Era 25 de Mayo cuando desperté en mi cama vacía y fría como aquella noche de invierno y me di cuenta que todo aquello que había vivido durante tantos años era un simple sueño. Un sueño que había hecho de mí un hombre feliz durante muchísimo tiempo, y un sueño que me haría, al fin y al cabo, volver a la estúpida vida que llevaba antes; una vida sin sentido, una vida sin amor, que más o menos, es lo mismo.
Todo empezó cuando tenía 14 años. Mi padre quería que yo fuera marinero, como él y todas las generaciones de las cuales procedíamos, pero yo no quería, me apasionaba la escultura y sabía perfectamente que quería vivir de ella. Cuando empezaba a dibujar lo que acabaría siendo una de mis obras ,sentía la necesidad de acabar ,y cuando acababa, sentía una satisfacción inmensa . Empecé construyendo juguetes, barcos, todas esas cosas que de niño te gustan tanto… hasta que un día iba caminando por la calle en busca de nada y , ajeno a todos los problemas, levanté la cabeza y vi la calle llena de parejas compartiendo su amor, sonriendo, no con una sonrisa de cortesía, sino una sonrisa real, enamorada…parejas que llenaban la calle de amor y yo, lleno de envidia , me obsesioné con el amor, Y debía conocer a la mujer perfecta para mi como aquellos personajes encontraban la suya !. Y así fue pasando el tiempo, fijándome en todas las mujeres para ver si encontraba la belleza que buscaba: unas exuberantes curvas, unas facciones marcadas que reflejaran felicidad y sin embargo, no conseguía ver nada.
Un día me fui a dormir pensando que si construía una escultura de la mujer de mis sueños podría, de una vez por todas, tenerla en mis brazos, que cobrara vida y tener todo eso que siempre he querido. Y así fue,a la mañana siguiente empecé a esculpir, sin parar, obsesionado por encontrar el amor. Ni siquiera paraba para dormir, comer, cenar, quería terminar de una vez por todas aquella obra que, sin duda, sería impactante.
Después de dos semanas, sin apenas cerrar los ojos, con una barba larga y sucia , y con un olor que ya empezaba a molestar, tenía a mi escultura terminada: una mujer preciosa, con unas medidas extraordinarias, pechos de leche… ¡ y me enamoré perdidamente de ella !.
Por la noche no quería dormir, no podía separarme de ella ni un segundo, necesitaba darle ese amor que tenía guardado. ¿ Qué estúpido era , verdad? ¡ Enamorado de una escultura ! , pero no os podéis imaginar el amor que reflejaban mis ojos, la alegría que se reflejaba en mis labios desde que había construido esa mujer,
¡ Galatea !. No me pregunteis porqué Galatea, porqué ese nombre, ni siquiera yo lo sé. Estaba perdidamente enamorado de ella, y no podía ver más alla de su cara, su cuerpo y su sonrisa radiante.
Esa noche decidí que no aguantaba más sin dormir, y decidí meterla en mi cama. Un ruido extraño, como un trueno, algo sobrenatural, me despertó al día siguiente. Abrí los ojos y vi una increible luz iluminando mi cara, no me dejaba ver nada, pero descubrí que allí enmedio de esa luz estaba ella, Galatea, hablándome, pero no la lograba entender. Pellizqué mi cara una y otra vez para asegurarme que no estaba soñando. Ella me decía: “Pigmalión, tu has buscado durante mucho tiempo un amor, y esto es el fruto de tu esfuerzo. Aquí tienes la mujer que tanto querías. Mereces la felicidad, esta felicidad que tu has plasmado”.
Me dijo que se llamaba Afrodita, y era realmente la mujer de mis sueños. Vivimos unos días fantásticos, unos años inolvidables, enamorados de nosotros y de nuestra vida.
Y ahora, ahora me levanto de mi cama y está completamente vacía, fría. Bajé los escalones y fui al comedor, allí estaba inquita, mobilizada, sin vida. Volvía a ser Galatea. Descubrí que habían pasado tres años desde que me fui a dormir con la ilusión de que Galatea cobrara vida. Todo había sido un sueño. Cojí un papel y un boli y empezé a escribir sobre eso. Un sueño que hablaba sobre el amor, un amor que despierta el alma y nos hasce aspirar a más. Un amor que nos enciende el corazón y nos trae paz a la mente. Todo era un sueño, si, pero yo la quería. Y hay muchas formas de querer, ¿sabéis? Pero la mía era…total. Un amor puro, increíble, alucinante. Un amor especial como hay pocos.
Laia Manent.