Manuel Pérez Subirana, “Lo importante es perder”, Anagrama, Barcelona, 2003, 200 páginas, 13 €.

El divino fracaso

 

Manuel Pérez Subirana, “Lo importante es perder”, Anagrama, Barcelona, 2003, 200 páginas, 13 €.

 

Rafael Cansinos Asséns ya escribió un libro sobre el fracaso y le puso el adjetivo de “divino”. Con este precedente literario, Manuel Pérez Subirana (Barcelona, 1971) nos presenta “Lo importante es perder”, su primera novela, un libro que aborda el tema del fracaso. Este autor fue uno de los elegidos en el concurso “La novela que viene” de elmundolibro.

“No es agradable que a uno le dejen”. Así comienza esta historia de perdedores que tiene como escenario la ciudad de Barcelona; como tantas novelas desde mediados de los años cincuenta del siglo pasado Barcelona y su periferia siguen siendo fuente de inspiración narrativa para los escritores jóvenes. El autor es licenciado en Derecho, razón por la que el protagonista de esta triste historia es abogado; aunque en realidad no es una novela autobiográfica, podría serlo de una forma perfectamente verosímil.

El protagonista, guiado por una antigua amistad y alumbrado por las reminiscencias del pasado, iniciará un periplo en el que la renuncia se revelará como su más fiel aliada en un mundo en el que las ambiciones profesionales y sociales convierten cada vez más al individuo en un extranjero de sí mismo: “es grato y placentero deslizarse por la historia personal como por un sueño algodonoso para recalar en lugares del pasado”.

El elogio al fracaso como vía de conocimiento personal se convierte en el eje temático de esta novela narrada en primera persona, en una especie de desnudo sentimental. “Elisenda me ha dejado”, frase que es el detonante que hace que todo el castillo de naipes se derrumbe como azúcar en el café.

Si el fracaso de Rafael Cansinos Asséns era totalmente modernista y esteticista, el de Manuel Pérez Subirana se plantea como una filosofía de la existencia de un hombre que ha dependido completamente de una mujer: “Cada uno de los objetos de Elisenda, cada uno de sus vestidos, cada uno de sus libros, y los productos de maquillaje que deberían ocupar el mueble del baño, y las acuarelas que pintó durante el penúltimo otoño, y las fotografías, y la vajilla que nos regaló su madre y que todavía no habíamos estrenado, y su agenda de piel que no estaba ya junto al teléfono, y los compact discs de música brasileña, y sus zapatos…”. Y como dice el refrán “en casa del herrero cuchillo de palo”, porque nuestro héroe, nuestro perdedor, es un abogado experto en materia de leyes.

Ahora que se han acabado las vacaciones, según cuentan los datos de las estadísticas se producen más divorcios. Septiembre es el mes en el que las parejas se rompen después de un mes de convivencia vacacional, porque hombres y mujeres se dan cuentan del tipo de vida que llevan y se quiebran. Sin duda más de uno verá reflejada en la narración su peripecia personal; pero lejos de hundirse en la miseria, el protagonista renace de sus cenizas como el Ave Fénix, de ahí el valor de autoayuda de esta novela íntima, sincera y con un punto de optimismo que arranca de toda una declaración de principios. “Mi vida, mi verdadera vida, empieza ahora”.

En resumidas cuentas, la moraleja de esta trama es que no hay que dejarse arrastrar por las dificultades que nos coloca la vida en las ruedas, sino aprender de ellas y sacarle el máximo jugo a la existencia.

J. A. Aguado

 

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