Algo que recordar
Rosa Montero, “La loca de la casa”, Alfaguara, Madrid, 2003, 271 páginas, 15 €.
En el relato “La casa de Asterión”, Jorge Luis Borges imaginaba la vida y opiniones del Minotauro dentro del laberinto que le servía de casa. Una casa que, según él, “es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo”. De igual modo, buena parte de la literatura parece responder a la creencia de que el mundo es el laberinto endogámico en que se halla encerrada.Rosa Montero nos ensaña la casa de la literatura habitación por habitación: parte de los pasillos de sus lecturas para adentrarnos en la cocina de los grandes escritores. “La loca de la casa” es un viaje al interior en un juego narrativo lleno de sabiduría y horas de vuelo literario. En él se mezclan literatura y vida en un cóctel didáctico de experiencias de vida y experiencias literarias, verdad y mentira se cruzan continuamente en ese pasillo imaginario de la casa, hasta tal punto que el lector no distingue una de otra. La narradora de este libro es un personaje que se ha acostumbrado a ordenar sus recuerdos por un cómputo de lecturas, libros publicados y relaciones personales: “Hablar de literatura, pues, es hablar de la vida; de la vida propia y de la de los otros, de la felicidad y del dolor”.
Rosa Montero (Madrid, 1951) es más conocida por sus trabajos periodísticos que por su obra narrativa. La escritora vivió una infancia en la que apenas había libros, ella leyó sobre todo volúmenes de bolsillo. La literatura eran esos libros, y aunque luego adquirió el gusto por las ediciones cuidadas, la literatura con mayúsculas sigue siendo para ella el libro de bolsillo hasta el punto de que cuando la empezaron a editar en bolsillo tuvo la conciencia de que eso era llegar a la literatura. A la mayoría de los escritores les pierde el afán de ser leídos y prefieren ganar menos y ser más divulgados.
“Llevo treinta años haciendo entrevistas a los demás, como periodista, y veinticinco años siendo entrevistada como escritora. En este tiempo ha habido dos preguntas que me han planteado hasta la saciedad, hasta la desesperación, hasta la ira… ¿Existe una literatura de mujeres? Y ¿Qué prefieres ser, periodista o escritora?”.
Con este libro, cuyo título es un guiño a una expresión de Santa Teresa de Jesús, quien denominaba a la imaginación “la loca de la casa”, Rosa Montero nos desnuda su mundo interior a través de los recuerdos. Al fin y al cabo, vivir es tener algo que recordar; ésta es una de las razones de que la literatura de Rosa Montero nos sea tan atractiva, porque nos acerca a la vida. En ningún caso se trata de poner un simple espejo al borde del camino de la existencia, hay mucho de cuento y fantasía en esto de narrar la propia existencia. “A mí me llevan los demonios cuando lectores o periodistas extraen absurdas deducciones autobiográficas de mis libros”. Si separamos las verdades de las mentiras descubriremos que Rosa Montero es una prosista sólida y cuajada. Una memoria es una forma de recordar la propia vida, mientras que una autobiografía como “La loca de la casa” es una historia que necesita investigación. Entre otras cosas porque resulta de todo punto inviable reproducir lo que uno ha vivido tal como lo vivió. Ese pasado que se pretende reconstruir literariamente con los distantes escombros de la memoria, ¿responde en puridad al que se considera como propio o no pasa de ser un sucedáneo más o menos verosímil?
A medida que uno se hace viejo, los recuerdos van ensamblándose de una manera muy arbitraria. De hecho, se dejan conducir por un estímulo maniático y lo que por una parte se deforma, por otra se perfila con mayor nitidez. Es como si en las trastiendas de la evocación se agazapara un desconocido que trata de engañarnos, haciendo aún más fluctuante esa frontera entre lo fidedigno y lo ilusorio que posibilita, en cierto modo, que el presente modifique el curso del pasado.
J. A. Aguado