José Saramago, “El hombre duplicado”, Alfaguara, Madrid, 2003, 407 páginas, 19 €.

Duplos absolutos

 

José Saramago, “El hombre duplicado”, Alfaguara, Madrid, 2003, 407 páginas, 19 €.

 

 

Este no es un tratado de psicología, ni un manual de autoayuda al uso, ni una guía sobre los duplos absolutos, a pesar de que su lectura proporciona las claves para entender esa crisis existencial que le llega a todo profesor de Historia de secundaria, su intención va más allá: se trata de una novela eminentemente literaria, para leer, y hasta se puede releer, algo inusual en estos tiempos tan de usar y tirar. No cabía esperar otra cosa de la pluma de José Saramago (1922), Premio Nobel de Literatura 1998.

1985 fue el año en que leímos a Saramago, intelectual rojo y hombre de bien, que nos ofreció el título “El año de la muerte de Ricardo Reis”. Desde entonces el torrente luso no ha cesado de fluir, y, aunque su país es Portugal, vive y escribe desde hace años desde la isla de Lanzarote.

“El hombre duplicado” plantea el tema de los dobles. Nada es casual, seguramente si alguna vez encontramos a una persona idéntica a nosotros es por ley superior. Esto le ocurre al protagonista de la última novela de José Saramago, Tertuliano Máximo Afonso, que descubre un día en una película titulada “Quién no se amaña no se apaña” que el actor que interpretaba al recepcionista en la película era su vivo retrato.

Uno después de leer novelas como estas descubre que nada está hecho al albur y que existe una ley física que mueve el universo. Que dos personas compartan la misma imagen es un hecho que siempre ha fascinado a muchos novelistas, así a vuela pluma recuerdo un cuento extraordinario de Javier Marías. Lo más sencillo es olvidarlo, más que cerrar los ojos, y a otra cosa mariposa. Pero no. Resulta que el protagonista se obsesiona y cae en la zozobra, con lo que la trama argumental ya está montada, el fin del protagonista se adivina y el final está en el aire. Quizá esa turbación del héroe esté alimentada por la sospecha que tenemos todos de que la vida tiene una única naturaleza materialista en cuyos fundamentos no hemos sido adoctrinados, pero el caso es que nos sentimos intrigados. Aquí está el motor de la acción: la intriga. Existe una anécdota en torno al apellido de “Saramago” que nos sirve como guía a caminantes en esto de la búsqueda de las señas de identidad: así, cuando el padre de José Saramago fue a inscribirlo en el registro, el funcionario colocó el apodo con que se conocía a su familia en vez del apellido del padre, con lo que un buen día el padre se vio obligado a iniciar un proceso legal para tener el mismo apellido que el hijo. ¿Quién es él? ¿Quién soy yo?… Quién no ha sentido alguna vez que en algún lugar del planeta había otro ser sacado del mismo molde, el mismo corte de pelo o las mismas facciones. Aunque durante la vida nos pasemos muchas horas ante el espejo, nadie se reconoce al cien por cien en la imagen que ve, porque hay algo que pertenece al vídeo, a la fotografía, al ojo que nos mira, pero no a nosotros mismos. El original está verdaderamente escondido: “Por mucho esfuerzo que tengamos que hacer, sabemos que sólo abriendo los ojos se sale de una pesadilla, pero el remedio, en este caso, es cerrarlos”.

De la búsqueda del molde original de Tertuliano Máximo Afonso se ha ocupado José Saramago en una novela que ha adquirido su lugar de referencia, de código secreto en la búsqueda del duplo perfecto.

J. A. Aguado

 

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà Els camps necessaris estan marcats amb *