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La chica del tren
Paula Hawkins, “La Chica del tren”, Editorial Planeta, Barcelona, 2016, 493 páginas, 20€.
Tres mujeres, dos hombres, dos bebé, muchas dosis de intriga, sorpresa, suspense, pensamientos focalizados en el punto de vista femenino y ,por supuesto, un cadáver: todo esto es “La chica del tren”. Un thriller psicológico que nos atrapa desde el inicio: “Una por la pena, dos por la alegría, tres por una chica. Tres por una chica. Me he quedado atascada en el tres, soy incapaz de seguir. Tengo la cabeza llena de ruidos y la boca llena de sangre”.
La epopeya de una perdedora, una desempleada alcohólica capaz de reinventarse, esa es la clave del éxito de esta prodigiosa novela: “Mi madre solía decirme que tenía una imagianación hiperactiva”.
La industria del cine no ha perdido el tiempo y la Universal Pictures ha adaptado la novela a guión cinematográfico, pero entre la novela y la película, nosotros siempre nos quedaremos con el original. Aunque establecer este tipo de compraciones siempre es perder el tiempo, porque hay público para los dos sectores. Nada más gratificante para nuestra vida de lectores que dar rostro a cada personaje y al cadáver de Megan Hipwell: “llevo tres más en la bolsa de plástico que descansa a mis pies. Es viernes, asíq eue tengo paor qué sentirme culpable”.
Paula Hawkins es una periodista económica, como su padre, que dejó la actualidad de la bolsa para centrearse en la literatura, ahora escribe historias que atrapan a sus lectores como la miel a las moscas. Paula Hawhins como Jane Austen aporta a la literatura la menera tan especial de ver el mundo de una mujer comprometida con la imaginación como Mary Shelley y la inteligencia y la sensualidad de Marguerite Duras: “El tren frena. Estamos casi delante de la casa de Jess y Jason, pero no puedo ver nada por la ventana porque hay demasiada gente en medio. Me pregunto si estarán en casa y si él ya se ha enterado y se ha marchado, o si todavía está viviendo una vida que es una menteira”.
Una de las grandes virtudes de la novela es su agilidad a la hora de ser leída, es una novela guepardo, nada que ver con esos mamotretos lentos como ferrocarriles de carga: “Por el amor de Dios. Rachel, ¡qué coño pasa contigo? Ya he tenido bastante, ¿lo entiendes? Me acabo de pasar una hora en el coche buscándote… Ella pensaba que ibas a…Pensaba que… Ya no sé qué puedo hacer para que no llame a la policía. Déjanos en paz. Deja de llamarme, deja de venir a casa, déjanos en paz de una vez. No quiero contigo, no quiero verte, no quiero que te acerques a mi familia”.
No sabemos si existe una literatura femenina o masculina, lo que sí sabemos es que sí existe la buena liteatura y como Miguel de Cervantes predicaba hay que buscar la naturalidad y las ganas decontar para que el lector entre en la novela como un personaje más. Leer novelas como “La chica del tren” nos devuelven a la literatura que nos hace disfrutar por la historia que se cuenta. ¿Cuántas obras de literatura hemos leído que no cuentan nada, sólo es un ejercicio lingüístico del autor, muy bueno, pero vacío como un pozo sin agua, no deja de ser un pozo, pero no sirve para nada porque no tiene agua. Ya Lope de Vega definió la buena literatura como aquella que le gusta al público consumidor, pues lo paga el vulgo démosle gusto. No me importaría volver a leer “La chica del tren”, una de esas tardes en las que el sol todavía ilumina mi butaca de lectura.
- A. Aguado