La obesidad y el ejercito americano
Amélie Nothomb, “Una forma de vida”, Anagrama, Barcelona, 2012, 146 páginas, 15 €.
Amélie Nothomb (1967) es una escritora peculiar desde que publicó su primera novela. Todas ellas son de corto recorrido, se pueden leer en un par de horas, por lo que resulta una de esas escritoras que no resulta un trabajo extra para el lector. Nacida en Japón de origen belga, se pasó la infancia de un lugar a otro del planeta Tierra en su condición de hija de diplomático. Sus novelas recogen una forma de ver el mundo en el que cuenta algo absurdo pero cotidiano, un reto para la inteligencia y el sentido común. Una maraña cosmopolita que teje en sus novelas llenas de asuntos serios como la obsesión por la identidad, y a la vez otros rasgos más ligeros como el temas de las fronteras o el juego con el género negro como ocurre en su novela “Ordeno y mando” donde la escritor explota el tema de las suplantación de personalidad, ese juego al que de alguna manera todos aspiramos de hacernos pasar por otro.
El suyo es un estilo directo, tanto como la utilización de la primera persona como ocurre en la novela que acaba de editar Anagrama, “Una forma de vida” donde aparece la propia Amélie Nothomb como narradora interpuesta que mantiene una correspondencia con un soldado del ejército norteamericano destinado en la guerra de Irak. De esa relación epistolar nace esta novela: “Me pide que me presente. Tengo treinta y nueve años. Soy uno de los más viejos de mi reemplazo. Entré tarde en el ejército, a los treinta años, porque ya no tenía perspectivas de futuro. Me moría de hambre”.
Se trata de una escritora cuyas novelas están llenas de rabia, su éxito está en darle la vuelta a lo que cuenta de una forma que el lector descubre el lado humorístico de las cosas graves e importantes de la vida como ocurría en su “Diccionario de nombres propios”, una especie de cuento de hadas terrorífico contado de forma fragmentaria y con un tono de niña gótica. Amélie Nothomb es una de esas escritoras prolíficas que cada año nos sorprende con una obra nueva debido a su horario espartano de trabajo, disciplinada y atenta a la realidad de nuestro tiempo la escritora se adentra en historias muy singulares como ocurre en su novela “Metafísica de los tubos” donde contaba los primeros tres años de vida de un ser obsesionado por el agua, disconforme con su entorno, adopta la inerte forma de tubo como condición existencial. Como decía Virginia Woolf, nada ocurre hasta que no lo escribes. Porque Amélie es una de esas escritoras que hacen de su vida una forma de narración, borran las fronteras entre el narrador y el personaje real, uno no sabe nunca donde empieza el personaje de ficción y el real. En “Ácido sulfúrico” se adentraba en el mundo de la televisión para mostrar un mundo cruel y rudo. Otro tanto ocurría en “Estupor y temblores” donde las fronteras entre la autobiografía obsesiva y la ficción literaria tenían fronteras muy débiles.
No sabemos si Melvin Mapple es un soldado real o un personaje de ficción, lo cierto es que este relato es una forma de protestar contra las guerras en el mundo: “Los obesos como yo siempre están en primera línea. No hace falta que le diga por qué, salta a la vista: un obeso constituye el mejor escudo humano. Allí donde un cuerpo normal protege a un solo individuo, el mío protege a dos o tres”.
La grasa acumulada por el soldado adquiere categoría de correlato objetivo como ocurría en su “Biografía del hambre” donde la escritora nos contaba sus desordenes alimentarios. Este carácter autobiográfico confiere a la narración una proximidad al lector, la novela se transforma en una especie de cotilleo, de relación en la que la novela te habla y no te deja indiferente. Otra de las características de la novelista es que en medio de la trama da un golpe de efecto y todo cambia como ocurre en “Una forma de vida” donde nada es lo que parece.
J. A. Aguado