Quince minutos de ejercicio intenso bastan para potenciar la memoria motora, aquella que se utiliza para aprender actividades de coordinación como ir en monopatín, jugar con videojuegos, escribir con un teclado o tocar el piano. Esta es la principal conclusión de una investigación liderada por el neurocientífico Marc Roig en la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y presentada en la revista Plos One.
Los resultados sugieren que sesiones breves de actividad física mejorarían las terapias de rehabilitación en pacientes que han sufrido un ictus o un accidente, sobre todo si hacen la actividad física poco después de los ejercicios de rehabilitación. Asimismo, indican que estimular la actividad física de niños y adolescentes ayudaría a mejorar la enseñanza de algunas materias y habilidades en escuelas e institutos.
Estudios anteriores habían establecido que la práctica habitual de actividad física mejora el rendimiento intelectual. Los beneficios cognitivos se han confirmado en distintas aptitudes como la capacidad de atención, la planificación de actividades complejas, la velocidad a la que el cerebro procesa información o la memoria explícita (aquella que se utiliza para recordar datos concretos, como la lista de la compra o el teorema de Pitágoras). Y se han observado en personas de todas las edades, desde niños (que suelen tener mejores notas si hacen deporte) hasta ancianos (que tienen un deterioro cognitivo más lento si se mantienen en forma).
Pero el nuevo estudio es el primero que estudia los efectos de un episodio concreto de actividad física sobre la memoria motora. “Esperaba encontrar que la actividad física tenía algún efecto, pero me ha sorprendido que un episodio tan breve tenga un efecto tan grande”, ha declarado Marc Roig en una entrevista telefónica.