque parezca que se trata de un proceso individual, para aprender hace falta tener sobretodo modelos de aprendizaje. Es por eso que los niños de muy corta edad se fijan tanto en lo que hacen las personas que hay a su alrededor (Bueno, 2017: 12).

En el contexto del sistema educativo, la transmisión del saber se realiza al menos entre un emisor y un receptor, como es el caso de una conferencia o de una clase magistral. Sin embargo, la construcción y apropiación de nuevo conocimiento, la adquisición de nuevas competencias, habilidades y capacidades, se produce mejor en situaciones de colaboración activa entre iguales, donde el proceso constructivo es compartido. Por eso debe considerarse el aprendizaje un proceso social.

 

¿Crees que tus respuestas son parecidas a las que tradicionalmente ofrece la escuela cuando diseña situaciones de aprendizaje para sus estudiantes?

Las respuestas a las anteriores cuestiones ponen de relieve la divergencia entre las condiciones más apropiadas para el aprendizaje y las condiciones que clásicamente imperan en los centros educativos. Se hace necesario, por tanto, un cambio en los modelos pedagógicos, organizativos y estructurales de los centros educativos.

 

Estas reflexiones forman parte de las actividades del curso MOOC “Gestión de Espacios Educativos” del Intef.

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Bueno, D. (2017). Neurociència per a educadors. Rosa Sensat. Col·lecció Referents, 11. Capellades. 176 p.