MENDEL EL DE LOS LIBROS, Stefan Zweig

Contemplé por primera vez, siendo joven, el vasto misterio de la concentración absoluta, que hace tanto al artista como el erudito, al verdadero sabio como al loco de remate, esa trágica felicidad y desgracia de la obsesion completa.

Sentí un regusto amargo en los labios. El regusto de la fugacidad. ¿Para qué vivimos, si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando nuestras últimas huellas?

Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.

 

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