¿Cuál es el impacto ambiental de llenar el cielo nocturno de increíbles efectos luminosos y sonoros en alguna de las múltiples celebraciones de verano? Los espectáculos pirotécnicos son la máxima expresión de la fiesta, del estallido de la alegría, pero también tienen su lado negativo: contaminación, ruidos, molestias a la fauna o incluso incendios forestales.
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Los fuegos artificiales son mucho más que pólvora. Para conseguir los distintos efectos y colores se requieren mezclas con múltiples compuestos químicos: bario para los tonos verdes, estroncio para los rojos, sodio para los dorados, aluminio para chispas plateadas y blancas, antimonio para destellos… Entre sus ingredientes, algunos estudios llaman la atención sobre el uso común de perclorato de potasio o de amonio como oxidantes. Un trabajo publicado hace unos años en la revista científica “Environmental Science & Technology” documentaba el aumento de concentraciones de perclorato en lagos de Estados Unidos cercanos a espectáculos pirotécnicos desde 2004 a 2006. Los investigadores encontraron aumentos de entre 24 y 1.028 veces la concentración media de estos compuestos en el agua a lo largo de las 14 horas siguientes a los fuegos artificiales, registrándose las mayores cantidades en la celebración del 4 de julio, Día de la Independencia de EEUU. La buena noticia es que existen fuegos artificiales más “verdes” que no utilizan perclorato, la mala es que resultan también más caros de fabricar.