La neurobiología va desentrañando poco a poco los mecanismos más íntimos que implican diferentes respuestas del sistema nervioso a situaciones cotidianas, como es el fenómeno del enamoramiento, donde se localiza el engaño en el cerebro, o si el amor romántico tiene algo de analgésico natural.
Un equipo multidisciplinar de investigadores de la Universidad de Syracusa en Nueva York y del Hospital Universitario de Suiza, desvelan en la revista Journal Sexual Medicine, que al enamorarse no sólo se produce una sensación de euforia, que a nivel cerebral algunos científicos comparan con los cambios que ocurren tras el consumo de cocaína, sino que se modifican hasta 12 áreas cerebrales diferentes. Lugares neuronales implicados tras el «flechazo de Cupido» se asocian con ciertas funciones conocidas como más intelectuales, como son las responsables de la representación mental, de la imagen corporal («te veo bien, cariño»), y donde se procesan las metáforas: «eres tan bello, que pareces Dios griego», o «eres la luz de mi vida».
Pero, ¿en cuanto tiempo ocurre el flechazo?. En sólo doscientos milisegundos. En ese breve espacio de tiempo, el cerebro activa una docena de áreas relativas al «neuroamor», para liberar una serie de neurotransmisores y mediadores químicos (dopamina, adrenalina, oxitocina…) que provocan la sensación de euforia que comentamos al comienzo del artículo.





Científicos en España y Estados Unidos han encontrado una forma de superar una de las mayores limitaciones de la imagen por ultrasonidos (la ecografía), que es su poca resolución.Todo el que ha pasado por una ecografía, incluidas las mujeres embarazadas, está familiarizado con la fuerza visual que tienen las imágenes, que, sin embargo, podrían ser más detalladas. Una de las limitaciones en la resolución de la imagen viene dictada por una ley fundamental de la física: el objeto más pequeño que se puede ver es del orden de la longitud de onda de la onda acústica que se utiliza en la técnica. En el régimen de ultrasonidos, por ejemplo, la frecuencia está típicamente entre uno y cinco megahercios, una frecuencia mucho más alta que la que el oído humano puede detectar, y que impone una resolución de alrededor de un milímetro. (
Dos gigantescas burbujas, de 25.000 años cada una, se extienden desde el centro de la Vía Láctea, al Norte y al Sur del plano galáctico. No se habían detectado hasta ahora y no se conoce su origen, pero los científicos especulan que podría tratarse del remanente de una erupción del entorno de un agujero negro supermasivo. Las dos burbujas podrían también haberse formado a partir del gas de procesos masivos de formación de estrellas gigantes cerca del centro galáctico hace varios millones de años. De momento los científicos que han descubierto esta insólita estructura, que puede tener millones de años de antigüedad, han anunciado su descubrimiento a la revista The Astrophysical Journal y están haciendo más análisis de los datos para intentar comprender cómo se formó. (