Los trapos sucios de la CIA
Norman Mailer, “El fantasma de Harlot”, Anagrama, Barcelona, 2003, 1.330 páginas, 30€.
El norteamericano Norman Mailer (Nueva Jersey, 1923), uno de los grandes escritores del siglo XX, es noticia por partida doble. Su editorial española, Anagrama, le publica, por un lado, su monumental novela —casi 1.300 páginas— sobre la CIA, “El fantasma de Harlot”, así como “¿Por qué estamos en guerra?”, unos textos muy críticos con la administración Bush. Su obra, narrativa y ensayística, se enmarca en la corriente realista posbélica estadounidense y en ella tuvieron gran influencia sus experiencias militares y su enfrentamiento al maccartismo. Hijo de una familia judía de clase media, se crió en el barrio neoyorquino de Brooklyn. Es graduado por la Universidad de Harvard. Sirvió en la Armada Norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial, de 1944 a 1946. Fruto de esta experiencia publicó su primer libro en 1948, “Los desnudos y los muertos”, con el que consiguió gran éxito, que lo convirtió desde entonces en un crítico de la sociedad norteamericana, admirado por muchos y rechazado por otros tantos. Vinculado desde su juventud al periodismo, en 1955 fue uno de los fundadores del semanario neoyorquino “Village Voice”. De 1953 a 1969 fue miembro del consejo editorial de la revista “Dissent”.
Mailer ha cultivado distintos géneros literarios, desde la novela, pasando por el teatro, los guiones cinematográficos, la poesía o el periodismo. En 1969 fue galardonado con el premio Pulitzer por su relato de no ficción “Los ejércitos de la noche”, reportaje sobre las protestas contra la guerra de Vietnam, publicado el año anterior. Por este mismo trabajo le fue otorgado también en 1969 el Premio Nacional de las Artes y las Letras (el National Book Award). En 1980 obtuvo de nuevo el Pulitzer por su relato de ficción titulado “La canción del verdugo”, en el que narraba la historia de Gary, un reo ejecutado en 1976. En 1973 le fue concedido el XIV Premio Anual por su servicio sobresaliente a las artes, McDowell Colony. En 1984 ingresó en la Academia Americana de Artes y Letras. Ese mismo año y hasta 1986 fue presidente del PEN Club norteamericano. De su extenso trabajo en distintos géneros se pueden señalar, entre otros, “Los papeles presidenciales” (1963), “Un sueño americano” (1964), “Caníbales y cristianos” (1966), “¿Por qué estamos en Vietnam?” (1967), “El prisionero del sexo” (1971), “Marilyn” (1973), “De las mujeres y su elegancia” (1980), “Los hombres duros no bailan” (1983).
En 1991 apareció en el mercado anglosajón el libro “El fantasma de Harlot”, que es su novena novela y su obra número 27. En ella intenta explicar la historia de la CIA de los últimos cuarenta años. En “El fantasma de Harlot”, Norman Mailer descubrirá no sólo una trama que atrapa al lector sino, también, la posibilidad de conocer el funcionamiento interno de la CIA: su formación, sus métodos, sus objetivos….La trayectoria política de Norman Mailer es, a imitación de una novela que de seguro él no firmaría, la historia de un aquilatado fracaso. O la de un perdedor con autenticidad. Candidato a la Alcaldía de Nueva York, a la sombra de su reputación como hombre radical (Los ejércitos de la noche), en la encrucijada de los liberales, los demócratas post Kennedy y los conservadores del ala centro del Partido Republicano, un candidato para todos, fue rotundamente noqueado al menos en dos oportunidades. Raymond Carver, y más próximo en el tiempo Robert Altman en la película “Shorts Cuts”, plasmó los vínculos de amor/odio que despiertan sus contradicciones en su soberbio relato “¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?”, donde se evocaba la puñalada que Mailer asestó a una de sus innumerables esposas de las que ha tenido nueve hijos.
“El fantasma de Harlot” narra la historia de un antiguo oficial -Hugh Montague, “Harlot”- de la Central Intelligence Agency (CIA), desatada por su misteriosa muerte. Mientras se conoce poco a poco la vida del protagonista, el narrador intercala los avatares secretos o públicos de dicho organismo de espionaje y contraespionaje a partir de una intensidad e impulso dramáticos en verdad impresionantes. Norman Mailer siempre dudaba si utilizar o no el lenguaje sucio en su prosa. A uno le parece que se debe utilizar ese lenguaje cuando es necesario o estético, y no gratuitamente o por falta de otro mejor. Y para ello hay que bajar a la calle, escribir la crónica en primera persona y recibir los palos de la Policía en las escalinatas del Pentágono, como Norman Mailer.
J. A. Aguado