omo sobrevivir no diciendo la verdad
Adam Soboczynski, “El arte de no decir la verdad”, Anagrama, Barcelona, 2011, 182 páginas,
Aunque Adam Soboczynski nació en Polonia en 1971, vive en Berlín desde hace unos años. Colaborador en el semanario “Die Zeit”, está considerado uno de los más interesantes autores de su generación, ganando incluso en 2005 el premio de periodismo Axel Springer. Con su primer libro cosecharía un gran éxito, pero nada comparado con su siguiente libro, “El arte de no decir la verdad”, que ya ha sido traducido a diferentes idiomas y ahora desembarca en Anagrama.
Este libro contiene treinta y tres historias que tratan de cómo desenvolverse con habilidad en un mundo en el que acechan las trampas y reinan las intrigas. El arte del fingimiento, con una tradición milenaria a sus espaldas, experimenta un retorno. Estas historias acaban ofreciendo un retrato crítico de la sociedad occidental, con un sentido del humor muy especial y que también puede considerarse como una versión irónica de los libros de autoayuda: “Una situación peliaguda: alguien está enamorado de uno, pero uno no le corresponde. En un caso así, la cortesía obliga a proceder con delicadeza”.
En las sociedades burguesas existe un culto a la autenticidad, desde siempre se ha sabido que sólo se puede vivir bien fingiendo, a pesar de que existe el peligro de fracasar, sobre todo en situaciones de seducción: “Sólo a los bárbaros, los dictadores y los jeques pueden no importarles cómo rechazar consideradamente a las mujeres enamoradas”.
Este tratado sobre la mentira hace patente, con grandes dosis de ironía, la contradicción entre la instrumentalización de las personas y la falsedad, y la necesidad de utilizar pequeñas mentiras cotidianas: En el trabajo deseamos buenos días a personas que detestamos y eso nos salva de matarnos los unos a los otros, tal vez: “Fingir es ocultar las intenciones, los rasgos del carácter, las opiniones. El amable saludo a un compañero de trabajo que no nos cae bien, el mismo que en la oficina siepre sonríe con suficiencia y se cree sin motivo alguno superior a nosotros, ya es, en rigor fingimiento”.
Todo estos consejos, están envueltos por un estilo irónico e incluso cínico, que hace que el lector se pregunte si el autor está haciendo un decálogo sobre cómo triunfar en la sociedad o un retrato crítico de la misma: “El padre del arte del fingimiento, el sombrío jesuita Baltasar Gracián, conocía perfectamente el engaño, la adulación y el hablar a espaldas de los demás que caracterizan nuestros días”.
Por estos treinta y tres episodios sobre la mentira el autor circula entre la lección moral de la fábula clásica y la crónica periodística en la que nos encontramos con un tipo casado que liga en una fiesta, un empleado que se busca la ruina por responder impulsivamente a un correo electrónico, un escritor fracasado, una joven historiadora del arte que pasa un fin de semana en una isla remota, un peluquero que celebra entre amigos la inauguración de su nuevo negocio o una maquetista de una revista de moda con problemas con los hombres, son solo algunos de los personajes que ilustran un auténtico catálogo de situaciones que podríamos protagonizar cualquiera de nosotros: “Ofenderse, ya sea por una frase o por un hecho, sirve de bien poco. Hacerse el ofendido, en cambio, puede resultar muy útil. Pues pocas cosas atan más a los demás a nosotros que su mala conciencia. Y despertar su mala conciencia requiere un arte refinado”.
El libro tiene todos los requisitos de uno de esos éxitos que se leen en el borde de la piscina o tumbado en la toalla playera achicharrado por un sol inclemente. “El arte de no decir la verdad” es un ameno y agudo tratado sobre el arte de mentir, pero a la vez hondo, lúcido y subversivo, corresponde al lector decidir si se toma este texto inclasificable como un retrato crítico de nuestra sociedad o como un peculiar manual de instrucciones lleno de pequeñas anécdotas.
J. A. Aguado